Punto de Fisión

Mascletà madrilé

Varias personas protestan en contra de la mascletá. EFE/ Víctor Lerena
Varias personas protestan en contra de la mascletá. EFE/ Víctor Lerena

En las reacciones contra la mascletà de Almeida en el Manzanares hay dos tipos de reproches bastante contradictorios. El primero asegura que la mascletà iba a cargarse todas las aves de la zona, mientras que el segundo afirma que la fiesta ha consistido en una tamborrada con humo, una mascletà de chichinabo, vamos, una puta mierda. A ver si se ponen de acuerdo los envidiosos y los críticos del alcalde, que ya no saben qué inventar. Algunos patos habrán muerto, vale, pero se iba a morir igual.

Tampoco es que haya acudido mucho público al dispendio pirotécnico: no llegaban ni a mil personas, lo que en una ciudad del tamaño de Madrid difícilmente puede considerarse un éxito. Por no ir, no fue ni Almeida. En el Retiro había bastante más gente paseando y tomando el sol, y no te digo la peña que habría diseminada por las terrazas de la capital, aprovechando el buen tiempo. Probablemente los madrileños no se enteraron de este importante evento cultural, quizá porque no le dieron bastante bombo, pero también hay que tener en cuenta que es la primera vez. Cuando comenzaron a quemar cosas en Valencia, a finales del siglo XVIII, sólo iban cuatro carpinteros y mira ahora lo que son las Fallas. En cuanto arraigue la tradición aquí, Madrid va a parecer Gaza.

Pese al gatillazo de público, el alcalde tiró la casa por la ventana y al final el Ayuntamiento de Madrid terminó pagando por la broma cinco o seis veces más que el de Valencia a la misma empresa, otro motivo por el que están acusando injustamente a Almeida de despilfarrador, de corrupto o de cateto al que le han dado un timo en estéreo. La gente no entiende que en Madrid no nos andamos con miserias: para qué vamos a pagar 8.500 euros por una mascletà de mierda cuando podemos gastarnos de sobra 46.000.

Aquí en la capital, no sólo nos sobra el dinero, sino que todo tiene que ser lo mejor, lo más caro, lo más exclusivo, igual que ese oligarca ruso que se encuentra con un colega y ve que lleva su mismo reloj, un Rolex de oro con incrustaciones de diamantes. "¿Cuánto te ha costado ese peluco, Mijaíl Mijailóvich?" "Millón y medio de euros, Iván Ivanóvich; lo compré en Valencia". "Eres muy tonto, Mijaíl Mijailovich" dice el otro millonario, enseñándole el mismo Rolex. "¿Ves? Si te lo hubieras comprado en Madrid, como yo, te habría salido por cinco millones".

No había otra manera más elegante de celebrar la victoria del PP en Valencia que con una montaña de petardos junto al Manzanares, aunque algunos pensamos que a lo mejor bastaba con traerse el circo de la Fórmula 1 al IFEMA, conmemorando el desastre económico que supuso para los valencianos. En el modelo cultural propuesto por Almeida para la capital, se trata básicamente de trasplantar Valencia a Madrid, primero la Fórmula 1, luego una mascletà y, para rematar la faena, una paella con chorizos, el modelo gastronómico que triunfa en el PP.

De momento, nos han prometido otra campaña para celebrar los Juegos Olímpicos en la capital en 2036, conmemorando el inicio de la Guerra Civil. Se ve que no son suficientes los ocho mil millones de euros que nos costaron los fiascos de los tres intentos anteriores y habrá que derrochar unos cuantos miles de millones más. Dice Almeida que Madrid tiene la obligación de acoger las tradiciones más llamativas del folklore hispánico, así que pronto podremos disfrutar de unos castellets en la Plaza Mayor y, más pronto todavía, de una queimada en Génova.

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