Estaba convencida de que nunca llegaría a escribir esto, pero aquí estamos, venga: "Felipe VI, antiespañol para la (ultra)derecha". Y no, ni como convencida republicana me hace especial ilusión la frase, porque mi concepto de lo "español" no tiene nada que ver con el de quienes acusan a Felpudo VI -perdón, al jefe del Estado- de saltarse la Constitución y hasta el Código Penal si le afectase en algo al inmune.
El centro de Madrid se ha convertido en una little Caracas o una little Miami, o como quieran llamarla quienes ven en ella una mezcla del nacionalismo español más rancio y clasista -si Galdós levantara la cabeza y pudiera deleitarnos con sus descripciones...- y el colorismo (un decir) de las ventajas fiscales para el latinoamericano pudiente, muy pudiente, que huye del diablo rojo de su país, el cual, corrompido o no por el tiempo y el poder, empezó buscando la redistribución de la riqueza y el alivio de una desigualdad asesina empujada por EEUU el siglo pasado.
Ese Madrid, que no representa ni mucho menos a toda la Comunidad (siempre hay esperanza), ni siquiera sumando a los fieles evangélicos de todo pelaje, ha decidido que él y quienes le apoyan sin matices, pero nadie más, son España, la pura España, la única España. Ese Madrid estará este 12 de octubre gritando contra el presidente del Gobierno, sus ministros/as y contra el rey por dar éste a Pedro Sánchez la posibilidad de presentarse a una investidura para continuar en La Moncloa con el apoyo de nacionalistas e independentistas catalanes y vascos, que ni son españoles ni se les quiere, dicen. Felipe VI, hereje también.
Algo me dice, no obstante -no estaré en Madrid para verlo, porque hay mucha más España-, que una cosa es abuchear al presidente y su equipo y otra muy distinta hacerlo con el jefe de las Fuerzas Armadas en pleno desfile de las tales; pues aunque se les llena la boca de bilis, estos gritones del Barrio de Salamanca suelen ser muy cobardicas a la hora de la verdad, y no vaya a ser que a Felipe se le caliente la corona y les mande a la legión a casa, con cabra y todo.
"La calle es nuestra", dijo este miércoles Elías Bendodo (PP) emulando a su añorado presidente honorífico y exministro de Franco, Manuel Fraga, para defender los abucheos e improperios que, sin ninguna duda, este 12-O caerán encima a Sánchez, sus ministros/as y quién sabe si al rey. Lo cierto es que a nada que se pinche, a la derechona le sale el pelo de la dehesa. Pero no; lo cierto también es que la calle es de todas/os, y la prueba serán, una vez más, los gritos groseros de madrileños/as con rojigualda (menudo negocio para los bazares y tamaña porquería plástica para las aceras) A más berrinche, mejor las cosas para España. Para la España de verdad, digo, esa en la que caben hasta los del pataleo centralista, aunque nosotras no quepamos en la de ellos, que ni existe.
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