Dominio público

Año 24, después del 'tamayazo'

Ana Pardo de Vera

Año 24, después del 'tamayazo'
REUTERS/Susana Vera

Este viernes 29 de septiembre de 2023, en unas horas, Alberto Núñez Feijóo se someterá a la segunda votación de intento de investidura en el Congreso. Fallida como la primera ronda, previsiblemente, el presidente del PP se irá a dormir a su casa más tranquilo que el lunes 25, un día antes de someterse al Pleno de investidura para ser presidente del Gobierno... con 172 diputados (PP, Vox, Coalición Canaria y UPN), a cuatro de los necesarios para obtener la mayoría absoluta (176) y, por tanto, La Moncloa.

En el PP, pese a la derrota asumida, cunde algo más de ánimo, al menos, en el entorno del candidato Feijóo: la segunda jornada del intento de investidura fue mucho mejor que la primera, cuando Pedro Sánchez, presidente en funciones y líder del PSOE, mandó de portavoz al exalcalde de Valladolid, Óscar Puente, una de las figuras más polémicas y eficaces del entorno de Sánchez, precisamente, por su manía de no atarse a lo políticamente correcto que tanto gusta en jornadas políticas in extremis. Fajarse en Valladolid, tierra complicada y feudo del PP por excelencia hasta el 2015 que gobernó Puente, curte y endurece. Lo curioso es que el exalcalde dio y batió a Feijóo con la propia medicina del expresidente gallego y, claro, al candidato a La Moncloa se le revolvieron las tripas todas.

El PP, o su parte directiva nacional sita en la calle Génova, respiran tranquilos ahora, como digo, porque creen que Feijóo seguirá siendo líder del PP por un tiempo: lo intentará hasta 2027, cuando ganará las generales, afirman rotundos. La presidenta de Madrid, aburridísima sin disimulo en la parte de la sesión de investidura a la que acudió en el Congreso, aún no se ha pronunciado, pero no lo hará tampoco en el corto plazo. Isabel Díaz Ayuso está ahora en otra cosa, nos confirman, y reflexionando sobre su futuro, pero no pierde de vista al gallego: su relación con él es mucho mejor de lo que se quiere hacer creer, pero la política es la política. Ojo con ella, porque sin ser necesariamente aspirante a la presidencia nacional del PP, puede dar un vuelco al partido.

El expresidente de la Xunta ya no cree que haya sido un error salir de los algodones gallegos para aspirar a La Moncloa, como sí le ocurrió la noche del 23-J, pero ha marcado su futuro político para siempre con una decisión que todavía no le ha pasado la factura que merece: el intento de que cuatro diputados/as del PSOE se rindiesen al transfuguismo tras escuchar los cantos de sirena de Feijóo ("España se rompe", "ETA gobierna", "Puigdemont preside el Consejo de Ministros", "La gran coalición", ...) Nada nuevo y, como era previsible, nada efectivo.


El presidente del PP y su equipo han intentado -los medios por los que lo han hecho son todavía confusos, pero se conocerán en breve- que diputados/as del PSOE en el Congreso votaran a favor de la candidatura de Feijóo y en contra, por ende, de la previsible futura de su secretario general. Ese llamamiento, en medio de la vorágine informativa actual, desde el éxodo armenio hasta la aparición de Óscar Puente, ha sido prácticamente normalizada. Al PP, el transfuguismo, como pactar con el fascismo, le parece normal; y pretende que al resto nos lo parezca. Como cuando Feijóo habla con lágrimas en los ojos (un decir) de su compromiso de erradicar la violencia machista en la Cámara Alta y sella acuerdos con los negacionistas de la ídem en Aragón, Comunitat Valenciana, Región de Murcia o Extremadura. Como cuando -salvando las distancias, pero para que me entiendan- Hitler protegía a Eduard Bloch, el judío noble de Linz y médico de su madre, pero encerraba al resto en Auschwitz u otros campos de concentración. La contradicción llevada a su máxima cruel expresión, porque las mujeres también son asesinadas por hombres solo por ser judí ... perdón, mujeres.

El tamayazo contra Pedro Sánchez, que no será pero que se buscó (o sea, no por falta de ganas), es como el delito frustrado y habrá de ser juzgado con el tiempo. Normalizarlo sería un peligro, como al fascismo. Como la amistad con un contrabandista, después narcotraficante. Hay límites que no se pueden traspasar, y, desde luego, uno no es la independencia de un territorio, sino la violación de derechos humanos.

Más Noticias