Del consejo editorial

¿Elecciones europeas?

FRANCISCO BALAGUER CALLEJÓN 

La duda sobre las elecciones europeas se alimenta recíprocamente en sus dos términos: es difícil considerarlas como elecciones o como europeas, al menos en su conformación actual. Una cosa va con la otra, ya que su bajo perfil electivo es lo que provoca la desnaturalización de su carácter europeo. En efecto, no se trata de unas elecciones como las demás, porque en ellas no se da la contraposición entre minorías y mayorías propia de los demás procesos electorales, ni la pugna ideológica que está en su trasfondo. La política europea ha sido el campo de juego tradicional de los intereses nacionales, lo que ha reducido el ámbito del conflicto político y social presente en los espacios públicos estatales.

El resultado ha sido que la opinión pública no percibe el debate europeo como un debate político entre opciones diversas, sino como un debate nacional frente a Europa. En esas condiciones, el proceso electoral no puede ilusionar a nadie porque no hay una pugna de intereses como la que se produce, por ejemplo, en las elecciones a las Cortes Generales.

Por otra parte, la orientación en clave nacional de la política europea dificulta la homologación plena de las opciones políticas internas y las europeas. En la actividad europea de los partidos hay siempre una vertiente prioritaria de defensa de los intereses nacionales que contribuye a generar más confusión, ya que no se puede identificar nítidamente la proyección europea de las opciones internas. Esa falta de homologación dificulta una percepción específicamente europea de estos procesos electorales.

Como consecuencia de la malformación inicial del proceso electoral europeo, las elecciones tienden a dejar de ser europeas con la finalidad de convertirse en auténticos procesos electorales. Puesto que en Europa no encuentran la razón de ser de un conflicto que se ha ocultado detrás de los intereses nacionales, el proceso tiende a orientarse hacia los problemas nacionales. En el caso de España, el paro, la reforma del aborto y otras temáticas similares. Al mismo tiempo, puesto que su incidencia en el plano europeo no es perceptible, se configuran como un test respecto del apoyo popular al Gobierno estatal de turno. El resultado es que perder o ganar las elecciones europeas carece de incidencia en el ámbito específicamente europeo de la consulta, pero puede tener una influencia considerable en los procesos políticos internos.

La cuestión es ¿por qué votar en unas elecciones europeas de las que se puede decir que, en gran medida, no son ni elecciones ni europeas? La respuesta (con todo respeto a otros planteamientos diferentes): para cambiar las cosas, para que alguna vez lleguen a serlo, para que en algún momento sean plenamente democráticas y en ellas se visualicen las opciones políticas de la derecha y la izquierda europea. Para que el espacio público europeo se articule en torno a alternativas ideológicas de alcance europeo, capaces de dar respuesta a los conflictos sociales y políticos que hoy se ocultan detrás de los "intereses nacionales".

Francisco Balaguer Callejón es  catedrático de Derecho Constitucional

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