Punto de Fisión

Sémper fidelis

 

Borja Sémper. Fernando Sánchez / Europa Press
Borja Sémper. Fernando Sánchez / Europa Press

Puesto que a menudo les acusan de ir contra la cultura, en el PP han colocado de portavoz a un poeta, Borja Sémper, con el fin de defender los toros, el exterminio del pueblo palestino y los goles del Real Madrid. Es una vieja tradición de un partido que, antes de clonar la P, tuvo a don Manuel Fraga de intelectual de referencia y luego a Jose Mari Aznar de héroe nacional. De Fraga dijo Felipe González que "le cabía el Estado en la cabeza", lo que da una idea de la cabeza que tenía Fraga, de la que sigue teniendo González y de lo pequeño que es el Estado español: una simple lista de reyes godos entre banqueros, aristócratas, empresarios y borbones.

A Fraga no se le entendía prácticamente nada, pero tampoco hacía ninguna falta, mientras que a Aznar cada vez se le entiende menos y mejor, pese a que ya habla todo el rato por la nariz. En los viejos tiempos, Jose Mari aseguraba que leía poesía árabe en la intimidad, una impertinencia lírica en la que, aparte de sus promotores israelíes, pocos sospechaban que en realidad estaba trabajando descifrando mensajes en clave de Hamás. El siguiente movimiento, después de tanto trabalenguas, era que la derecha moderada y céntrica nombrara a un poeta certificado de portavoz.

"Creo que a la vida en general y a la política les faltan un poco de poesía" dijo hace años Borja Sémper en una entrevista sobre uno de sus libros. Eran más o menos los tiempos en que renunció a sus cargos en el partido, porque decía que el ambiente estaba un poco enrarecido, que había que prestigiar la política y hacer que volviera el respeto. Regresó poco después, tal vez porque el ámbito privado era demasiado duro para alguien acostumbrado a mamar de la teta pública desde los 19 años. O tal vez porque el ambiente, en el momento de su retorno, había mejorado muchísimo: al presidente del gobierno lo llamaban "etarra", "traidor" y "terrorista" desde la oposición prácticamente a diario.

El respeto, el prestigio y la poesía vinieron del brazo de Borja Sémper durante la campaña electoral del año pasado. Sólo un poeta de los de abróchate la bragueta podía apadrinar rimas tan profundas y tolerantes como "que te vote Txapote" o aceptar el cambalache de "hijo de puta" por "me gusta la fruta". Más respetuosa aún fue su insinuación de que Pedro Sánchez y el grueso del gobierno español simpatizaba con el entorno de Hamás, tremendo volantazo internacional que aderezó con el bulo de que los terroristas de Hamás habían decapitado a cuarenta bebés judíos en sus cunas. Un poeta de la cabeza a los pies.

A nadie podía sorprenderle entonces que, en el momento en que los universitarios españoles decidieran protestar ante el genocidio indiscriminado y el pisoteo de los derechos humanos cometidos por el ejército israelí en la franja de Gaza, Borja Sémper los acusara de manifestarse a favor de Hamás. A lo largo de la historia, multitud de poetas, grandes y pequeños, han estado siempre lamiendo el culo a los poderosos, ya sea Neruda a la sombra de Stalin, Pound a la de Mussolini, Karadzic a la de sí mismo o Sémper a la de Netanyahu. Es verdad que poner a Sémper al lado de Neruda o de Pound da un poco de vergüenza, aunque no tanta como debería dársela a él cada vez que se arrima a un micrófono.

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