Del consejo editorial

No es ojo por ojo, es ciento por uno

LUIS MATÍAS LÓPEZ

Periodista

Israel ha vuelto a demostrar que, más que el bíblico ojo por ojo prefiere el evangélico ciento por uno. El asalto en aguas internacionales a la flotilla con ayuda humanitaria que pretendía romper el ilegal bloqueo a Gaza ha mostrado una desproporción similar, en los medios empleados y el balance de víctimas, a las de las diversas Intifadas o la invasión de la franja de enero de 2009.

Más allá de la chapuza en la ejecución del abordaje, la operación ha sido un desastre político para Israel: liquida la relación especial con Turquía, desata protestas en todo el mundo, amenaza con resucitar el antisemitismo latente, desactiva el diálogo indirecto con los palestinos, irrita al amigo americano, alimenta las franquicias terroristas de Al Qaeda y da alas a Hamás. El control de Gaza por esta organización, en la lista de grupos terroristas de la UE, la convierte en clave de cualquier acuerdo, aunque sean los palestinos buenos de Mahmud Abbas (que sólo controla Cisjordania) quienes lleven hoy la voz cantante.
Israel, por discutible que fuera su implantación en una tierra que no estaba vacía, tiene derecho a existir como Estado, y con fronteras seguras. Pero eso no justifica que sus dirigentes violen las resoluciones de la ONU, conserven o amplíen los asentamientos judíos, conviertan todo Jerusalén en su capital, asfixien Gaza, asesinen a dirigentes de Hamás en el extranjero, hagan inviable un Estado palestino y maten moscas a cañonazos.
Ya no funciona el recurso de acusar de antisemita a quien ose criticar a Israel. Si este no quiere convertirse en un país universalmente odiado, tendrá que hacer las cosas de otro modo, atender a la opinión pública internacional, convencer antes que vencer.
Un buen comienzo sería levantar el bloqueo de Gaza, que ahoga a millón y medio de palestinos. Si el Estado judío no lo hace por iniciativa propia, la comunidad internacional debería obligarle, aunque eso, hoy por hoy, roza la utopía. Ojalá fuese capaz la UE de convertir en influencia política su condición de primer donante, pero hasta ahora ha jugado un papel irrelevante. Por eso, la máxima responsabilidad de torcer el brazo de Netanyahu y sus halcones recae en un Obama cada vez más exasperado, y líder del único país que realmente le importa a Israel, porque de él dependen su seguridad económica y su poderío militar. O sea, su supervivencia.

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