Dominio público

El contexto político del himno europeo

Vicenç Navarro

VICENÇ NAVARRO

01-21.jpgExiste un debate en los círculos de música clásica, a los dos lados del Atlántico, sobre la adaptación de la Novena de Beethoven como himno de la Unión Europea. La Novena, una de las piezas musicales más bellas que se hayan escrito, es, junto con los versos de Schiller, un canto a la fraternidad y a la solidaridad. Su adaptación al himno de la Unión Europea, sin embargo, es otro cantar. Con la adaptación se cambió el estilo original, lo cual ha creado un debate que ha pasado desapercibido en España. En nuestro país tal himno se presenta como la Novena sin más, con los versos de Schiller. Así se presentó en Televisión Española durante el concierto de la presidencia española en la Unión Europea que se celebró en el Palacio Real y que fue presidido por el rey de España y las máximas autoridades del Gobierno español y de las instituciones de la Unión Europea. Pero hay más en el himno europeo de lo que aparenta.

Contemos primero la historia y veamos cómo una adaptación de la Novena se convirtió en el himno de Europa. La Novena fue presentada al público por primera vez en Viena, Austria, en el año 1824. Y la primera vez que apareció (en una versión modificada) como el símbolo de Europa fue en el Berlín Occidental el 8 de julio de 1971, cuando, por encargo del Consejo de Europa, se modificó y recompuso (tanto en su cadencia como en su narrativa) para su presentación en sociedad, representando a tal Consejo. El encargado de hacer la modificación fue el director de la Filarmónica de Berlín, Herbert von Karajan, quien unió distintas piezas de la Novena para transformar la Oda a la alegría (la Novena) en el himno oficial del Consejo de Europa.

El nuevo himno europeo se presentó por primera vez el 5 de mayo (Día de Europa), en el canal Eurovisión, con la bandera azul y las estrellas como fondo para la orquesta de Karajan. En realidad, Karajan, que había escrito una nueva versión de la Novena, con un nuevo texto musical, tenía el copyright y, debido a ello, el himno le pertenecía.

Hasta aquí todo parece normal, excepto por el hecho de que un músico que prepara un himno por encargo de una institución se quede con los derechos de autor. Pero por lo visto Karajan era amigo del presidente del Consejo de Europa, Toncic Sorinj, quien le había hecho el encargo. Sorinj había nacido en Viena en 1915, era de familia aristocrática, miembro activo del Partido del Pueblo Austriaco (OVP) y ministro de Asuntos Exteriores del Gobierno austriaco hasta que fue sucedido por su amigo Kurt Waldheim, futuro secretario general de las Naciones Unidas. El lector recordará que hubo un escándalo mundial con este último cuando se descubrió que había sido miembro de la Wehrmatch nazi.

A partir de aquel escándalo, se ha ido destapando una red de ex nazis (es decir, de miembros activos del Partido Nazi alemán) que constituían un entramado dentro del OVP, cuya ideología ultraderechista alarmó en su día al propio Consejo de Europa. Es en este contexto en el que se descubrió que Karajan había sido miembro del Partido Nazi desde 1935 a 1945. En realidad, ya en abril de 1933 había intentado alistarse en el Partido Nazi. En 1946, el comité de desnazificación austriaco le había interrogado por su pertenencia a aquel partido. Pero como a otros muchos ex nazis, las derechas en Alemania y en Europa les dieron la bienvenida para alistarles en la Guerra Fría. En este contexto, Karajan modificó la Novena para darle un tono militar, no sólo en su cadencia, sino también en sus instrumentos, pasando a dar más protagonismo, por ejemplo, a las trompetas y menos al violín. La suavidad y gentileza de la Oda original fue sustituida por un tono marcial. Como bien señala Esteban Buch –profesor de Historia de la Música en L’École des Hautes Études en Sciencies Sociales de París– en su artículo publicado en la revista de izquierdas estadounidense Dissent en octubre de 2009 (la versión inglesa de otros artículos escritos por este autor se puede encontrar en otros foros, incluido Le Monde), la Oda a la alegría se transformó en una pieza musical distinta de lo que Beethoven y Schiller habían hecho y con una intención diferente: se instrumentalizó tal composición en un proyecto de la Guerra Fría. Enfatizando tal instrumentalización, el himno se presentó, por primera vez, en el Berlín Occidental, originando una protesta de Alemania oriental, que se quejó de la burda manipulación de Beethoven y Schiller en aquella guerra.

Una vez terminada la Guerra Fría, se están descubriendo las relaciones entre la derecha europea y el nazismo en su lucha ideológica, motivo del debate que está teniendo lugar en centros culturales y políticos europeos y que es aún desconocido en España. Como se preguntaba el profesor Esteban Buch en su artículo: "¿Qué hacían tantos ex nazis en la vida cultural y política del llamado mundo democrático configurando algunos de los símbolos de la Europa democrática?". No es una Europa vertical y jerárquica marcial, sino horizontal, democrática y participativa la que debiera promoverse.

En mi opinión, esta verticalidad y jerarquía marcial apareció con toda su intensidad en la gala del Palacio Real citada anteriormente. Cuando el rey entró en la sala, todo el público (repito, cada uno de los asistentes al acto) se levantó y aplaudió al monarca para, después, callados y firmes, cuadrarse en frente de la Marcha Real, una marcha de ejército borbónico (que se conoce en España como Himno nacional). Esperemos que el himno de Europa (con el que terminó el acto) no se transforme en un himno vertical y jerárquico, como lo es el español. Y que el presidente de Europa no evoque el espíritu de servilismo y vasallaje que se expresó hacia el rey en aquel acto. Europa (y España) se merecen algo mejor, eliminando el carácter marcial de la bellísima Novena. En España (donde, todavía hoy, la Corte Suprema acepta una querella del partido fascista Falange Española de las JONS en contra del único juez que se ha atrevido a llevar a los dirigentes del régimen dictatorial fascista a los tribunales) se necesitan también cambios muy sustanciales en su escasa cultura democrática, incluyendo sus símbolos como el himno nacional.

Vicenç Navarro es catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas Universidad Pompeu Fabra

Ilustración de Mikel Jaso

Más Noticias