No sé si a ustedes les ha ocurrido en algún momento, a mí me produce vértigo. Esa sensación de reconocer el presente como si fuera pasado; de adivinar el futuro más próximo; de ir unos instantes por delante del mundo. Los franceses lo llaman déjà vu (lo ya visto), y así se conoce en el resto del mundo. No se acaba de explicar con exactitud el fenómeno neurológico que lo produce, pero a la literatura le ha dado miles de alegrías y a las charlas entre colegas un motivo para la risa.
Durante estas últimas jornadas, en las que la corrupción ha vuelto a la primera página de los periódicos y abre telediarios, uno tiene la sensación de regreso a un pasado que no siempre fue mejor: un déjà vu. Aquellos tiempos en los que las tramas corruptas y las causas judiciales sobre las mismas componían, por sí solas, una sección informativa en los medios de comunicación.
Los estudiosos llegan a diferenciar entre esas sensaciones que simulan haber vivido una experiencia que está sucediendo ahora mismo: distinguen entre el déjà vecu (lo ya vivido), cuando es más intenso y se perciben más detalles todavía que en cualquier déjà vu; el déjà senti (lo ya sentido), que tiene menos relación con la realidad y más con lo mental; el déjà visité (lo ya visitado), que implica el reconocimiento de un lugar nuevo como si ya se hubiera estado en él, como Nueva York, que cuando vas, crees que ya lo has visto por las películas.
Un lugar común es lo que ya hemos conocido del 'caso mediador'. Una idea que, salvo las generaciones más jóvenes, a la mayoría del resto de población nos retrotrae a unas calles que ya hemos pisado, una melodía que hemos escuchado, un déjà vecu, senti y visité. Lo que empezó salpicando al PSOE, al ser el ya exdiputado socialista Juan Bernardo Fuentes Curbelo (junto con el ya en prisión general de la Guardia Civil Francisco Espinosa Navas) el rostro más reconocido de esta historia, ya implica también al PP.
Este jueves conocíamos cómo también administraciones dirigidas por los conservadores estaban implicadas al 'caso mediador' a través de contratos públicos. La revelación de esta trama está siendo exprimida por la derecha y ultraderecha política y mediática hasta la saciedad, pues han visto un filón para atacar al PSOE (y a la izquierda en general por la falta de moralidad de algunas de las reuniones desveladas hasta el momento) en vísperas de una precampaña electoral que durará meses. Ahora, tendrán que torear también con lo que les afecta.
Esto último le confiere relieve a la actualidad, un prisma diferente para el 'caso mediador'. Por un lado, vivimos un déjà vu al contemplar cómo ha sido la corrupción lo que ha resucitado al viejo bipartidismo: PSOE y PP tirándose la corrupción a la cabeza, como en los 90 o la primera década de los 2.000. Por otro, observamos a una prensa ultra que no tiene ni el más mínimo reparo en usar lo que sea para hundir al adversario, atacando cualquier faceta de la vida, y esto cada vez es una característica más descriptiva del presente. Las malas artes que durante años se pusieron en práctica con activistas o políticos independentistas o de la izquierda alternativa como Podemos cada vez se normalizan más contra el propio PSOE.
El 'caso mediador' dará que hablar mucho todavía. En el PSOE (aunque también en el PP, donde se empeñan en reducirlo todo a las imágenes más obscenas del exdiputado Bernardo) están nerviosos, no salen las cuentas en pleno año electoral. Y entre el bipartidismo echándose en cara quién es más corrupto o los pseudoperiodistas ultras machacando a la izquierda más allá de los argumentos y las razones, uno cree vivir en un agujero de gusano que no descansa, un vaivén entre el pasado y el presente y el futuro. Un déja vu constante, un novedoso presente.
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