Un amigo escritor me dijo un día, mientras tomábamos una copa, que tenía que marcharse a toda prisa porque empezaba un partido del Madrid. Añadió que él es un tipo raro porque lo que de verdad le gusta, más que leer, más que escribir, más que los libros, es el fútbol, aunque lo que de verdad lo vuelve loco es el Real Madrid. Le respondí que en eso no era muy original, que compartía esas preferencias con millones de personas de todo el mundo, incluidos varios colegas escritores, y que el verdadero tipo raro era yo, que amo la literatura sobre todas las cosas, más que la música, más que el cine; un tipo raro a quien el fútbol le importa tres cojones, no digamos ya el Real Madrid.
Gracias a las excelentes malas relaciones que mantengo con el fútbol -un deporte que, en mi opinión, suele sacar a la luz lo peor del ser humano, dentro y fuera del campo-, no sabría nombrar ni uno solo de los actuales jugadores de la selección nacional. No sé quién es la estrella del equipo, ni el portero, ni el entrenador. Lo más grave es que sé perfectamente quién es Luis Rubiales, un futbolista de medio pelo (disculpen la hipérbole) que cambió las botas por los despachos y llegó a la cúspide de la burocracia deportiva, nada menos que a la presidencia de la Federación Española de Fútbol, un cargo por el que, entre unas cosas y otras, se llevaba casi un millón de euros brutos anuales, prácticamente el doble que varios de sus homólogos europeos.
Ya digo que no entiendo un carajo de fútbol, con lo que esas cifras astronómicas que manejan delanteros, entrenadores, presidentes y florentinos son para un mí un misterio comparable a los entresijos de la física cuántica. En la transcripción de una conversación grabada por la Guardia Civil, Tomás González Cueto, el abogado que lleva los pleitos de la RFEF, se queja de que Alexander Ceferin, el presidente la UEFA, le había pedido que hiciera de niño de los recados para Rubiales, con el encargo de llevarle cuatrocientos mil euros anuales. "Lo único que quiere -añade González Cueto- es dar palos; no se ha planteado trabajar, sino dar palos, pero no de quince mil o veinte mil euros, sino de doscientos mil para arriba, porque dice que él necesita cien mil euros al mes". Menos mal que lo dice el abogado y no el fiscal.
No me hagan mucho caso, que de matemáticas tampoco controlo mucho, pero sospecho que, a ese ritmo desenfrenado de consumo, Rubiales se iba a quedar dos meses a pan y agua. Sin embargo, se trata de un hombre de recursos, un tipo capaz de exprimir agua de una piedra y, del mismo modo que canjeó su discreta carrera futbolística por una fulgurante ascensión a los palcos, ahora ha decidido aprovechar su caída en desgracia para poner en marcha un proyecto cinematográfico sobre su vida. La productora estadounidense Passage Pictures anuncia que ya está trabajando en la confección de un documental que lleva el título provisional de Red Carder (Tarjeta roja). También podían haberlo titulado Ni un pelo de listo o Todo por un beso.
Suponemos que el documental tendrá su punto culminante en el momento en que Rubiales se cayó con todo el equipo, cuando en lugar de dar marcha atrás y reconocer que había metido la pata y la boca, tiró para adelante con la convicción de un goleador nato que se ha dejado atrás el balón. Podía haber solucionado el escándalo del morreo descarado a una jugadora ante las cámaras de medio mundo mediante una disculpa pública, pero en vez de recular prefirió lanzarse a un bochornoso contrataque en la que las coacciones y el beso no consentido le han valido un proceso judicial en el que, además de perder el puesto, se juega dos años y medio de cárcel. Por si fuese poco, a raíz de este follón de categoría internacional, ha salido a la luz una trama de chanchullos corruptos que salpica a buena parte del fútbol español.
Todo por un beso, como un melodrama de Hollywood, viene a señalar una vez más el viejo principio marxista de que el dinero mueve todo el cotarro, incluidas la imagen de Rubiales cargando a hombros con otra jugadora, al mejor estilo troglodita, y su espectacular agarre de huevos al celebrar un gol de la selección española desde el palco. Ya dije que el fútbol, al contrario que otros deportes, suele sacar a la luz lo peor del ser humano: el machismo, el juego sucio, el racismo, la avaricia, la impunidad, y la indecencia. Va a ser muy difícil que el documental nos descubra algo que no sepamos ya, sobre todo que un hombre puede opacar él solo el triunfo de la selección femenina de fútbol.
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