Dominio público

Alves y no entender el consentimiento

Ana Bernal Triviño

Periodista

Dani Alves del FC Barcelona durante el partido de la Liga contra el Sevilla FC en el estadio Camp Nou el 03 de abril de 2022, en Barcelona, ??España. Foto: AFP7 / Europa Press
Dani Alves del FC Barcelona durante el partido de la Liga contra el Sevilla FC en el estadio Camp Nou el 03 de abril de 2022, en Barcelona, ??España. Foto: AFP7 / Europa Press

La semana pasada leímos que la defensa de Alves pedía de nuevo la libertad provisional apelando al "consentimiento" de la víctima. Se leía en un titular: "Se observa en la denunciante una conducta propia de un galanteo sexual en fase de cortejo". Leído así, parecía incluso un texto sacado de un documental de animales de La 2. 

También indicaba la noticia que "la denunciante se ubica de espaldas al denunciado contoneándose y rozando los glúteos en movimiento con la zona pélvica del denunciado al ritmo de la música", según los abogados del jugador. Parece ser que hay que explicar que en 2023 no se baila como en los años cuarenta ni a dos metros de distancia. Todo el mundo con un poco de vida social sabe que hoy día un baile de reguetón o por el estilo se caracteriza por ese tipo de movimientos. Sin que todo el mundo que baile así en una pista quiera decir que quiere sexo. A ver si tampoco se va a poder bailar. Por esta regla de tres, a ver si algunos van a creer que cuando te duchas en un gimnasio desnuda o desnudo ante el resto, es que vas pidiendo "tema".

El caso es que desde aquella frase de macho alfa, tan famosa, de "vamos a tener que firmar un contrato para tener relaciones sexuales", estas interpretaciones se han generalizado. Algunos (por fortuna, no todos) tienen problemas en identificar el consentimiento. La casualidad es que este concepto solo les plantea dudas cuando se trata de mujeres y sexo, y no en otros supuestos. Cuando un bebé hay que darle de comer pero no le apetece, no habla y no puede expresarlo con palabras pero, en cambio, sabemos por su gesto (desde el llanto a la rigidez) que rechaza el alimento. No hace falta ser adivino para eso. 

Aunque esto va a quedar un poco de nivel de Barrio Sésamo, hemos llegado a un punto en que parece que tenemos que explicar de nuevo cosas muy básicas. Así que voy a detallar otros casos donde una persona puede consentir, querer algo o incluso ir en busca de ello pero se arrepiente en el proceso y lo rechaza. Porque creo que todo el mundo hemos vivido situaciones similares y sabemos cuando, a pesar de que deseábamos ir a un sitio, nos hemos arrepentido. 

Por ejemplo, puedo estar en un cine, en un teatro o en un partido de fútbol que si me parece que el espectáculo es un bodrio, aunque yo primero accediese a ir e incluso pagara la entrada, nadie me puede retener contra mi voluntad. Si no me gusta o si de repente alguien entre el público genera una situación incómoda u otra causa, puedo decidir irme sin más. 

Si yo me tomo un café con alguien que dice hablar de X tema, pero luego me plantea otro tema incómodo o que no quiero tratar, por mucho que yo accediera a primeras a ese café, esa persona me ha engañado en sus intenciones y me puedo levantar e ir sin que nadie me retenga. 

Si me encanta la pizza vegetariana, puedo ir a una pizzería que todo el mundo valore muchísimo y donde incluso el camarero me dé muy buena atención y complicidad en el trato. Incluso me dice que me va a traer lo mejor. En cambio, cuando me sirve, en lugar de traerme mi pizza, me pone delante una salchicha. Le reclamo, le digo que me ha engañado. Él me responde que yo fui allí libre y que, entre los otros productos de la carta, había salchichas. Si el camarero en lugar de respetar mi petición, cambiar su actitud o dejarme ir, coge el tenedor y me obliga a comer la salchicha... entiendo que todo el mundo sabe que eso va en contra de mi elección, de lo que yo deseaba y mi libertad. Por mucho que me encantara ir a ese sitio.

Moraleja: que si yo bailo reggaeton, y quizás un chico majísimo me invita a otra zona y yo quiero ir allí escucharlo o hablar con él, pero luego no quiere hablar ni bailar más, sino violarme, está vulnerando mi libertad. O llevo la moraleja más allá. Incluso si al final acordamos no bailar, sino tener sexo en un reservado, pero hay un momento en que algo me desagrada durante ese encuentro y yo lo rechazo, debe parar. Y si no digo nada y detecta que estoy rígida o llorando y sin disfrutar, debe parar también. Habrá quién diga... "pues, hija, sabes dónde te metías, te lo has buscado". A ver, que también me subo a un coche o un avión y aunque esté el riesgo de un accidente no quiere decir que quiera tener una colisión y morirme.

Un apunte judicial, por si la defensa de cualquier denunciado por agresión sexual no lo sabe. Me gustaría recordar una sentencia de junio de 2020 del Tribunal Supremo. En ella se apuntaba el derecho de una persona a decir "no" a un acto sexual sin que se exija una negativa física. Se indicaba que puede ser "gestual", pero también "el silencio", provocado por el temor a una agresión. No es la primera vez que las víctimas en estado de shock se someten a la violación por el mero instinto de sobrevivir. Es un proceso que se llama "inmovilidad tónica" y hay varias investigaciones sobre ello.

Así que toca que más de uno se actualice y que nos dejen bailar tranquilas. El problema no es que no sepan cuándo hay consentimiento. Es que no quieren asumir lo que es ni la responsabilidad por no respetarlo.

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