Dominio público

Uno de los misterios del 1º de abril

Ángel Viñas

Economista, diplomático e historiador español, especializado en la guerra civil española y el franquismo

El dictador Francisco Franco. Foto: EFEComo muchos lectores sabrán en un gran número de países europeos y no europeos el 1º de abril es el equivalente al día de los santos inocentes español. Incluso en periódicos y comunicaciones serias se introduce lo que los franceses denominan "poisson d´avril", el pez de abril.

A mí siempre me ha llamado la atención que en la inmensa literatura que en la dictadura celebró dicha jornada como "el Día de la Victoria" y que exaltados historiadores, periodistas y demás "pelotas" han estudiado en toda su minuciosidad hayan pasado por alto alguna de sus características menos obvias.

Por ejemplo, se ha afirmado que en aquella fecha Franco,  el "general superlativo", invicto y genial, forjador de la VICTORIA sobre las fuerzas del mal (y comunistas por añadidura), hubo de meterse por primera vez en cama. Una pequeña indisposición, de etiología no muy clara, le obligó a reposar.

Menos sabido es que, en la cama o saliendo de ella, Franco encontró las fuerzas necesarias para firmar su segunda Ley Reservada de la Jefatura del Estado. Fue una ley muy importante porque no se dio a conocer. No hay que buscarla en el Boletín Oficial del Estado. Los expertos jurídicos, de los que hay tantos en España, reconocerán inmediatamente lo que esto significa. Una contravención monda y lironda del venerable Código Civil de 1889 que regía en aquella fecha y que, naturalmente, preveía la publicación de todas las disposiciones legales, ya que en la medida en que fuesen conocidas su ignorancia no excusaría su incumplimiento

¿Por qué Franco recurrió a una Ley Reservada? No se sabe, aunque salió a la luz pública cuando un grupo de colegas y un servidor la revelamos en un mamotreto sobre la política comercial española en 1979. Servidor se topó con ella en un archivo que guardaba celosamente el Oficial Mayor del Ministerio de Hacienda y en el que, imagino, no había puesto antes sus pies ningún historiador. Posteriormente el propio Ministerio la publicó en una bella edición con otras disposiciones importantes.

Yo imaginé que se trató de socializar, es decir, de hacer pagar a la sociedad entera algunos préstamos en moneda extranjera que el autodenominado "bando nacional" había recibido de instituciones varias (portuguesas, francesas, suizas, etc.). Algunas intermediadas por el gran financiador del golpe del 18 de julio: el banquero Juan March.

Que yo sepa, nadie ha avanzado los motivos. Podría pensarse, aunque no documentarse, que los acreedores exigieron garantías y que a Franco, o alguno de sus asesores, no se le ocurrió otra idea que plasmarla en forma de ley que consagraba, de cara a los acreedores y funcionarios del Tesoro que tendrían que acoquinar las sumas correspondiente, el débito del Estado al más elevado nivel, es decir, el del jefe supremo "por la gracia de Dios".

O es que, a lo mejor, Franco le había tomado gusto a tal ejercicio, tan discreto, de su omnímodo poder. Otro de los secretos mejor guardados de la dictadura, por lo menos hasta 1959, fue la posición de reservas (es decir, el volumen de monedas extranjeras en caja o en créditos debidos al Estado español en tales monedas). Fue, casi siempre, muy tensa. Una de las razones fue el empeño del "Generalísimo" (que, según contó, había leído muchas obras de economía y hacienda antes de la guerra) en mantener la peseta sobrevaluada de forma casi permanente. Lo cual, como es lógico, no incentivaba demasiado las exportaciones. Si a ello se añaden los envíos de mercancías, forzados, a las potencias fascistas para mostrar la amabilidad creciente de los vencedores hacia quienes tanto les habían ayudado a ganar la guerra, se comprenderá que los exportadores bramaran. De aquí la creación, también por Ley Reservada, del llamado "fondo de retorno" que les echaba una manita. Ambas disposiciones (amén de otras) duraron hasta 1959.

¿Quién dijo que Franco no sabía nada de economía? Lo que pasa es que era una economía cuartelera, como muy bien la apostilló Javier Tusell hace ya muchos años.  A no ser, claro está, que la Fundación Nacional que lleva su nombre nos ilustre mejor en alguno de sus habituales boletines. Cosas más difíciles ha intentado.

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