Desde lejos

Aborto libre

Nunca me atrevería a afirmar con ligereza que soy partidaria del aborto. Sería tanto como decir que soy partidaria de la gripe o de la diabetes. El aborto es una agresión física y psíquica contra el cuerpo de la mujer. No conozco a ninguna que haya pasado por esa experiencia sin padecer miedo, dudas, angustia, sentimiento de culpa, malestar, dolores.

Ahora bien, me parece evidente que despenalizar definitivamente el aborto es un derecho absoluto. Y una necesidad que evita males mayores. Hay infinidad de razones, todas ellas respetables, que pueden conducir a una mujer a tomar semejante decisión. Por eso, me alegra saber que el PSOE, con el apoyo de BNG, Izquierda Unida y ERC, ha dejado ya sentadas en el Congreso las bases para una futura Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo basada en un sistema de plazos (probablemente, 14 semanas para el aborto libre). Ya era hora de que las mujeres nos librásemos de la obligación de justificar semejante hecho acogiéndonos a los famosos supuestos, que no han hecho más que crear complicaciones jurídicas para pacientes y médicos.

Ahora bien, queda pendiente un asunto que me parece fundamental: el número de abortos en adolescentes, que no hace más que crecer. Es indeseable que tantas chicas tengan que pasar por esa experiencia traumática pese a existir tantos métodos preventivos. Por eso me parece fundamental que, junto con la adecuación de la Ley del Aborto, se intensifique la educación sexual en los colegios, se facilite el acceso a la píldora del día después, se abaraten los preservativos, se aumente el número de centros de planificación familiar, etc. Y que dejen de tratar de imponer sus convicciones morales quienes, desde la derecha y la Iglesia, siguen creyendo que el mundo debería ser como ellos han decidido que sea.

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