Dominio público

Bajo el influjo de Cáncer

Pepe Viyuela

Actor, humorista y payaso

El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de Vox, Santiago Abascal.- EFE
El presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, y el de Vox, Santiago Abascal.- EFE

No me gusta mucho la astrología ni puedo presumir de tener dotes adivinatorias, pero tampoco me hacen mucha falta para augurar que en las elecciones del próximo 23 de julio pueden ocurrir básicamente dos cosas: una, que la izquierda consiga el número de votos suficiente para reeditar un gobierno de coalición y dos, que quienes consigan dicha cantidad de sufragios sea la derecha, en conjunción de yugo y flecha con la extrema derecha.

No hace falta tampoco ser muy listo para apreciar que cada una de estas parejas de baile tiene características muy diferentes: una quiere danzar escuchando las peticiones musicales de los asistentes, y la otra acostumbra a disparar contra el pianista y exige que solo suenen pasodobles.

No hay duda de que el gobierno de coalición que ahora termina la legislatura no ha estado acertado en todos los frentes. Se podría haber hecho mejor. Seguro. Pero tampoco parece haber duda de que, de cara a los próximos cuatro años, es la izquierda la que va a seguir defendiendo las políticas sociales y de respeto a las minorías; la que buscará seguir garantizando el diálogo social, el respeto al medio ambiente o la transición ecológica; la que implementará medidas en defensa de la libertad de expresión o la que propiciará medidas más justas de acceso a la vivienda, defenderá la sanidad y la educación públicas y avanzará en los derechos de las mujeres. Al menos parece claro que no tendrán la desvergüenza de negar la violencia machista ni de hablar de divorcios duros para disculpar el maltrato.

Tampoco hace falta ser Nostradamus para intuir que al otro lado del espectro político, y más después de lo visto en las negociadoras semanas transcurridas desde el 28 de mayo, el Partido Popular va a amartelarse con Vox para gobernar. Lo hemos visto estos días derretirse cuando Buxadé les susurraba cositas al oído.


Detrás de esta atracción fatal ya ninguno de ellos oculta su intención de engendrar juntos políticas negacionistas, machistas, xenófobas, privatizadoras, y ultraliberales.

Ahí están los casos de Valencia, Baleares, Aragón y Extremadura. El avance en todo el planeta de la ultraderecha en sus distintas variantes (trumpismo, bolsoranismo, lepenismo, orbanismo o melonismo, entre otros) ha llegado a nosotros través del abascalismo patriotero y ha convertido al PP en un rehén enamorado que da muestras claras de sufrir el síndrome de Estocolmo. Es solo una metáfora, no se me vayan a enfadar.

El Partido Popular está viendo cómo sus intenciones de hacerse pasar por un partido respetable se esfuman ante el crecimiento de su travieso vástago. Aquel hijo díscolo que un día se fue de casa dando un portazo, ha vuelto para liarla parda y están consumando el más descarnado de los incestos.

El hijo respondón le ha quitado al padre las pantuflas y ya le está pegando con ellas, después de ponerlo a bajar de un burro llamándole cobarde. ¿Recuerdan aquello de que no hay nada más feo que pegarle a un padre con un calcetín sudao? Pues eso, que estamos asistiendo a toda una escena sado. (Ojo, esto es también una metáfora)

El próximo 23 de julio nos jugamos mucho. Existe, entre otras cosas, la oportunidad de bajar los humos a las prietas filas recias marciales y de enfriar el entusiasmo derogatorio con el que están celebrando los resultados del 28 de mayo. Y además se podría llegar a evitar que los calcetines sudaos llegaran a La Moncloa. Mucho, nos jugamos mucho.

Por cierto, y volviendo a la astrología, no sé si se han dado cuenta de que la campaña electoral va a tener lugar bajo la influencia de Cáncer. Saco esto a colación porque hace algún tiempo (en este lugar en el que los bosques se visten de espinos), escribí para este periódico unas líneas en las que comparaba a Vox con un cáncer que amenazaba con convertirse en metástasis. Aquello molestó mucho y eso que también era una metáfora.

Vuelvo a decir que carezco de dotes adivinatorias, pero no me acusen de vanidoso si les digo que parece que aquella metafórica predicción se ha hecho realidad: la enfermedad ha alcanzado su objetivo y ha colonizado al Partido Popular, pobre.

Pero aún cabe la esperanza, ¡ojo!, porque aunque, como les digo, la campaña tendrá lugar bajo el signo de Cáncer, el 23 de julio acaba esa influencia y entraremos en la fase de Leo, lo que ofrece un punto ambiguo pero muy interesante. ¡Ese día se acaba Cáncer!

Disculpen, no es que sea muy amigo de horóscopos pero últimamente necesito agarrarme a cualquier clavo, aunque esté ardiendo, para seguir manteniéndome a flote.

Que ese día el PP, como padre consentidor de un hijo malcriado, haga lo que quiera; pero los demás no deberíamos consentir que unos niñatos se nos suban a las barbas ni que nos amenacen con sus calcetines.

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