Punto de Fisión

Nacho Cano, el frutero

El músico, productor, y director de escena, Nacho Cano, interviene durante la presentación de la segunda temporada de su musical ‘Malinche’, en el recinto ferial de la Feria de Madrid, IFEMA Madrid. EUROPA PRESS/Juan Barbosa
El músico, productor, y director de escena, Nacho Cano, interviene durante la presentación de la segunda temporada de su musical ‘Malinche’, en el recinto ferial de la Feria de Madrid, IFEMA Madrid. EUROPA PRESS/Juan Barbosa

He esperado que pasara el miércoles, 22 de noviembre, festividad de Santa Cecilia, patrona de la música, para poder escribir sobre Nacho Cano sin miedo a que Santa Cecilia se degollara otra vez ella sola. Aunque consiguió la fama por las canciones de Mecano con las que atormentó mi juventud y la de muchos de mis amigos, la auténtica especialidad de Nacho Cano consiste en hacer la pelota, un arte en el que pocos pueden competir con él y con el escarabajo pelotero. La otra noche, en la función número 400 de Malinche, el servilismo se le fue de las manos y le hizo a Isabel Díaz Ayuso una pelota tan gorda que por poco no revienta el teatro. Llegó a compararla con Isabel la Católica, un símil difícil de sostener más allá de la coincidencia onomástica. Quizá se refería a la promesa que hizo la reina de Castilla de no lavarse ni cambiarse de camisa hasta que cayera el reino de Granada, pero resulta bastante dudoso que Nacho Cano conozca este dato.

El relato de la Conquista de América que hizo Nacho Cano en presencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid, del elenco de la obra y de un público enfervorizado, lo podía haber hecho un locutor del NODO en 1949, un cura borracho en 1835 o un analfabeto en cualquier momento. "Le dio el dinero a Colón para que descubriera América y, además, ordenó que se cristianizara la gente para que no se cometieran abusos" dijo, lo mismo que podía haber dicho que Isabel la Católica bailaba el tango y cantaba reggaetón o que Colón inventó el detergente en polvo. No obstante, debemos reconocer que ambas inversiones tienen bastante en común, ya que la otra Isabel, Ayuso, también le ha dado un montón de dinero a Nacho Cano para que descubra América a base de pachangas, horteradas y ripios. Está tan agradecido a Ayuso que quizá debería dedicarle una ópera y llamarla Mataviejos.

Madrid tiene una larga tradición de intelectuales, músicos y escritores apesebrados, artistas ronroneantes que se sientan a los pies de sus mecenas y les lamen los pies igual que un gato. Antes de Ayuso y de Nacho Cano, Esperanza Aguirre adoptó a Albert Boadella en la dirección de los Teatros del Canal. Boadella elevó el papel de escarabajo pelotero hasta la estratosfera cuando dijo de Aguirre: "No puedo hablar más que muy bien de esta mujer. Le decía siempre en broma que ella era Luis XIV y yo Molière". Como mucho eran Arias Navarro y Miliki.

Al igual que Alaska, Loquillo y otros representantes insignes de la Movida, Nacho Cano aúna la sordera musical y la ceguera política junto a una formidable falta de talento. No se trata de un despliegue propio del folklore hispánico, ya que estos días hemos podido oír a Andrés Calamaro felicitando a Javier Milei por su espectacular triunfo en las elecciones argentinas. Siempre he sido partidario de separar al artista de la obra: Borges alabó la dictadura argentina, por no hablar de las estupideces que dijo sobre los negros o los vascos, pero sus cuentos son una de las cumbres de la literatura universal. Otro tanto ocurre con dos de los mayores poetas del siglo pasado: Ezra Pound apoyando descaradamente al fascismo italiano o, peor aún, Pablo Neruda abandonando a una hija enferma y presumiendo de haber violado a una criada. Con Alaska, con Loquillo, con Calamaro y con Nacho Cano también hay que respetar esa barrera de seguridad infranqueable: sus opiniones políticas pueden ser repugnantes pero su música es una mierda pinchada en un palo.

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