Desde lejos

Viva el Tour

Me entusiasma el debate que ha tenido lugar estos días en el Tour de Francia. El hecho de que se pueda discutir si Alberto Contador hizo bien o no siguiendo su camino hacia el maillot amarillo mientras su rival Andy Schleck sufría un leve problema mecánico demuestra que en ese deporte todavía ocurren cosas imposibles de imaginar en cualquier otro. Los futbolistas, por ejemplo, pueden agredir sin más consecuencias que una tarjeta en el mejor de los casos. Pero en el ciclismo se puede dudar de la honestidad de una victoria si el triunfador no ha sido lo suficientemente caballeroso.
Esa es una de las razones por las que me gusta tanto. Esa y también la forma como las banderas de multitud de países y regiones se agitan saludando el paso de cualquier corredor, sea de donde sea, y no sólo el de sus nacionales. Y, por supuesto, el esfuerzo de todos esos hombres que luchan durante horas contra la montaña y el pavés, contra el sol y la lluvia y, sobre todo, contra la atroz resistencia del cuerpo, el límite de los músculos, el latido exagerado del corazón, el ahogamiento de los pulmones. Héroes.

Ahí están emocionándonos hasta las lágrimas Contador, Schleck, Samu Sánchez, los tres que probablemente ocuparán el podio en París el próximo domingo. Y ese
Armstrong magnífico, quizás el mejor corredor que haya visto nunca el ciclismo, batallando a pesar de sus 38 años, a pesar de no ser ya el vencedor más extraordinario de la historia, pero aún demostrando que tiene sangre y coraje y energía. Gane quien gane, vivan los ciclistas, todos y cada uno de ellos, y viva el espectáculo prodigioso del Tour.

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