Punto de Fisión

Mayor Oreja a la plancha

Mayor Oreja es un señor mayor que siempre ha tenido pinta de señor mayor, incluso cuando era joven. Quizá de joven parecía más viejo que ahora, probablemente porque ya nos hemos acostumbrado a verlo (y más aún a no verlo). Sin embargo, muy de vez en cuando, Mayor Oreja hace su aparición en un diario o una televisión y entonces uno mira su reloj con la sensación de que atrasa tres, cuatro décadas, lo golpea un poco para ver si está en hora, pero es al abrir la boca Mayor Oreja cuando la realidad pierde pie y el minutero retrocede hasta la Edad Media.

La barba blanca le da ese aspecto de abuelito afable con el que te tropiezas por la escalera, un adorno navideño que le acompaña probablemente desde la sala de partos, cuando el médico se volvió hacia su madre y le dijo: "Ha tenido usted un señor mayor, felicidades". Hay actores famosos (Jean Gabin, Jack Lemmon) que siempre fueron viejos, que aprovecharon esa inercia cronológica para cultivar una carrera majestuosa, plagada de actuaciones memorables en las que ni siquiera el acné podía desautorizar la madurez y donde cada palabra parecía matizada por la próstata.

Por eso, siempre que Mayor Oreja se sienta en una tribuna, adquiere la autoridad de las canas, no digamos si la tribuna está en el colegio Cristo Rey y si enfrente le colocan a una muchedumbre de niños concertados y al lado una pareja de monjas. El pasado lunes, más que dictar una conferencia, Mayor Oreja realizó un exorcismo ideológico, una catequesis magistral con la que arrancar de los pequeños esas ideas nocivas centrifugadas desde el gobierno de izquierdas: la ley del aborto, la ley trans, la eutanasia y otros conceptos contrarios a la doctrina católica y apostólica. Flanqueado por las dos monjas, Mayor Oreja parecía Russell Crowe en el papel de padre Amorth (una película que cabreó bastante a la plana mayor del Vaticano y a los especialistas en posesiones infernales), como si fuese a ir niño por niño zarandeando al demonio que llevan dentro y expulsándolo a fuerza de padrenuestros.

Frente al adoctrinamiento infantil denunciado por la ultraderecha, Mayor Oreja inició una labor de desadoctrinamiento evangélico sembrada con los mejores hits de la ultraderecha y de la Contrarreforma. Dijo que "España está en caída libre por culpa de un plan suicida que sumó a la izquierda, socialistas, comunistas y nacionalistas, cuyo capitán general es la organización terrorista ETA". Lo de que ETA no exista desde hace cinco años no es más que una argucia técnica, igual que Franco no está muerto, sino que en realidad lleva casi medio siglo batiendo el récord mundial de aguantar la respiración. De hecho, Mayor Oreja aseguró en su día que el franquismo fue una época de extraordinaria placidez para los españoles, sobre todo para los miles y miles que reposan en las cunetas.

También dijo que no le interesa la autoría del 11-M, algo lógico si tenemos en cuenta que a renglón seguido comparó los peores atentados de la historia de Europa con el intento de asesinato de Vidal-Quadras: lo que querían unos y otros asesinos (que a lo mejor son los mismos, vete a saber) era desestabilizar España. Mucho más sanguinario es el aborto, una barbaridad que mata a cientos de miles de personas antes de que nazcan, o la eutanasia, en la que uno dispone de su vida libremente, como si fuese un perro, en lugar de sufrir hasta el último aliento. "Te autodeterminas para elegir el género que quieras, para abortar cuando quieras y para matarte a través de la eutanasia cuando quieras" concluyó en una perfecta carambola a tres bandas. Todo en un colegio concertado y subvencionado con dinero público delante de un montón de chavales entre los 14 y los 17 años.

Muchos años atrás, en una tertulia de Intereconomía, comenté que Mayor Oreja, como profeta, estaba al nivel de Paco Porras. Inmediatamente Fernando Vizcaíno de Sas replicó que yo no podía hablar de Mayor Oreja porque no tenía su nivel. Le respondí que vale, pero que él tampoco tenía nivel para hablar de Paco Porras. Ahora, tras leer las últimas declaraciones de Mayor Oreja, pienso que, la verdad, fui muy injusto con Paco Porras.

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