Del consejo editorial

Prisioneros de las imágenes

ANTONIO IZQUIERDO

Las fronteras producen imágenes trágicas que ciegan el análisis, y la de los cayucos es tan poderosa que nos hace prisioneros. Afecta sobre todo a la inmigración subsahariana que tiene fundamentos distintos de la marroquí. Separemos una de la otra, aunque a veces lleguen en el mismo barco y compartan la tragedia. Detengámonos hoy en los flujos subsaharianos que no son inmigrantes voluntarios.

La inmigración subsahariana es heterogénea, de dimensión reducida y de naturaleza forzosa. No es un flujo laboral sino que obedece, sobre todo, a la violación de los derechos humanos. El enfoque no es el de mano de obra. La prueba la tenemos en su escaso peso en los contingentes anuales de trabajadores. Tampoco vienen los más pobres ni su destino es España, por el contrario, se dirigen a Europa, y son los descolocados por la violencia, el ajuste económico y la desarticulación territorial y familiar.

El desequilibrio entre imagen y registro estadístico lo resume de un modo ejemplar esta corriente migratoria. Desde que se inició el siglo XXI, el flujo anual nunca ha superado el 4% de las entradas de extranjeros a España y los empadronamientos precisan un caudal que se ha mantenido en torno a los 30.000 inmigrantes al año. De modo que a una imagen en los medios de comunicación gigante y picuda le corresponde una corriente estable y de proporción escasa.

La segunda asimetría se da entre los datos brutos y los crudos, puesto que un flujo mínimo comporta una tragedia enorme. Las muertes verificadas suman 3.500 en los últimos ocho años, el 60% de las cuales ocurrieron en 2006 y 2007. Y la razón no ha sido el exceso de control, sino lo poco inteligente de su regulación hasta la crisis de 2006. La prueba es que cuando se ha desarrollado la responsabilidad compartida, ha disminuido la mortalidad sin que el volumen se reduzca. Los datos indican que la mortalidad disminuyó significativamente en 2007 sin mengua del movimiento.

Llamarla "subsahariana" entorpece su comprensión. Los 26 países que conforman la región albergan una enorme heterogeneidad étnica, lingüística, social y cultural. Es cierto que Senegal supone un tercio del flujo y que cinco países acaparan el 75% de los inmigrantes que llegan a España. Pero en la corriente senegalesa encontramos wolof, fulbé, serer, mandinga y tukulor. Y a las lenguas propias hay que agregar el idioma del colonizador (francés, inglés o portugués), junto a prácticas religiosas diversas como musulmanes, católicos y mormones. Nosotros, los "subárticos", somos también muy distintos.

El gobierno está haciendo un esfuerzo político meritorio y poco reconocido por reducir la mortalidad de los flujos. Los resultados se reflejan en los datos, pero los malos gobiernos y la violencia persisten en la zona y la migración trágica continuará. Las imágenes son el martillo de las estadísticas. Es justo y útil que la UE exija la democracia en la región y comparta con España los costes de proteger a los huidos. Al igual que lo es que los varados en Canarias y Andalucía sean acogidos en las demás comunidades autónomas españolas.

Catedrático de Sociología

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