Dominio público

Feijóo y las pupilas que dilatan (y delatan)

Ana Pardo de Vera

Cuando más me gusta observar a mi gato, Che, es cuando estamos sentados fuera y le da el sol en la cabeza: sus pupilas desaparecen tomando la forma de dos líneas verticales muy finas y sus ojos se abren dorados. Lo miro mucho y siempre me pregunto si, con semejante (no) pupila, el animal verá algo, pero es precisamente ese estrechamiento de la pupila lo que le permite ver, pese a la luz. Por la noche, cuando Che regresa de sus paseos nocturnos, entra por la ventana con la pupila desplegada en sus ojos ahora negros, sin que quede apenas rastro del iris dorado.

Paso a imaginar a mi viejo Che en Cádiz, con sus dos linternas amarillas compitiendo con la claridad de la tacita de plata, pero un comentario del líder del Partido Popular (PP) me devuelve a la realidad más dura y mucho más sorprendente, pese a que Alberto Núñez Feijóo empiece a retratar demasiadas veces una ignorancia machacona, que denota, incluso, una torpeza inconcebible en el líder de un partido de Gobierno; sí, incluso para mí, que he observado concienzudamente y durante años a quien fue presidente de la Xunta de Galicia entre 2009 y 2022.

Desde que Feijóo llegó a Madrid para liderar el PP -pese a Isabel Díaz Ayuso, que espera su momento en noviembre-, estaba convencida de que iría perdiendo el aura de liderazgo centrado que mantenía en Galicia gracias, entre otras cosas y pocas relacionadas con una buena gestión, a un opulento control de los medios de comunicación -algo de eso llegó también hasta la capital antes de instalarse en la calle Génova-. Sin embargo, creía que esta pérdida de liderazgo vendría más porque en Madrid, en el Estado, no existe el control casi absoluto de los medios de comunicación -aunque en ocasiones lo parezca y siempre se intente- y por tanto, sus hipotecas con Vox, con la propia Ayuso, con los poderes neoliberales o ultraconservadores de la iglesia católica (lo del baile al ritmo del evangelicalismo no lo vi venir) ... le desgastarían a la velocidad de la luz, con perdón, dejando al aire su principal vergüenza política, en mi opinión: Feijóo no tiene ideología, funciona al ritmo que le marcan las necesidades del poder, bien sea para conseguirlo con una oposición rastrera y despiadada, bien sea para mantenerlo con amabilidad y buenas maneras. Es hábil, listo y manipulador; y si, además, tienes ese citado control de la prensa, Galicia es pan comido, sobre todo, porque enfrente parece que no acabaron de cogerle la medida.

Al final, confieso, me sorprende que lo que haya quedado más expuesto en un ámbito que no brilla por su intelectualidad, salvo contadas excepciones, es la ignorancia del candidato del PP al presidente del Gobierno; y algo más. Porque no se trata solo de ser o no un ignorante, de haber leído más o menos libros (1984 es ya inseparable de Feijóo), de haber estudiado más o menos arte de tu propio país a niveles dios (Picasso, "catalán" por obra y gracia del gallego), de haber leído mucha o poca historia (sobre todo, la de las religiones que "no matan"), de conocer las obras más reconocidas de los y las autoras más universales de la literatura gallega ("Poemas galegos", obra inédita de Rosalía de Castro) ... Y hay más, pero créanme que lo estoy pasando mal con estos recuerdos; al fin y al cabo, Feijóo es paisano y yo prefería chotearme del acento tejano de José María Aznar en EE.UU.


Lo peor de todo esto es que el expresidente de la Xunta se empeñe en no ver su ignorancia, o sus lagunas culturales, o de otro tipo, y se ponga a improvisar y soltar gracias y agradecimientos sin tener ni puñetera idea de lo que va a decir. Eso es síntoma de algo peor que la ignorancia, a la que se puede poner remedio; es una muestra de indolencia, de pocas ganas, de falta de previsión y preparación, de desgana y poca vocación.

Feijóo llevaba muchos años gobernando Galicia con un poder absoluto, muy cómodo; aburrido, seguramente. Llegar a ser la oposición no absoluta de un partido que tiene, como mínimo, tres líderes (Ayuso en Madrid, Juanma Moreno en Andalucía y el propio Feijóo), debe resultar agotador cuando crees que desde Compostela -y sin haber golpeado lo suficiente al Santo dos Croques- venías a besar al santo de La Moncloa, casi de cabeza, apostando incluso por un adelanto electoral que nunca llegó.

Debe de ser agotador, y se nota, pero los votantes del PP deberían exigir un respeto, ellos/as verán: pase que Feijóo no sepa, pero que no intente hacerles creer que sabe o que le da igual que sepan que no sabe. El estudio, la previsión, la preparación, la humildad ... todo ello facilita mucho la labor política, y te impide decir que la luz de Cádiz te dilata la pupila o levantarte a aplaudir con arrojo y pasión, junto al Gobierno, a un presidente colombiano que es la antítesis de tus políticas, dejando a tu partido noqueado o cabreando a aquel con quien debes aliarte, que considera al tal presidente un "terrorista" (Vox, qué risa ...). Y "aliarte", digo, en el mejor de los casos.


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