Del consejo editorial

Sin vacunar

Jorge Calero
Catedrático de Economía Aplicada

El sarampión, cuya incidencia en los últimos años había pasado a ser insignificante en España, rebrotó en 2011 con casi 2.000 casos, algunos de ellos con complicaciones muy severas. La causa: un creciente número de padres no vacunan a sus hijos. Los enormes logros de las campañas públicas de vacunación, que han conseguido erradicar enfermedades como la viruela o, casi, la poliomielitis, están en riesgo por esas decisiones paternas.

Puede haber al menos tres razones que expliquen la falta de vacunación. Primera, una actitud fanática, como la de algunos seguidores de determinadas iglesias y sectas. Ese fanatismo (quizás, en este caso, mezclado con ciertos intereses económicos) ha llevado, incluso, a la publicación de investigaciones fraudulentas que asociaban la vacuna del sarampión con una mayor incidencia del autismo. Me refiero al artículo de Wakefield (et al.) de 1998 en The Lancet. Una investigación posterior, dirigida por el Consejo General Médico británico, concluyó que los resultados del artículo procedían de una manipulación deliberada y The Lancet publicó 12 años después una retractación. Una convicción personal de Wakefield estaba detrás del fraude. Segunda, un alto nivel de desinformación y/o tratamiento irracional de la información. Esta es frecuente en los grupos socialmente excluidos, pero quizás en la misma categoría se pueden encuadrar algunas corrientes alternativas. Valga un ejemplo: padres que organizan "fiestas del sarampión", destinadas a inmunizar "naturalmente" a los niños y niñas, incurriendo, simultáneamente, en un riesgo de complicaciones no controlado. Y tercera, un comportamiento oportunista, la típica conducta free rider, con la cual algunos padres se aprovechan de que el resto de niños están vacunados, lo que genera una protección a los suyos sin necesidad de vacunarse.

En los tres casos que he comentado parece claro que sólo la intervención decidida del sector público puede solventar el problema, reforzando la aplicación universal de determinadas vacunas. El fanatismo, la ignorancia y el oportunismo y, frecuentemente, su mezcla en proporciones diversas, no pueden poner en juego avances que han hecho retroceder el sufrimiento y la muerte de forma muy significativa.

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