Dominio público

Puigdemont, el novelista portugués y la espía rusa

Jonathan Martínez

Periodista

Puigdemont, el novelista portugués y la espía rusa
La periodista rusa Inna Afinogenova. — PÚBLICO

Las tierras del Algarve están llenas de sorpresas. Hace unos días, callejeando por Portimão, divisé una cabina roja de aspecto londinense y no pude resistir la tentación de acercarme a echar un ojo. A estas alturas del siglo, cuando todos llevamos un móvil en el bolsillo, los teléfonos públicos parecen cada vez más un estorbo arqueológico o una instagramable pieza de museo. Pero esta cabina no era una cabina telefónica sino una cabina de lectura. En los últimos años, diversos municipios portugueses se han aliado con una empresa de telecomunicaciones para habilitar pequeñas bibliotecas callejeras y promover el intercambio de libros.

En las estanterías de la cabina encontré un amable surtido de volúmenes viejos, la mayoría amarillentos y descabalados, dispuestos a rular de mano en mano con un destino tan arriesgado como incierto. Andaba buscando alguna distracción de fin de semana, así que mis ojos recorrieron los títulos de los lomos hasta que tropezaron con una antología epistolar de José Maria Eça de Queirós. Si tengo que leer en portugués, me dije, prefiero un autor portugués, así que tomé a Eça de Queirós, aunque mi memoria y mis prejuicios lo recordaban como un escritor de rigidez decimonónica, lento, contemplativo y pasado de moda. Qué gran error.

Escogí una página al azar y me topé con la carta que un personaje llamado Fradique Mendes le remite a un tal Bento de S. "Mi querido Bento. Tu idea de fundar un periódico es dañina y execrable. Vas a contribuir a que en tu tiempo y en tu tierra se aligeren más los juicios ligeros, se exacerbe más la vanidad y se endurezca más la intolerancia". El texto vio la luz en 1900, cuando Eça de Queiroz llevaba apenas unos meses muerto, y todo lo que advertía entonces se ha multiplicado por mil en la jungla de la prensa digital y las redes sociales. Cada vez somos más reacios a los matices y basta un titular veloz y atropellado para que nos formemos una opinión superficial sobre cualquier materia.

Mientras yo me peleaba con las letras portuguesas, El Periódico publicaba un folletín por entregas contra Inna Afinogenova. En el primer reportaje, un exproductor de RT atribuye a la periodista rusa toda clase de vilezas mediante una carta manuscrita que desprende el inconfundible aroma de las vendettas personales y los rencores políticos. Me temo que El Periódico ha incurrido en el dudoso arte de convertir el chisme en noticia y la noticia en chisme. Es suficiente un rumor, dice el bueno de Fradique Mendes, para que levantemos el dedo acusatorio y tachemos a cualquiera de bestia o de bribón.


En su segundo reportaje, El Periódico se lanza a la piscina de las especulaciones con una pirueta temeraria. Afinogenova es sin duda una apologista de Putin porque Canal Red ocupa la licencia de TDT que antes ocupaba 7NN, donde trabajaba una apologista de Putin. La acrobacia argumental es tan tortuosa que cuesta trabajo explicarla sin sonrojo. Por fin, la tercera entrega del melodrama acusa a Afinogenova de desarrollar "una intensa agenda política paralela". Bajo el titular vemos una fotografía de Carles Puigdemont, que no tiene nada que ver con la noticia, pero siempre alegra una fiesta.

Dice El Periódico que esa "agenda política paralela" se ha concentrado en el País Vasco y aquí es donde me siento apelado. Es cierto, Afinogenova ha cometido la osadía de participar en varias mesas redondas y yo mismo le he cursado la invitación en un par de ocasiones, no por una iniciativa particular sino porque varios colectivos sociales querían escuchar su testimonio. ¿Por qué El Periódico descarga su ira sobre la invitada y no sobre los colectivos que la reclaman? ¿Por qué no se atreven a acusar de putinista a la plataforma vasca contra la guerra, Gerrari Ez, que ha denunciado sin recato la agresión militar sobre Ucrania? ¿Por qué no señalan a los insumisos de KEM-MOC, que han pagado con prisión su activismo antibelicista?

Con una frondosa imaginación, el autor de los reportajes de El Periódico deduce de una vieja entrevista que la periodista rusa veía con simpatía la guerra chechena. Pero la hipótesis presenta una pequeña fisura: cuando las tropas rusas cayeron por primera vez sobre Chechenia, Afinogenova tenía cinco años. Es curioso porque el acto antimilitarista de Bilbao que contó con Afinogenova, se abrió con un mensaje contra la devastación de Grozni. Lo sé porque está escrito de mi puño y letra. Si hubiéramos buscado hipocresías, habríamos llamado a aquellos que en Chechenia pedían acuerdos de paz, pero en Ucrania se precipitan por el sumidero de la escalada bélica.


Dice el autor de los artículos de El Periódico que Inna Afinogenova debe adaptarse a los estándares éticos de la prensa española y asumir su responsabilidad como activo de un medio que desinformaba impunemente. De pronto he recordado yo también una entrañable historia de desinformación y ética periodística que se remonta igualmente a 2011. Aquel año, varias decenas de jóvenes vascos se encontraban en la cárcel, no en los gélidos parajes portuarios de Vladivostok sino en toponimias más cercanas y castizas como Alcalá Meco o Soto del Real. Habían sido detenidos, por ejemplo, en la redada de noviembre de 2009 o en la de octubre de 2010.

La mayoría de las grandes cabeceras españolas -también El Periódico y las sucursales de Prensa Ibérica- acusaron a los chavales de dirigir una organización terrorista. Las pruebas eran tan ridículas y endebles que cualquier observador neutral hubiera tardado unos minutos en comprender la dimensión del atropello, pero los diarios se limitaron a reproducir las instrucciones del Ministerio del Interior y de Grande-Marlaska. Muchos años después llegaron las absoluciones y las bocas desinformativas se volvieron de repente muy pequeñas. "Con excepción de algunos devotos roídos por el escrúpulo, todos hoy nos desembarazamos del penoso trabajo de verificar", dice Fradique Mendes.

En fin, cuando todo parecía ya escrito, el confidente de El Periódico ha aterrizado en Twitter con un mensaje contra Pablo González, el periodista vasco que lleva más de cuatrocientos días encerrado en Polonia sin pruebas ni cargos conocidos. El exproductor de RT repite las tesis de la propaganda polaca y sostiene que González "probablemente" es un espía de la inteligencia rusa. Que viva la ligereza del juicio. A los que han desatado este festival de macartismo contra Afinogenova les recomendaría una cucharadita de Eça de Queirós antes de acostarse. Hay algunos que se empeñan en herir a los demás y solo consiguen hacerse daño a sí mismos.

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