La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz, eligió un buen día para anunciar que inicia el proceso de conversaciones y escucha con distintos sectores sociales para, transcurridos seis meses, presentar su candidatura a la Presidencia del Gobierno. O no.
A nadie se le escapa que Díaz maneja su agenda, sus tiempos y sus propuestas rodeada de un pequeño pero eficaz equipo de colaboradoras, sobre todo, y que seguramente, sus potenciales aliados de partidos políticos recibirán algunas consultas sobre el proceso y poco más. De cómo asuman los partidos a la izquierda del PSOE esta nueva configuración electoral, que puede salvar de la posible futura irrelevancia al actual Unidas Podemos, dependerá también que Díaz dé el paso. O no.
En este sentido, no está de más recordar las palabras de Pedro Sánchez en el Congreso sobre las formas en las que se dirimen las diferencias entre los socios de coalición de Gobierno: "Lo que desmoviliza a la izquierda es que nos afanemos, en alguna ocasión más de lo debido, en subrayar las diferencias y no las alianzas". Está bien, además, que el presidente del Gobierno utilice la primera persona del plural, porque a la hora de discrepar de los planes de unos u otros ministerios, en función de las siglas que los ocupan, ni PSOE ni Unidas Podemos son inocentes, con razón o sin ella.
Yolanda Díaz ha anunciado que Sumar empieza su andadura el 8 de julio, coincidiendo con el Día del Orgullo LGTBI. Es difícil creer que la elección sea casual por cuanto el elemento de igualdad y diversidad que conlleva, santo y seña de cualquier política que se diga de izquierdas. Pero, sobre todo, la elección de la vicepresidenta del día de ayer para anunciar que Sumar se activa el 8 de julio coincide con una jornada histórica para el avance en los derechos laborales de todos y todas las trabajadoras. Y ella es la ministra del ramo.
El Congreso aprobó este jueves la ratificación del convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajo decente de las trabajadoras (90% del total) y trabajadores domésticos, un paso histórico. Esta ratificación implica equiparar los derechos de este sector al del resto de trabajadores, aunque hay un proceso de adaptación normativo de doce meses de plazo. La noticia no ha abierto los informativos, aunque debería; si todo va como Díaz y su equipo explican, este reconocimiento a un sector imprescindible de nuestra sociedad de bienestar supone toda una declaración de intenciones del camino que comienza y por dónde empieza.
Pero hay más. La petición de Sánchez a sus socios sobre bajar la tensión pública de las diferencias de la coalición no es casual tampoco. El presidente se ha convertido en el mayor interesado en que el proyecto de su vicepresidenta segunda salga bien; o él no repite en La Moncloa. Que a la izquierda le penaliza la división interna lo sabe (y lo demuestra) la Historia, nada nuevo. Que el jefe del Ejecutivo lo verbalice con esa contundencia en el Parlamento hace pensar que la situación para las generales de 2023 (o 2024) consta como "muy delicada" en los análisis monclovitas.
Este jueves también, con los apuros propios de un Gobierno en minoría y de coalición, el Congreso aprobó cinco iniciativas legislativas y un decreto, el que limitará los precios de la energía y que el PP decidió no apoyar. El PP de Feijóo, sí, al que le dicen "de Estado", ha decidido ignorar el visto bueno de Bruselas y dar el visto malo al decreto con una mísera abstención. ¿Lo entienden? Yo tampoco.
Está por ver cuáles son los efectos de todas estas medidas -y de un escudo social que ha evitado que la desigualdad creciera un 80% durante la pandemia- en el electorado desmovilizado de izquierdas. Este ha recibido, sin embargo, un varapalo considerable con la decisión de Sánchez sobre el Sáhara y la contudencia de la respuesta de Argelia, con la que el Ejecutivo no contaba. Habrá que ver cómo resulta el apoyo de la UE a España, incluso de EE.UU., y cómo impacta la información sobre los informes del CNI y el posible chantaje de Marruecos a España con el Sáhara, que -este jueves también- desvelamos en Público. El problema no es Argelia, es y seguirá siendo Marruecos, y cuanto antes se asuma, mejor.
¿Es posible de aquí a 2023 (o 2024) una movilización sustancial de la izquierda con Yolanda Díaz, que sería la primera mujer candidata a la Presidencia del Gobierno? Es posible, pero no depende solo de ella. Y ese puede ser el problema o la solución a la vez. Veremos.
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