Coinciden los medios de derechas en que Zapatero ha fijado el 16 de junio, miércoles, como fecha para aprobar la reforma laboral porque ese día debuta la selección española contra Suiza. A regañadientes admiten que influye algo que el 17 y 18 de junio es la última oportunidad de ZP ante Bruselas como presidente de la UE. Difieren esos medios en si a la Roja hay que dejarla con ese apodo o cambiarlo por la Rojigualda, el color de la bandera patria. Se enzarzan en la pelea pese a que fue Luis Aragonés –un entrenador no de extrema izquierda– quien bautizó a la selección por la camiseta. Sea como fuere, por culpa de la tal Roja los conservadores tienen el corazón partío. Si Zapatero tiene baraka y triunfa España frente a Suiza, o, peor, si sale campeona de la primera fase en Sudáfrica, será un drama para la estrategia de los conservadores.

La euforia por los supuestos éxitos de la selección puede dar un impulso la economía. Si sacamos nuestros ahorros –de los más altos de Europa– y nos tiramos a consumir teles de plasma, de alta definición, de tres dimensiones, y a comprar alcohol y preservativos para celebrar la juerga, el consumo se nos puede poner en un pico. Por no hablar de lo grande: el negocio del merchandising y los resultados para los patrocinadores y las grandes superficies, que ya están con las campañas a tope.

¿Qué será de Rajoy, de la España desesperada, si los jugadores llegan a semifinales y despega la confianza de los españolitos durante al menos un par de meses? Apuesto a que algún colega extremoso y algún chico de Rajoy insinuarán que los muchachos ganaron el Mundial por antipatriotas, por no cambiar el mote a la Rojigualda.