Dominio público

Racistas

Rafael Cabanillas Saldaña

Escritor. Autor de 'Querqus', 'Enjambre' y 'Valhondo'.

 

Migrantes en Túnez. Imagen de archivo. Europa Press.
Migrantes en Túnez. Imagen de archivo. Europa Press.

 

"Mala gente que camina/ y va apestando la tierra." Antonio Machado

A la internacional reaccionaria de la ultraderecha, hispana y planetaria, esa ola neofascista empeñada en la lucha cultural a base de generar odio, bulos y mentiras, dedicada a dinamitar la democracia desde dentro y a desguazar el Estado de bienestar para repartírselo y enriquecerse más todavía, y pilotada, aunque sean meros peones, por un puñado de peligrosos excéntricos descerebrados, no les gustan los inmigrantes. Odian a los inmigrantes. Les provocan sarpullidos. Les dan repelús.

La globalización, que tanto les ha ayudado a forrarse, en relación al movimiento migratorio, con toda esa gente huyendo de la miseria de sus países, les ha salido rana. Eso no les cuadra. No se lo esperaban. Aprovecharse de ellos sí, invadirlos sí, esquilmar sus riquezas históricamente también, pero que se muevan por el mundo libremente - jugándose el pellejo -, buscando el pan para sus hijos, eso no. De eso nada.

Al principio era extrañeza, luego miedo. Miedo al diferente. Ahora el miedo se ha permutado en odio. Los odian. Los odian con las tripas, con visceralidad. Ver en cualquier pueblo a un grupo de musulmanas - unas moras -, rodeadas de muchachos, ataviadas con sus ropas tradicionales, sentadas en un banco de la mismísima plaza de España - antes plaza del Generalísimo Franco - les da repugnancia. Las monjas, que caminan en dirección al convento o al colegio privado, tapadas de igual manera con su toga, esas no. Las monjas así vestidas les inspiran cariño y ternura.  Las monjitas buenas, que se dedican a rezar y a hacer yemas.

También les estomagan los hombres - los moros -, con sus largas chilabas, cuando se dirigen a la mezquita que han creado en los bajos de un bloque de pisos.  Tan cutre. Les asquean.  Les dan náuseas. A no ser que sean los multimillonarios que vienen a Marbella a dejarse la pasta. En sus yates gigantes de 50 yardas.  O los dubaitíes que alojan tan hospitalariamente a nuestro querido rey emérito, sin saber todavía los españolitos de a pie quién paga todo eso. Esos lujos, me refiero.  La mansión en la isla de Zaya Nurai, la playa privada, los escoltas, el jet y las regatas. ¿Quizás nosotros?

Igualmente son excepción los saudíes que manejan el fútbol entregando cantidades bestiales para que España juegue allí la final de sus torneos. ¿Verdad, Rubiales, Piqué? Saudíes que condenan a muerte a un ciudadano, como al profesor Muhammad al Ghamdi, por criticar en Twitter a la familia real  (en sus dos cuentas en X, el pobre hombre tenía 10 seguidores). Esos, fíjate qué cosas, les caen bien.  Con su turbante y su barbita medio rasurada, sus pañuelos a cuadritos como los manteles de mi abuela Adriana. Tan hombres.  Muy simpáticos, muy cariñosos, atiborrados de petrodólares. ¡Pero si visten igual que los otros! Ya, pero en estos casos no importa. Curioso ¿no?

Los que saltan la valla de México con USA, o la pasan por debajo por túneles y madrigueras como las ratas, no visten chilaba, pero también les repugnan. Si a Trump le dejaran, se los cargaría a todos. ¡Tratratratratra! Para lanzarlos a las charcas infestadas de caimanes de Tampa o a los buitres de Arizona y que no quede ni pata. Ni rastro de sus espaldas mojadas. Perdona, pero en la valla de Melilla no estaba Trump y sembraron el suelo de cadáveres, en la imagen más inhumana y espeluznante que pudiera imaginarse, y aquí no pasó absolutamente nada. ¿No es así, señor Marlaska? A ver si ahora va a resultar que hay vallas buenas y vallas malas. Como si todas no tuvieran espinas. Alambre de espino y cuchillas de afeitar, concertinas. Made in Spain. Pura tecnología hispana.

Aquellos muertos eran negros. Negros negros. De ébano. Lo mejor de África.  Sus abuelos, los esclavos con los que comerciaban holandeses, ingleses, belgas, españoles, portugueses y franceses.  Las joyitas de nuestra historia y nuestra corona: los cazaban con redes. Cuentan que cuando eran transportados a América, "amarrados al duro banco", y en medio de una tormenta el galeón corría peligro de naufragar por exceso de peso, les quitaban las cadenas - dejárselas era mucho gasto - y los arrojaban directamente al océano Atlántico. Aliviando la carga.

Pero los inmigrantes de México, Honduras y Ecuador no son negros y, sin embargo, son tratados también como esclavos. En España los llaman panchitos, panchitas (evolución semántica de sudacas), y aunque sean los que cuidan de sus madres y padres ancianos, los que hacen los trabajos sucios que no quiere nadie, los desprecian y explotan como a seres inferiores. Peor que a sus mascotas, va usted a comparar. En el fondo, es porque preferirían una filipina de las de toda la vida, sumisa y con cofia, como Dios manda, pero tanto progreso, tanto progreso, tanta igualdad, que ya no quedan ni filipinas. Solo estas panchitas regordetas. ¡Hay que joderse!

Para este nuevo Ku klux klan que vuelve con fuerza, la supremacía blanca y la religión cristiana son su bandera. También la otra, que se la han apropiado y la han hecho solo suya para lucirla en la muñeca.

¡Pero los rumanos y búlgaros son blancos y cristianos, y tampoco les cuadran! ¡Esto no hay quien lo entienda! Bueno, bueno, tampoco nos pongamos tan exquisitos, porque si es una rumana joven y guapa de cualquier puticlub de las carreteras de España, de desprecio nada de nada. Si me apuras y vas muy caliente y bien cargado de coca y cubatas, con ese toro de Osborne sobre la rastrojera de ahí enfrente, con su sangre ardiente de chapa, estos neofascistas se tragan su racismo y se atreven hasta con una nigeriana. Una puta claro, pagando, por probar, y sin que nadie se entere en el barrio de Salamanca.

Siguiendo con nuestro repaso de odios y etnias para esta nueva gobernanza xenófoba y racista, hay que citar a los chinos. Con sus bazares siempre abiertos y sus jornadas de trabajo extenuantes. A estos, mal que bien, se les tolera, pues "me viene de lujo tener siempre la tienda del chino abierta". Como son autónomos y no trabajan para sus empresas, se les ignora. Como si no existieran. Invisibles. El esfuerzo para adaptarse a esta tierra tan diferente y alejada de la suya y su extraordinario bagaje cultural - ahí los tienes bien temprano en los parques haciendo su taichi, sobre los restos del botellón patrio - deberían ser para nosotros todo un ejemplo. Sin embargo, como eres un zoquete impresentable de extrema derecha, racista y analfabeto, lo que te gusta es hablarles siempre faltándoles al respeto.

Tras estos, por debajo del escalafón, están los otros asiáticos. Por no saber, y por el escaso interés en saberlo, desconocemos y confundimos su cultura, su lengua y su procedencia. ¿India, Pakistán, Sri Lanka, Bangladesh? ¿Qué más les da y qué importa eso? Para entendernos: son los de los restaurantes indios.  Si quieres ponerles cara, mira la del primer ministro inglés, Rishi Sunak, y te saldrá clavada. Aunque este, en vez de un plato de pollo tandoori masala en las manos, lleve corbata. A mí este tipo me parece un ser absolutamente abominable. Luego explicaré porqué.

Aunque muchos dirigentes de esta liga de la ultraderecha son economistas - salvo Abascal, doctorado en chiringuitos por Esperanza Aguirre y en infamia por Netanyahu -, por ejemplo Milei, el más esperpéntico de todos, con lo difícil que lo había puesto Trump, y al que no dedicaré ni un párrafo por no hacer publicidad gratis a semejante energúmeno. Pues un tipo que vocifera "la justicia social es una aberración" no merecería ni ser nombrado. Son economistas, digo, pero se niegan a aceptar las consecuencias que ha provocado en los países ricos la inversión de la pirámide de población. Más que inversión, voltereta. Si los nacionales no tienen hijos y el crecimiento demográfico es negativo, la única solución es que vengan de fuera a ocupar los puestos de trabajo de los hijos que no queremos o no podemos tener. Lo hicieron nuestros padres y abuelos en Alemania y en Suiza, con la maleta de cartón. Mal que te pese... no hay otra. Y lo sabes. Y te gusta que hagan los trabajos sucios y recojan tus inmundicias por cuatro perras. Las chapuzas del chalé de la sierra, el trabajo de pastor sin festivos ni vacaciones en la finca. Siempre regateando sus salarios pues crees que te deben algo. ¡A ti! Que el hecho de estar en España deben pagártelo.

El problema es que en tu mente enferma, en tu mente hedionda y podrida, pesa más el racismo que la economía.  Por eso los odias. Porque los necesitas a la fuerza. Sabes que si un día llegas a cobrar la pensión será gracias a ellos.  Sin inmigrantes cotizando... adiós tu pensión, muchacho. Por eso tragas. Pero tragas como se traga la bilis.  Una bilis de calumnias, para cizañear y hacer daño, generando rencor: que si nos están invadiendo, que si nos roban los puestos de trabajo y la cultura, que los delitos los cometen ellos, que si les dan pagas y ayudas, pisos gratis, y a los españoles no...  ¡Joé, con tu cristianismo!

Hace unos días el Tribunal Supremo confirmó la expulsión de la Guardia Civil de un cabo condenado por difundir noticias falsas sobre menores migrantes. En concreto, entre otras muuuuuchas, colgó en las redes un vídeo en el que un joven agredía brutalmente a una mujer, añadiendo este texto: "Aquí tenéis el video del MENA marroquí de Canet de Mar, a esos que le vamos a dar la paguita hasta los 23 años, los niños de Pedrito Piscinas. Por cierto, luego para más INRI la viola, estos energúmenos y estas manadas de marroquís no saldrán en los medios".

¡Espeluznante!  ¡Un cabo de la Guardia Civil!  Porque el vídeo, verdaderamente, lo habían colgado las autoridades chinas para que la ciudadanía ayudara a localizar al autor de esa agresión COMETIDA EN CHINA. La sentencia dice que el guardia actuó "movido por su animadversión y rechazo a los inmigrantes extranjeros de origen marroquí".

Para tanto odio, me parece poca condena la expulsión de la Benemérita, la multa de 1.650 € y los 15 meses de prisión.

Así que, toma buena nota, colega: se llama delito de odio.  Un delito. Y eso que escribes y compartes en el facebook y en el twitter, y que te hace tanta gracia, puede llevarte a la cárcel. Cosa que me alegraría cantidad.

Y remato con Sunak, el primer ministro inglés. Decir que "fía su victoria en las elecciones del 4 de julio a las deportaciones de inmigrantes a Ruanda" es lo más deleznable que puede escucharse.  Tan aterrador como lo de ese guardia. Incitando al odio. Sus padres emigraron de la India y llegaron a Inglaterra a través de África. Y ahora su hijo, millonario consorte, va a deportar a Ruanda a los inmigrantes que llegan a Inglaterra. ¡A Ruanda! Donde los hutus masacraron a machetazos a 800.000  tutsis en solo 100 días. A unos 7.000 km de distancia, en los grandes lagos, en el corazón de la selva africana.  A través del acuerdo, a base de mucho dinero, que entrega Sunak al gobierno de Ruanda. Millones de libras y la poca dignidad que le quedaba. Es decir, que un pobre desgraciado que bien podría llamarse casualmente Rishi, hindú como él, que tras invertir todos los ahorros de la familia sale de Bangladesh, recorre durante meses o años los 15.000 km terrestres que separan Daca de Londres, arriesgando la vida, hasta conseguir cruzar el Canal de La Mancha y, al llegar y ser detenido en Inglaterra, lo meten en un avión y lo deportan a Ruanda.

Desde luego que el "Homo homini lupus" de Hobbes se nos ha quedado pequeño. Escaso para las hienas.  Y nos lleva, sin duda, al ocaso de nuestra civilización.

Ahora, a través de una investigación periodística, se ha descubierto que con el dinero que paga la UE a Túnez, Marruecos y Mauritania, para "contener" las olas migratorias, las autoridades detienen de manera indiscriminada a inmigrantes que merodean por las calles, principalmente a negros subsaharianos, los montan en autobuses y, tras muchas hojas de viaje, los dejan abandonados en medio del desierto. Sin dinero, sin teléfono móvil, sin comida, sin agua. Incluso sin calzado. Ahí están los cadáveres, algunos de una madre de la mano de su hija pequeña, para vergüenza de nuestros gobernantes. La UE lo sabía, la UE lo sabe.

¡Por ello, toda esta ignominia, esta vileza inhumana, debemos pararla este 9 de junio... VOTANDO!  ¡Porque el silencio y la apatía no pueden hacernos cómplices, quedándonos en casa, callados y resignados ante tanto horror!

 

 

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