Dominio público

Madrid libre y Barcelona aburrida

ANA PARDO DE VERA

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

"Barcelona es muy aburrida". Con este argumento, un francés sin mascarilla justifica su viaje del último fin de semana a Madrid y no a Catalunya para salir de juerga. Las periodistas Adriana Delgado e Irene Casado (SER) se infiltraron es una juerga de ciudadanos/as franceses, a la que se unieron irlandeses y españoles, y que no acabó con el toque de queda (a las 23:00h en la Comunidad de Madrid), sino que continuó en un piso de alquiler turístico en la Plaza de Santa Ana cuyas imágenes provocan sonrojo y cabreo a partes iguales. La disculpa, pues, de que los extranjeros vienen a emborracharse al Museo del Prado y a la Biblioteca Nacional porque el aeropuerto de Barajas está abierto se la cargó de un plumazo el dicharachero parisino: vienen a Madrid porque solo en Madrid se dan las condiciones que propician juergas el fin de semana entero a precios irrisorios.

Lo que nos faltaba por ver es una Magaluf (Mallorca) en la capital de España y de la pandemia, pues la Comunidad es ya la primera autonomía en cuanto a incidencia con 241 casos por cada 100.000 habitantes en 14 días; la primera, de nuevo, en cuanto a porcentaje de pacientes covid en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), con un 34,29%; y la primera del país en la que más rápido crecen los contagios. Cuatro de cada diez contagiados en España están en Madrid y el desastre pinta peor después de Semana Santa, cuando se tengan los datos de la juerga continua en el comienzo de la cuarta ola. ¿Qué son 14.496 muertos a 26 de marzo frente a la libertad del juerguista consumidor?

Qué pena Barcelona, tan "aburrida"... Ya lo había advertido Isabel Díaz Ayuso allí ("Pobres catalanes") en plena campaña para las elecciones del 14-F y logrando más votos para Vox, que al final, son los votantes de la candidata del PP de Madrid. Hoy no existe persona alguna que pueda distinguir entre ambos mensajes, PP de Madrid y Vox, para las elecciones del 4 de mayo: ultraderecha vs. ultraderecha.

No parece, sin embargo, que al PSOE le preocupe mucho la ultraderecha, por más que se masque la tragedia. Si fuera así, nadie habría tenido el santo coraje de sugerir al candidato Gabilondo que dijera que no pactaría con "este Iglesias". Más allá de que suena a chiste malo que la izquierda se ponga vetos entre sí, rodavía resulta más incomprensible que los socialistas crean que por vetar al candidato de Unidas Podemos en Madrid, los otrora votantes de Ciudadanos vayan a escoger en tromba a Ángel Gabilondo en vez de a la presidenta madrileña que tuvo a Ignacio Aguado de vicepresidente y que lleva a Toni Cantó en las listas, esto sí, en contra del criterio de Ayuso, que no quiere enviados de Teodoro García Egea.


Si hay un lugar donde Vox tiene la posibilidad de cogobernar es en la Comunidad de Madrid; de hecho, ya lo hace el trumpismo del PP que representa la jefa del Ejecutivo madrileño. España es el único país de Europa donde se puede ser de izquierdas sin ser antifascista, repetimos atónitas una y otra vez, aunque parezca la mayor de las incoherencias políticas. Después de todo lo que hemos pasado en la capital con los murales feministas, la placa y el monumento de Largo Caballero,..., resulta que Pablo Iglesias es un "extremista" por presentarse de candidato a la Presidencia madrileña para tratar de expulsar de una vez por todas a la ultraderecha de las instituciones. Y lo tenemos que oír del candidato del mismo partido que cogobierna con Unidas Podemos en España. Ajá.

En la Comunidad de Madrid solo hay dos opciones: o la ultraderecha trumpista o una coalición progresista que emule a la del Ejecutivo nacional. Y esta coalición progresista tiene un problema, porque para la investidura -en su caso-, el único nacionalismo que se presenta a las elecciones es el retrógrado nacionalismo español casi unido ante el 4-M, con permiso del menguante Ciudadanos. No hay territorios, no hay mayorías variables. La amenaza es de tal calibre que España corre el riesgo de implosionar con una capitalidad (institucional y económica, el "esqueleto" y el "músculo" respectivos que siempre quiso Aznar) vendida a los neofascismos y a las elites. De gobernar en Madrid (y en Murcia) a hacerlo en España, hay un paso; un paso que pasa, dicho sea, por la pandemia, por una crisis económica, laboral y de desigualdad inédita; por una situación de frustración, ira y desesperanza donde cala con fuerza el mensaje del trumpismo, que es el fascismo del siglo XXI. La ultraderecha pide paso para gobernar Francia, con un Macron que no sabe si podrá hacerle frente en las próximas presidenciales; ha paralizado las ayudas europeas con su recurso ante el Constitucional alemán pese a su aprobación parlamentaria; en la UE se murmura aún en voz baja sobre la posible expulsión de los iliberales Hungría y Polonia... Pero aquí el "extremista" es el que advierte de esta peligrosísima amenaza global llegando a abandonar una Vicepresidencia Segunda de un Gobierno nacional, un gesto sin precedentes en la democracia postfranquista. ¿De verdad creen que la amenaza a la convivencia es el independentismo catalán y no la ultraderecha madrileña? Por favor.

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