Del consejo editorial

Violencias contra las mujeres

CARMEN MAGALLÓN

El 25 de noviembre fue instituido por Naciones Unidas como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer para que en todo el mundo, al menos una vez al año, se tome en consideración este grave problema. En nuestro país, el trabajo de años de denuncia del movimiento feminista dio finalmente sus frutos y hoy contamos con instrumentos como la Ley Integral contra la Violencia de Género y un delegado del Gobierno responsable del tema. No obstante, los cambios son lentos, y a entender por qué lo son puede ayudar el modelo definido por el pionero de la investigación para la paz, Johan Galtung, que habla de tres tipos de violencia: directa, estructural y cultural, identificables también en el caso de las mujeres.

La más patente, la violencia directa, se materializa en el maltrato, el acoso, las agresiones, y la muerte de tantas mujeres.
La violencia estructural contra ellas es un proceso en cuyo centro se halla la dominación. Se deriva del lugar que ocupan en el orden económico y de poder hegemónicos. El que la pobreza en el mundo tenga rostro de mujer es violencia estructural contra ellas. También lo es que el poder con mayúsculas esté sesgado a favor de los hombres. En la mayoría de los países, ellos son quienes ocupan los cargos importantes, las presidencias de los gobiernos, las jefaturas de las iglesias, los puestos dirigentes de las instituciones y corporaciones. También es violencia estructural, por lo que tiene de incremento de pobreza y de carga de trabajo añadida, el que la mayoría de las familias monoparentales con hijos pequeños o mayores dependientes caiga bajo la responsabilidad de una mujer.

Finalmente, la violencia cultural contra las mujeres, simbólica y persistente en el tiempo, es la que legitima las otras violencias, la directa y la estructural. Se halla en la mayoría de las creencias religiosas, en las que la deidad es masculina, en las ideas sobre la naturaleza de la mujer elaboradas por la filosofía y la ciencia, que la situaron en niveles más cercanos a los animales –la naturaleza– que al ser humano racional; en la literatura y el arte, en las que predominan las obras donde la mujer es objeto de la mirada, en vez de sujeto creativo y autónomo.

El modelo de Galtung facilita la comprensión de los flujos causales que se establecen entre los tres tipos de violencia. Estos flujos circulan en todas las direcciones, pero el principal es el que va de la violencia cultural a la violencia directa pasando por la estructural. La desvalorización simbólica de la mujer (violencia cultural) la abocó históricamente a un estatus de subordinación y exclusión (violencia estructural), y esta marginación y carencia de poder favoreció su conversión en objeto de abuso físico (violencia directa).

La lentitud del cambio puede explicarse por el carácter profundo de la raíz principal, simbólica-cultural, de esta violencia. Por eso la organización en estos días del Foro Internacional Juventud y Violencia de Género, dirigido a los jóvenes y centrado en los aspectos culturales y mediáticos, es un acierto reseñable.

Carmen Magallón es doctora en Físicas y directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

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