Punto de Fisión

A guan, a Peich, a Puchimón

El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page Sánchez, en el acto de entrega de los Reconocimientos a la Iniciativa Social 2023, en el Auditorio Municipal de Herencia (Ciudad Real) . EUROPA PRESS/Rey Sotolongo
El presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page Sánchez, en el acto de entrega de los Reconocimientos a la Iniciativa Social 2023, en el Auditorio Municipal de Herencia (Ciudad Real) . EUROPA PRESS/Rey Sotolongo

Una de las grandes ventajas de vivir en un país plurilingüe es que puedes no entenderte con el vecino en tres o cuatro idiomas distintos, a veces más, depende de los vecinos que te toquen. Mientras que, como advirtió George Bernard Shaw, Gran Bretaña y Estados Unidos son dos países separados por una lengua común, en España ni siquiera necesitamos un océano para discrepar: nos basta y nos sobra con el castellano para liarla parda, aunque en catalán, en gallego y en euskera también podemos montar pollos considerables.

La tradicional resistencia de los españoles a aprender idiomas se remonta, al menos, al emperador Carlos I, quien dijo que hablaba en italiano con las mujeres, en francés con los hombres, en alemán con su caballo y en castellano con Dios. De las demás lenguas peninsulares no dijo nada, probablemente porque ya había bastante trabajo con esa party-line que tenía montada en la cabeza entre señoras, caballeros, cuadrúpedos y seres celestiales. Yo mismo, plebeyo por los cuatro costados, soy un buen ejemplo de monolingüismo acérrimo, ya que no sólo me empeñé en no aprender inglés desde la EGB, sino que me pasé catorce años veraneando en Motril y ensayando un idioma nuevo en vacaciones, hasta que descubrí que el motrileño no era una variante del euskera.

En sus intempestivas valoraciones sobre las elecciones gallegas, García-Page declaró que se alegraba mucho de que no ganara Puigdemont. No pronunció "Puigdemont", probablemente porque es muy difícil, sino "Puidemón" o "Puchimón", aunque todo el mundo sabía a quién se estaba refiriendo. Es otra de las ventajas de vivir en España, que te entienden incluso cuando no hay nada que entender. Bullían tantas incógnitas en las declaraciones de Page que un observador despistado podría llegar a pensar, primero, que Puigdemont se presentaba a la Xunta de Galicia, y segundo, que Page está afiliado al PP.

No es que ambas hipótesis sean ciertas, pero tampoco son exactamente falsas, una marea de incertidumbre que acabó por desembocar en Ferraz. El centro neurálgico del PSOE le afeó a Page que no supiera cuál es la camiseta de su equipo, aunque la verdad es que Page, igual que sus votantes en Castilla-La Mancha, lo sabe de sobra: donde no se han enterado todavía es en Ferraz. Tacharon su postura de "incomprensible", cuando en realidad es más fácil que sumar dos y dos. Cuando digo "sumar", quiero decir "Sumar".

Ya expliqué antes que en España no nos entendemos en tres o cuatro idiomas, pero lo mejor de todo es que el PSOE y el PP son dos partidos separados por una ideología común. En el PSOE incluso no se entienden ni hablando castellano, y eso que Page utiliza una variante manchega completamente impermeable al catalán. Puede que sea influencia del motrileño que intenté aprender en mi niñez, pero yo Page lo pronuncio casi siempre "Peich", al estilo de Chiquito de la Calzada cuando se ponía a hablar en inglés.

Nunca sabremos, y es una verdadera lástima, cómo hubiera pronunciado Chiquito de la Calzada "Puigdemont", pero seguro que se habría acercado bastante a la dicción de Page, perdón, quise decir de "Peich". El cual mantiene una relación muy cordial con el reciente ganador de las elecciones gallegas, Alfonso Rueda, y otra no tan cordial con el perdedor de su partido, José Ramón Gómez Besteiro, de quien dijo "le ha tocado hacer campaña en circunstancias complejas, emparedado en un sándwich". Y yo que creía que en La Mancha un sándwich era un emparedado, nunca deja uno de aprender. Afortunadamente, a ningún periodista se le ocurrió preguntar a un caballo en alemán.

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