Dominio público

No somos el medio más leído

Virginia Pérez Alonso

Directora de 'Público'

No somos el medio más leído
El comisario jubilado José Manuel Villarejo, comparece en la Comisión del Congreso que investiga la ‘operación Kitchen’, en el Congreso de los Diputados, a 20 de octubre de 2021, en Madrid (España).- EUROPA PRESS

En las últimas horas hemos destapado en Público una información de gran relevancia. Villarejo, el rey de los tejemanejes más turbios de la democracia más reciente, le relató ni más ni menos que al secretario de Estado de Interior que había mantenido una reunión en Génova con Mariano Rajoy siendo este presidente del Gobierno. El secretario de Estado recogió esa revelación de manera natural, sin ponerla en duda.

Estamos ya más que acostumbradas a que informaciones nuestras de calado sean omitidas por la mayoría de medios; incluida esta, que afecta a un presidente del Gobierno intentando presuntamente maniobrar con un comisario corrupto para que la documentación comprometedora para el PP que guardaba Bárcenas no saliera nunca a la luz.

Por esta y otras razones, como directora de un medio en el que trabajan más de 60 personas creo que debo compartir con vosotros algunas reflexiones que os apelan directamente como lectores y lectoras.

Según el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), Público es el sexto medio preferido por los ciudadanos para informarse (ComsCore, el prácticamente extinto medidor oficial, nos sitúa en el top 20 de medios generalistas). En efecto, no somos el medio más leído de este país, aunque podemos decir que no nos defendemos mal. Sobre todo, porque cualquiera de los diarios que tenemos por encima cuentan con una redacción que, como mínimo, dobla en tamaño a la de este periódico.

¿Por qué Público tiene una redacción más pequeña? La razón es sencilla: no genera los ingresos suficientes como para tener una redacción más grande. Y de nuevo los motivos que explican esto no son difíciles de entender. Hoy los periódicos reciben ingresos por una doble vía, básicamente: publicidad (en todas sus variantes: institucional, programática, convencional, branded content) y lectores vía suscripción o muros de pago.

Pero cuando un periódico destapa las cloacas del Estado y pone el foco en la compleja urdimbre tejida por actores principales de una democracia que juegan al filo de la navaja, cuando saca a la luz negocios como mínimo sospechosos entre grandes empresas, políticos, periodistas y policías de dudosa reputación, se arriesga a ser condenado a la marginalidad por cualquiera que ostente una mínima cuota de poder.

Esto es ni más ni menos lo que sucede con Público. Es un medio incómodo porque pone sobre el tapete asuntos que escuecen a demasiada gente. Y lo hace, además, atendiendo a los estándares éticos y profesionales más exigentes –el buen periodismo y la ética deben caminar necesariamente de la mano–; posiblemente por eso, aunque intenten tumbarnos a base de querellas, las ganamos todas o prácticamente todas.

Pero todos estos procesos judiciales tienen un coste económico elevado, aunque acaben ganándose: abogados, procuradores, etc. Precisamente este es el sentido de la mayoría de las querellas que recibimos: callarnos a base de estrangularnos financieramente. Si a esto se une la merma en ingresos publicitarios que percibimos en comparación con otros medios de nuestro tamaño por las razones mencionadas, la conclusión es que están a un paso de conseguir lo que se proponen: acallar la voz de Público.

El castigo muestra también otras caras, que se suman al deseo, cada vez más colectivo, de que dejen de publicarse de una vez por todas asuntos de la trama Villarejo, no vayan a salpicar también al apuntador. Desconozco si estos son los motivos por los que otros medios no hablan de muchas de las informaciones relevantes que publicamos. Pero esa es una realidad fácilmente constatable. Busquen si no cuántos medios se hicieron eco en España de la serie de exclusivas que publicamos este verano sobre el origen de la fortuna de Juan Carlos I. Les costará encontrarlos. Lo mismo con la exclusiva publicada en la madrugada de este miércoles.

Frente a este silencio, la paradoja. Varias de las preguntas clave lanzadas a Villarejo por los grupos parlamentarios durante su comparecencia en la comisión de investigación sobre el caso Kitchen en el Congreso estaban basadas en las informaciones de un único medio de comunicación: Público. Ese medio que Villarejo ha dicho no leer y que ha calificado como "máquina trituradora".

Sí, el comisario más famoso al sur de los Pirineos está en lo cierto: somos una "máquina trituradora" de corruptos (presuntos) y de falsos servidores públicos que utilizan el dinero de los impuestos de todos para su propio beneficio, sea económico, sea político. Y vamos a seguir siéndolo porque aquí no nos jugamos solo la supervivencia de un periódico, sino los cimientos de nuestro sistema democrático.

Por eso me dirijo a vosotros, lectoras y lectores, porque está en vuestra mano que podamos seguir publicando investigaciones como estas y haciendo nuestro trabajo, que no es otro que ejercer un contrapeso al poder, tenga este el nombre que tenga.

Si nos lees habitualmente, ya nos conoces y sabes cómo trabajamos. Si lo haces ocasionalmente, te invito a pensar en esto: cada pieza de investigación sobre las cloacas del Estado ocupa, como mínimo, a dos personas de nuestro equipo durante un tiempo aproximado de siete jornadas laborales.

Tenemos aún incontable material por investigar y analizar. Y es clave que podamos sacar este trabajo adelante cuanto antes para que quienes se han aprovechado del sistema durante décadas rindan cuentas ante la ciudadanía, ya sea en sede parlamentaria o en los tribunales. Pero necesitamos de tu apoyo y de tu compromiso para poder seguir investigando como lo hemos hecho hasta ahora. No somos el periódico más leído del panorama español, pero tú puedes ayudarnos a seguir siendo el más incómodo. Al fin y al cabo, si no molesta, no es periodismo.

(Puedes apoyarnos aquí).

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