Punto de Fisión

Puigdemont de quita y pon

El expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont - Glòria Sánchez / Europa Press
El expresidente de la Generalitat y eurodiputado de Junts, Carles Puigdemont - Glòria Sánchez / Europa Press

Con su extraordinario sentido dramático, Carles Puigdemont anunció su regreso a España el Viernes de Dolores, quizá para preparar un Domingo de Ramos en el que entrara a lomos del seny catalán, igual que Jesucristo a lomos de un borriquillo, sólo para que lo crucifiquen el Jueves Santo. A fin de cuentas, el nacionalismo consiste en despertar pasiones, aunque en Semana Santa las pasiones sean más de latigazos, escupitajos, clavos, martillazos, lanzazos y coronas de espinas.

Ahora bien, Puigdemont dice que volverá únicamente si cuenta con apoyos suficientes para salir investido presidente otra vez, lo cual viene a ser como si Jesucristo pretendiera resucitar el tercer día sin haberse muerto antes. En la actualidad, pocos políticos como él poseen esa asombrosa capacidad no sólo de nadar y guardar la ropa, sino de salir del agua seco, acicalado, la corbata perfecta y el flequillo a punto. Por si fuera poco, se ha arrogado el papel de mártir después de pasar el exilio en una canción de ABBA, como si sus compañeros del procés hubiesen estado todos estos años de vacaciones en la Costa Brava en lugar de en la cárcel.

Parece que las portadas en la España democrática sólo soportan un gran personaje en el destierro: de ahí que Puigdemont tenga que volver de Waterloo para que Rubiales pueda irse a la República Dominicana. En cuestiones de publicidad y propaganda, ni ERC ni la CUP pueden hacerle sombra a Junts, quienes no sólo han hecho creer a buena parte de sus votantes que son independentistas de pura raza sino que, además, son de izquierdas. Por otra parte, nunca hay que subestimar el voto a mala leche, más aún cuando en Catalunya la extrema derecha empieza a subir como la espuma. Habrá que ver cuánta gente vota a Puigdemont sólo por joder a Abascal, a Feijóo y a toda esa derecha mediática que ha consignado el anuncio de su retorno como el último sello del apocalipsis.

Con todo, la reacción más vistosa de todas ha sido la de Pedro Sánchez, quien afirma que la democracia apuesta por mirar hacia delante y no hacia atrás, y que no hay ninguna novedad en que Puigdemont se presente otra vez a las elecciones. Hace bien el presidente del Gobierno en no mirar hacia atrás, porque de hacerlo se encontraría con que, hasta hace un año, las directrices del PSOE respecto al procés no suponían apenas diferencias con la política del PP, incluida la aplicación del 155. Sánchez había dicho que si Puigdemont regresaba a España, habría que juzgarlo, pero como su candidatura dependía del clavo ardiendo de Junts tras las elecciones generales, se ha agarrado al clavo ardiendo y se ha comido sus palabras con pan tumaca.

Hubo un tiempo en el que a Puigdemont, recién exiliado, lo seguía a todas partes un historiador de guardia con el fin de anotar sus palabras para la posteridad, una noticia que me recordó de inmediato al señor Beauchamp, el biógrafo que acompaña a Bob el Inglés en el western de Clint Eastwood Sin perdón. Más que una biografía al uso, Beauchamp escribía un tebeo detallando las proezas y tiroteos de Bob el Inglés en el Lejano Oeste, aunque en cuanto el sheriff Little Bill le pegó una paliza de muerte a su objeto de estudio, decidió subirse al carro del ganador, lo mismo que una garrapata que cambia de perro. Puigdemont inventó una república independiente de quita y pon que duró apenas ocho segundos. A estas alturas de la película, lo que necesita no es tanto un historiador sino un evangelista.

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