Dominio público

El atraco (otra vez)

Ana Pardo de Vera

El verano se acaba y la actualidad informativa ha venido pegando tan fuerte con el caso Rubiales y el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo que se nos escapa lo importante: los precios de la vida, del día a día, del andar por casa. Pero no se preocupen que aquí viene esta plumilla a amargarles un poco más el fin de las vacaciones, del verano o el inicio del curso escolar, con sus libros de texto fabricados con láminas de oro: España es el país con los libros de texto más caros de Europa con un precio medio de 22,15 euros por libro, según un estudio de la plataforma Idealo.es

Eso de los libros para los críos/as, no obstante, no es lo peor que venía a contarles. Lo peor es que, como nos olíamos, además de haber disfrutado -en el mejor de los casos- de unas vacaciones más caras que nunca, sobre todo, si te has quedado haciendo gasto en España, ahora nos enteramos de que algunos avezados empresarios nos han estado cargando en la factura, no solo la subida de las materias primas, sino también el coste de hacerse más ricos o, al menos, igual de ricos que siempre. O sea, que si suben los precios -argumenta la picaresca empresarial-, yo los subo algo más para hacer más caja.

Dejemos a la institución -Banco de España (BE) en este caso- que se explique con datos, concretamente con los de la Agencia Tributaria que utiliza para el estudio. El BE concluye que aquí ha habido un asalto a mano armada (o a factura armada) por parte de las empresas de hostelería, de transporte o de energía, cuyo incremento de precios para usted y para mí supera a los costes (nada más) que decían los pícaros que nos estaban cargando en la cuenta; y con mucho pesar lo decían, además: "¿Qué culpa tenemos nosotros si la electricidad y las materias primas que necesitamos para ofrecer nuestros servicios están a precios imposibles?", gimoteaban.

Y ahora nos enteramos de que nos la han colado por la trasera, como siempre. Lo de las energéticas es lo peor, según el Banco de España y como cuenta Jordi Fábrega en la Cadena Ser, pero hostelería, almacenamiento y transporte también han hecho de las suyas. Está claro que hay un grupo dispuesto a no dejarse ni un euro por el camino de los negocios -incluso rapiñando dos- en épocas de crisis y otro que está dispuesto a pasar una semana de vacaciones (en vez de dos o tres, como el año pasado) cueste lo que cueste, también pidiendo un crédito (algo que nunca hará el primer grupo; lo suyo es la "inversión" y funciona gracias a un Estado alegre como el nuestro); y no pasa nada.


Se acaba el verano, las soñadas y siempre cortas vacaciones y toca volver al trabajo, al colegio, a la universidad ... y a pagar el crédito de las vacaciones. Hasta el año que viene, que todo seguirá igual; pero que a usted no se le ocurra dejar de pagar esa deuda o le perseguirán hasta el cuarto de baño. Feliz curso.

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