Dominio público

El poder en el armario

Miguel Ángel López

MIGUEL ÁNGEL LÓPEZ

dominio-07-03-2008.jpgHace cuatro años un emisario del Estado Vaticano advertía a un miembro del partido socialista, ya gobernante, que se cuidaran muy mucho de aprobar la legislación que permitiera el matrimonio a los homosexuales, tal como habían anunciado. La amenaza no era en vano: si se aprobaba la ley, no habría descanso para el Gobierno español por la oposición que ejercerían, no sólo religiosa, sino también por la política, con todas sus fuerzas y por el tiempo que hiciera falta.

Un chantaje en toda regla. Real como las permanentes injerencias del estado papal que, no sólo incumple resoluciones internacionales de la ONU, sino que trasgrede, como la mayoría de las principales religiones, valores universales como la democracia o la igualdad de sexos. Así como traiciona su propio mensaje cristiano alejado del poder y del mundo material. Parabienes terrenales a los que nunca han hecho ascos, gracias a la complicidad de estados mediterráneos y latinoamericanos, donde se perpetúan ingentes privilegios económicos y culturales que nuestros gobernantes no se atreven a eliminar por el miedo a la influencia que ejerce el catolicismo.

Es justo reconocer la inusual valentía de un gobernante como Zapatero que, ante la sorprendida comunidad internacional, y con el apoyo de todas las fuerzas políticas menos la derecha, ha aprobado la ley de matrimonio más avanzada del mundo. Hecho que sitúa a España como líder del grupo de cabeza con Holanda, Bélgica y Canadá, por delante del resto de legislaciones de otros tantos países, que sólo han aprobado uniones civiles sin la adopción.

Pero el viaje no iba a salirle gratis al impredecible Zapatero, al igual que en los casos de la salida de Irak o la tregua de ETA: los jefes occidentales del poder político y religioso, Bush y Ratzinguer, le juraron una venganza que dejarían en manos de sus verdugos locales, Rajoy y Blázquez. Marionetas a su vez de los ideólogos del integrismo en la retaguardia, Aznar y Rouco. Todo un teatro de, éstos sí, titiriteros de la moral, con el que tapar ante los ciudadanos los desmanes políticos de las guerras y los negocios de los neo conservadores. Al tiempo que encubrir el descrédito de una jerarquía católica empantanada en su anacrónica visión del mundo, los múltiples casos de pederastia y los chiringuitos financieros silenciados como el de Gescartera. Agujeros pendientes de reabrirse con nuevas investigaciones acerca de las sociedades de inversión de las que el nuevo cabeza de la Conferencia Episcopal ha sido presidente y los obispos consejeros de administración.

Insisto, la amenaza del emisario del Papa no fue en vano. La máxima relevancia de la fuente de la información erizaría los pelos a más de uno. La
coincidencia con la realidad no parece ninguna casualidad vista la campaña mediática y política contra el presidente español, con la que deslegitimar la soberanía popular que lo eligió democráticamente. Todo por aprobar la igualdad para los y las homosexuales y, obviamente, por las aún mayores desobediencias del quijotesco leonés ante los poderes establecidos.

Pero supongamos que todo esto sólo sea una confabulación chavista ideada por Llamazares. Supongamos que el rojo, mentiroso y terrorista Zapatero sea culpable del fin de la familia, de la ruptura del Estado, del atentado del 11-M o hasta del calentamiento global. Y supongamos que la niña de Rajoy existe. ¿Cuesta más esfuerzo creer en lo que hemos visto los españoles con nuestros propios ojos durante la última legislatura?

¿Hace falta repetir al ciudadano informado las manifestaciones de los obispos, junto con la plana mayor del PP, en contra de los homosexuales? ¿La justificación de los abusos a menores por el prelado de Tenerife? ¿La incitación a la violencia homófoba por los voceros del Opus Dei que, por cierto, podría ser delito con la nueva ley contra la discriminación propuesta por el PSOE? ¿El insulto de organizaciones como Hazte Oír a los padres y madres de las familias de gais, lesbianas y transexuales a los que se juzga de inmorales por adoptar niños? ¿El incumplimiento de su deber por parte de jueces y funcionarios al negarse a casar parejas del mismo sexo? ¿O la criminalización ultra conservadora del fin pedagógico de medidas como la asignatura de Educación para la Ciudadanía?

No hace falta recordar lo que se ha hecho patente ante el veredicto de las elecciones: la amenaza del propio líder popular y de Zaplana de cambiar la ley que nos ha restituido el orgullo de ser españoles iguales en derechos. Sustentada por el recurso ante el Tribunal Constitucional, en el que se descalifica nuestra sexualidad como actos deshonestos. Pero luego dicen que no están en contra de nuestro colectivo. No se cansan de mentir una y otra vez, afirmando lo contrario de lo que realmente hacen. Al igual que en todos los asuntos en los que su cobardía tanto les hace pecar, en su único afán de lograr el poder a toda costa. Se llenan la boca con esa patética justificación que nos hace temblar, o reír, cada vez que aflora su hipocresía cuando aducen los muchos amigos gais que tienen. Para, a renglón seguido, cuestionar la denominación universal del matrimonio o aludir a los derechos del niño adoptado frente a los de las personas homosexuales, como si tales argumentos no tuvieran la misma validez para las heterosexuales.

La lucha por nuestros derechos es una causa que ha hecho suya la sociedad entera. Una transformación colectiva protagonizada por hombres y mujeres que han salido del armario en tropel, hartos del miedo al rechazo y a una discriminación histórica. Pedro Zerolo, que ha sido capaz de liderar la normalización desde la fuerza de la razón, es ahora la diana en la que muchos disparan su homofobia hacia la población LGTB. Pero, que no se equivoquen, los que se odian a sí mismos nos van a encontrar: votando por la igualdad, la laicidad y la libertad a las que ya nunca vamos a renunciar.

Miguel Ángel López es Editor de la revista ‘Zero’

Ilustración de Javier Olivares

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