Dominio público

14-A: la República, entre Fraga y el Borbón

Ana Pardo de Vera

"La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida ...", dice la canción Pedro Navajas de Rubén Blades. Y en ésas estamos, cuando con el 92º cumpleaños de la proclamación de la Segunda República este viernes, nos vemos en medio de dos polémicas que ya casi ni siquiera lo son, porque en esta España nuestra del siglo XXI, una parte de ciudadanos/as ha normalizado los vestigios antidemocráticos de nuestro peor pasado como mal menor para no molestar al otro puñado que los aplauden, que son minoría, pero bien situada.

En la esquina, nos encontramos los y las ignoradas, que nos desgañitamos en una democracia gobernada por la izquierda y pedimos memoria histórica, reparación, verdad, justicia, que no se siga ofendiendo a las víctimas del franquismo y a sus familias y entorno; pedimos que no haya impunidad para ningún corrupto en este país, que sigue bajando posiciones en los índices globales de esa gangrena. ¿De verdad es tanto exigir?

Hay una ley de transparencia, otra de memoria democrática, un Código Penal enterito,... Y nada: el busto de Manuel Fraga, ministro franquista que, como todos, refrendaba las condenas a muerte del dictador, entre otras aberraciones como la matanza de Vitoria-Gasteiz en 1976, seguirá plantado en el Senado, mirándonos desafiante mientras el rey emérito (ídem) se seguirá paseando por Galicia, sin dar explicaciones, pedir perdón y, mucho menos, devolver lo robado a su país. Qué cruz para los y las gallegas decentes que tienen que cargar con la vergüenza de semejante trío calavera, con permiso del grupo mexicano. Y ahora, encima, tenemos a Alberto Núñez Feijóo, heredero de Fraga, queriendo gobernar España, y cuanto antes, con los también herederos de Franco, como Fraga y el Borbón.

En Vilalba (Lugo), cuna del también presidente de la Xunta hoy gobernada por el PSOE gallego, el busto que éste tiene en la Alameda aparece y desaparece por temporadas, como el rey Juan Carlos en Sanxenxo (Pontevedra). Otras veces, se le cubre de pintura roja y otros adornos, como protesta por su sola existencia (la del busto, con Fraga nos habríamos conformado con que no fuera un sicario franquista) La última noticia de que dispongo es que, después de aparecer por última vez con nocturnidad y alevosía en la misma Alameda, la cabeza de bronce en la que cabía el Estado entero, decían, ha sido el punto del homenaje que el PP de Galicia hizo a Fraga el 23 de noviembre del año pasado, en el día que habría cumplido 100 años, naturalmente, de cuerpo presente en la Cámara Alta, pues a Fraga no lo jubilaba ni dios. Que se lo digan a Mariano Rajoy.


La ley de memoria democrática es muy clara con respecto al busto de Fraga en el Senado y ampara totalmente su retirada, solicitada por Bildu: el artículo 35.4 establece que no podrán mostrarse en "lugares representativos" los retratos u otras manifestaciones artísticas "de militares y ministros asociados a la sublevación militar o al sistema represivo de la Dictadura". PP y PSOE (¡!), sin embargo, consideran que el cabezón de Fraga está ahí por su trabajo en la Transición y en Galicia, como si este Fraga y aquel fuesen dos señores distintos o el mismo sujeto que hubiera cumplido alguna pena por su acciones con Franco. Nada, no hubo manera: Fraga se queda.

Tenemos, asimismo, un Código Penal que, aunque no recoge el delito de corrupción como tal, sí establece hasta diez delitos considerados corrupción: creo que menos la prevaricación urbanística, el emérito Borbón los cumple todos. Pero no pasa nada. ¿Qué quiere establecerse en Emiratos Árabes Unidos para blindar su fortuna desconocida en un Estado offshore? Adelante, nadie le pide cuentas (sic). ¿Qué le apetece darse una vuelta por Sanxenxo para estar en las regatas? Ya está todo organizado con los extras para aplaudir al ladrón a su llegada, como el año pasado: no había más de un centenar vitoreando al rey padre, y miren que hay gente en Sanxenxo durante las regatas.

Y en medio de esta desvergüenza por parte de unos, otros y los de más allá -siempre los mismos en estas lides-, celebramos los demócratas el cumpleaños de la instauración de la Segunda República, con sus manifestaciones, su fiesta y su recuerdo. Nada que ver con el espacio y bombo que se da al Borbón y a Fraga en medios y debates, por supuesto: no hay que molestar a la carcundia.


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