El pasado 24 de abril se presentó en el Círculo de Bellas Artes Para vivir mejor, el programa económico de Más Madrid para las elecciones autonómicas del próximo 28 de mayo. Un documento coral en el que ha participado un equipo de expertos y expertas de diversos campos académicos y profesionales. Un proyecto que ha enriquecido y perfilado, en propuestas concretas, algunas de las líneas maestras que desde hace años Más Madrid viene defendiendo para un nuevo modelo de región y en el que he tenido el privilegio de contribuir, modestamente, aportando algunas ideas sobre uno de mis terrenos de investigación profesional: las políticas públicas para enfrentar la transición energética y la emergencia climática.
El programa es un compendio de más de cien medidas innovadoras y a la vez factibles en diversas áreas (política industrial, fiscalidad, autónomos, transición ecológica, economía circular, comercio, turismo...). Todas ellas están trenzadas por dos hilos conductores. El primero es seña de identidad de cualquier fuerza política progresista, que con unas herramientas u otras, con mayor o menor intensidad, aspira a poner la economía al servicio de las personas y del bien común. Más Madrid lo hace además desde la convicción de que la justicia económica y social no son solo compromisos que mantienen viva una democracia, sino también objetivos que mejoran técnicamente el desempeño económico. La desigualdad es una aberración moral que termina siendo un lastre para la prosperidad colectiva. El segundo hilo conductor es más sui géneris, y se explica por algunas particularidades históricas de la economía política madrileña: la necesidad cada vez más apremiante de modernizar Madrid, que se está viendo inquietantemente rezagada respecto a las principales corrientes de innovación socioeconómica del siglo XXI.
"Para vivir mejor" es un manual de instrucciones para poner el reloj económico de Madrid en hora con Europa, y en hora con el siglo XXI. Hoy ya es un hecho indiscutible que los vientos de época han cambiado de dirección. Si el neoliberalismo salió intelectualmente herido de la crisis del 2008, la sucesión de acontecimientos que han marcado el inicio de los años veinte de nuestro siglo le han aplicado el golpe de gracia: emergencia climática, pandemia, cadenas de suministros desarticuladas, el retorno de la guerra al suelo europeo con la invasión rusa de Ucrania...el péndulo de la historia se ha desplazado. Hoy lo que exige el buen gobierno de nuestras complejas sociedades es la recuperación del protagonismo económico de un Estado emprendedor, el retorno de la política industrial y la soberanía productiva, y tomarse el cambio climático y la dependencia de la energía fósil como una amenaza existencial a la seguridad nacional. Todos ellos propósitos incompatibles con los dogmas neoliberales del Estado mínimo, las rebajas fiscales a los ricos y la austeridad presupuestaria. Este es el suelo del realismo político del siglo XXI.
Las señales que Europa nos manda son claras: estamos en el umbral de una profunda reorganización de las prioridades macroeconómicas para poner la soberanía industrial y la lucha contra el cambio climático en el corazón del proyecto europeo. Sobre esta base de imperativos que irá tejiendo un consenso cada vez más indiscutible en los próximos años, la izquierda transformadora tiene la misión de diseñar sendas climática y ecológicamente más ambiciosas, regular mercados laborales integradores, desplegar mallas de servicios públicos sólidos y universales y buenos escudos de protección social dentro de sistemas fiscales progresivos. Todo ello en paralelo a una reinvención del bienestar que haga compatible la descarbonización de la economía con nuevas formas de vida buena, materialmente más sencillas pero cultural y socialmente más sofisticadas. Formas de felicidad más próximas y más humanas, basadas en los cuidados y la ganancia de tiempo libre para el disfrute de lo común.
Pero el Gobierno de la Comunidad de Madrid no es capaz de sintonizar las frecuencias que vienen de Europa y del mundo. Atrincherados en el sectarismo económico, bunkerizados en un neoliberalismo fanático, compadreando con el negacionismo climático que la extrema derecha cultiva como combustible ideológico de sus afectos reactivos, Madrid corre el riesgo de quedar atrás. El Partido Popular ha convertido Madrid en el laboratorio de una economía depredatoria. Como afirmaba con acierto la candidata de Más Madrid Mónica García, un "monocultivo del pelotazo".
Por su riqueza, por su población y su dotación de infraestructuras, la Comunidad de Madrid es una de las regiones de Europa con mejores condiciones para liderar la transición a una economía innovadora que convierta la emergencia climática en una oportunidad de bienestar y riqueza. Pero esta oportunidad está siendo sistemáticamente desperdiciada por un diseño económico basado en aprovechar las externalidades positivas del efecto capitalidad, aplicando un dumping fiscal que sufren tanto las mayorías sociales madrileñas como resto de las regiones de España, y apostándolo todo a los frutos de la especulación. Primero fue la burbuja inmobiliaria, y ahora la medida estrella es hacer de Madrid "la Miami de Europa". Podemos ser vanguardia de la nueva industria europea pero se empeñan en rebajarnos a ser un casino.
El resultado acumulado de tres décadas de gobiernos del Partido Popular es una notable mediocridad. Según la Regional Innovation Scoreboard, la clasificación europea de regiones líderes en innovación, Estocolmo, Helsinki, Copenhague, Zurich, Berlín, Bruselas, Oslo, Londres y París están muy por encima de Madrid. Algo que solo puede ir a más si justo en el momento en que los fondos next generation están suponiendo una oportunidad histórica para transformar nuestro modelo productivo en clave ecológica, la sucursal del trumpismo en España, con su negacionismo climático incluido, revalida el gobierno en la Puerta del Sol.
Los primeros que sufrimos las consecuencias de esta negligencia económica organizada y este fanatismo ideológico obsoleto somos los propios madrileños. Madrid se está convirtiendo en una región invivible que está empezando a expulsar población. Pero aun a riesgo de pecar de madrileñocentrismo, la Comunidad de Madrid es una metástasis que compromete el futuro de todo el país.
Por poner el foco en el problema climático, frente a la incompetencia interesada del gobierno de Ayuso, que ha perdido ya una legislatura en la materia y nos amenaza con tirar por la borda otros cuatro años decisivos, Más Madrid plantea objetivos ambiciosos pero realistas que nos permitirán generar el 50% de la electricidad que consume la Comunidad de Madrid en la propia región con fuentes renovables, alcanzar un 55% de reducción de emisiones en 2030 y las emisiones cero en las fechas establecidas por el acuerdo de París, y además poner la transición energética al alcance de todos los bolsillos. Todo ello integrado dentro de un programa de industrialización verde cuyo diseño en siete polos parte de un estudio exhaustivo y detallado de las posibilidades de innovación desperdiciadas en nuestra región. Y que se fundamenta en más de 200 entrevistas con el tejido empresarial madrileño.
En definitiva, el programa económico de Más Madrid no solo incluye medidas que permitirán una mejor redistribución de la riqueza y una reducción de la precariedad vital de las grandes mayorías, que es el rol funcional que las fuerzas de la izquierda están llamadas a cumplir en el juego político de las democracias pluralistas. También ofrece una salida coherente a la trampa económica que amenaza con descolgar a Madrid del siglo XXI. Esa forma nociva de excepción ibérica que supone una derecha tan proclive a enrocarse en anacronismos ofrece a una fuerza política como Más Madrid una oportunidad bastante singular: abanderar al mismo tiempo la redistribución de riqueza y la inteligencia económica. Aunar en un solo programa la justicia social y laboral con las apuestas que se alinean mejor con las tendencias emergentes más importantes de la economía global.
El próximo 28 de mayo en las urnas madrileñas se decidirá mucho. Sanidad o Ayuso es el lema que seguramente recoge mejor las inquietudes políticas de buena parte de las madrileñas y madrileños que sufrimos las consecuencias de este neoliberalismo integrista en nuestra vida diaria. Pero por debajo de esa elección hay otras elecciones que aunque no se noten de manera tan inmediata, van a comprometer durante décadas el futuro de la región y también el de España: clima o Ayuso, innovación y ciencia o Ayuso, prosperidad o Ayuso. En definitiva, siglo XXI o Ayuso.
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