Del consejo editorial

Una líder reconocida para la agencia ONU Mujeres

CARMEN MAGALLÓN

Directora de la Fundación Seminario de Investigación para la Paz

Michelle Bachelet acaba de ser nombrada por el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, Secretaria General Adjunta de la nueva agencia ONU Mujeres, creada para impulsar con mayor eficacia las políticas de igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres en el mundo. Hay que congratularse doblemente: por la creación de ONU Mujeres y porque una líder reconocida, con experiencia política y con sensibilidad ante el sufrimiento –pues ha vivido en su propia piel la persecución y el exilio–, sea su directora.
La nueva agencia englobará a las que hasta ahora se ocupaban de estos asuntos: la División para el Adelanto de la Mujer (DAW), el Instituto Internacional de Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW), la Oficina del Asesor Especial en cuestiones de género

(OSAGI) y el Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM). En español hubiera encontrado más acertado denominarla Mujeres ONU que ONU Mujeres, pues esta última denominación suena a estructura paralela, algo que va en contra de la voluntad de transversalidad de las políticas de género.
La creación de ONU Mujeres, dentro de la reforma de la ONU, responde a la necesidad de tomarse más en serio, también en el terreno internacional, la acción conjunta de los distintos países ante la gravedad de problemas como la feminización de la pobreza, la trata o la escandalosa cifra de violaciones y mujeres muertas, tanto en países en guerra como en países en paz. Esa conjunción internacional es necesaria también para afrontar la desigual situación de hombres y mujeres en relación con la posesión de bienes, empleo, salarios, educación o salud. Y, desde luego, para impulsar el empoderamiento femenino, mejorar el reparto de poder
y escuchar lo que las propias mujeres organizadas están proponiendo.
Como estructura de poder e influencia dentro de la ONU, se espera que posibilite una mejor coordinación de las políticas de género y un reparto de fondos más equitativo. Lo cierto es que su creación estaba siendo reclamada desde dentro y fuera de la organización para tener más peso en la toma de decisiones y lograr más eficacia en los objetivos. Ahora toca esperar que su existencia no sólo se note en el sistema de la ONU, sino sobre el terreno, en la mejora de las vidas de tanta gente que sufre.

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