Dominio público

Reforma laboral, sífilis y capitalismo

Ana Pardo de Vera

Hace poco más de seis años, un mes de noviembre de 2015, Jordi Évole entrevistaba por segunda vez al expresidente de Uruguay, Pepe Mujica, en su chacra de los alrededores de Montevideo. Durante la primera charla de ambos para el programa Salvados, Mujica era presidente; durante la segunda, lo había dejado hacía ocho meses con unos índices de popularidad muy elevados, aunque, según él mismo confesó a Évole, fueron muchas las cosas que no pudo hacer durante su mandato (2010-2015)

En buena parte, Mujica culpaba al capitalismo por habérselo impedido y entre todas las frases memorables que pronunció durante esa conversación, me quedé con ésta por su expresividad: "La sífilis es evitable, el capitalismo todavía no". Era 2015 cuando lo dijo, en España tratábamos de recuperarnos del estallido financiero de 2008 y no éramos ni remotamente conscientes de lo que se nos venía encima cinco años después, con una pandemia mundial de la que aún no hemos salido. Mujica admitía, sin andarse por las ramas ni poner paños calientes, que luchar contra el capitalismo es duro y frustrante, y muchas veces, encima, inútil.

He recordado esta frase de Mujica escuchando y leyendo a unos y a otras sus conclusiones sobre la contrarreforma laboral pactada entre Gobierno, sindicatos y patronal y que cuenta con pocos amigos entre los socios de izquierdas (Más País y Compromís), nacionalistas e independentistas (ERC, PNV y EH-Bildu), cuyo apoyo es necesario para que el proyecto del Ejecutivo -y la medida estrella de la ministra de Empleo, Yolanda Díaz- salga adelante. Las negociaciones están en marcha en el Congreso y, pese a las advertencias de CEOE, CC.OO. y UGT sobre no tocar una coma a lo pactado, me sorprendería que la vicepresidenta segunda no guardara un as en la manga para rematar la faena, pues en este momento que escribo, las posiciones entre los partidos citados y el Gobierno de PSOE y Unidas Podemos parecen poco conciliables.

La negociación de la reforma laboral lleva nueve meses sobre la mesa y, más allá de las cuestiones técnicas, Gobierno y socios parlamentarios, como mínimo, sabían que había dos opciones: una contrarreforma con sindicatos y CEOE, la niña mimada de Mariano Rajoy en la reforma laboral de 2012, que echó a UGT y CC.OO. de la mesa de diálogo, o una reforma pactada solo entre Ejecutivo y sindicatos, excluyendo a la patronal y arrancándole de golpe todos los privilegios que le regaló el PP y que provocaron, sobre todo, el descenso a la precariedad y la pobreza laboral rampantes hoy. Esto último, un pacto entre Gobierno y trabajadores que contenga todas las reivindicaciones de la izquierda en materia de derechos laborales, es lo que ahora mismo reclaman los socios. No lo dirán con estas palabras, pero saben que si se cumple punto por punto la derogación fáctica de ["todos los aspectos lesivos de"] la reforma laboral de 2012, la CEOE abandonará la mesa.


¿Es "no evitable", citando a Mujica, que la patronal participe de este acuerdo de 2021 cuando en 2012, con el PP en La Moncloa, ambos aceptaron una mesa sin representación de los y las trabajadoras y ausencia total de remordimiento en plena crisis económica? ¿Acaso peligran los fondos europeos si la CEOE abandona el acuerdo? ¿Es preferible un pacto que incluya a los empresarios y que dé largo recorrido a esta reforma para que, si Pablo Casado llegara a gobernar con la ultraderecha Vox, se mantenga la protección laboral conseguida ahora y no volvamos al escenario de hace nueve años o peor? ¿Por qué los gobiernos y las oposiciones progresistas se empeñan siempre en el acuerdo con la derecha mientras en España, el PP revienta los consensos sin ningún tipo de pudor en cuanto tiene ocasión? ¿Es el consenso a toda costa un complejo del PSOE -efecto secundario del bipartidismo muerto- o es una responsabilidad exigida a cualquier gobierno? ¿Qué redunda en mayor beneficio del interés general, una reforma laboral con la CEOE o sin ella?

Todas estas preguntas carecen de respuesta en este momento o, al menos, aún no se nos han ofrecido. La negociación parlamentaria está en curso y, sea cual sea el resultado, y aparte de las cuestiones técnicas muy bien explicadas, la gente trabajadora debería saber cuál es la ventaja de tener a la CEOE en la mesa frente a no tenerla y, como aseguran los socios parlamentarios del Gobierno y otros muchos actores sociales, avanzar (más) en derechos laborales. Se llama pedagogía y ésa sí que debería ser "no evitable"; a Mujica le funcionó muy bien y, sobre todo, le diferenció del resto. Para bien.

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