Dominio público

El poema progre

Gabriela Wiener

Escritora y poeta

Varios migrantes esperan a ser atendidos por la Cruz Roja tras desembarcar n el puerto de Arguineguin, en Gran Canaria. REUTERS/Borja Suarez
Varios migrantes esperan a ser atendidos por la Cruz Roja tras desembarcar n el puerto de Arguineguin, en Gran Canaria. REUTERS/Borja Suarez

A la campaña de la derecha para echarle la culpa de todo al migrante, el progresismo responde con un poema al náufrago del gran Juan José Millás. A la encuesta del CIS que sentencia que la migración es el principal problema para los españoles, el progresismo responde con una columna periodística solidaria y bien escrita que se pregunta qué haría España sin sus migrantes.

Ante la desprotección manifiesta de las infancias y juventudes migras en las fronteras, el progresismo hace un simposio. Ante el anuncio del PP de que abrirá un macrocentro para encarcelar adolescentes árabes que llegan a Canarias, el progresismo dice que no es racista, que tiene amigos negros y que la encuesta está mal hecha.

El progresismo se celebra a sí mismo –casi más que los propios activistas antirracistas que se han roto buscando firmas– por permitir el esperado debate en el Congreso de la ILP para regularizar a medio millón de personas. ¿Perdón? ¿Cómo? ¿Todavía debatiéndose? Sí, la iniciativa legislativa ciudadana recién pasa a debate tras meses de enmierdas. Debieron aprobarla en la legislatura anterior como debió abolirse la infame Ley de Extranjería. Y dejarse de poemas. Pero no.

Contexto: Trump tiene posibilidades de ganar diciendo que los migrantes se comen a las mascotas. Meloni ha salido a decir que quien entra ilegalmente, billete y a su país. Vox le ha dado like. Aquí harían lo mismo. Musk nos acosa día y noche desde su imperio de bots. El dichoso nuevo centro para menores extranjeros "en medio de la nada" podría llamarse Isabel Díaz Ayuso. Y aquí estamos viviendo la segunda temporada de la serie El progresismo sin una ley que realmente proteja a las personas que migran en un escenario humanitario catastrófico. ¿A dónde van las palabras que un día dijeron para que les votáramos? ¿Acaso se van y a dónde van?

Idea repentina: ¿Por qué no se atreven de una vez a regularizar masivamente y le llaman a la Ley Pedro Sánchez y punto pelota? Si de Pedro ya dicen los fachas que es lo peor, digo, qué más da, qué tan malo puede ser lo que van a decir a continuación, a quién le importa. ¿Por qué no hace Pedro lo que dicen que hace si igual lo van a decir? El PP le llama Ayuso al centro de menores y el PSOE le llama Pedro a la regularización ya.

Ese sería un verdadero challenger y no este adefesio. Pero claro, para eso tendrían que jugar en equipos distintos. Y no, no parece que el progresismo de este país juegue en un equipo muy distinto al del PP y VOX en el torneo de la valla y la patera. No hay señales de que se quiera abordar la enésima "crisis" migratoria creada por Jiménez Losantos desde un verdadero respeto por los derechos humanos y en línea con la legislación internacional. Además, ¿de qué internacionalismo hablamos? ¿Del de la Unión Europea liderada por los mismos deportadores?

El otro día encontré uno de esos textos magistrales de Millás escritos a partir de una imagen desoladora de un migrante arrastrándose del mar a la playa y sentí que ya había leído demasiados, que me había conmovido tantas veces con ellos y que ya no podía, ya no quería que me conmovieran. Pensé en ese verbo, no solo en el estremecimiento y la emoción sino también en su sentido de movimiento, de sacudida. ¿Por qué estaba fallando lo segundo? Y por un momento dejé de creer en el texto, en la imagen y hasta en la comunicación. Dejé de creer sobre todo en la pregunta: "¿Cuánto se tendrá que arrastrar para conseguir un estatuto de ser humano?" Porque después de tantas y tantas imágenes y tantas y tantas palabras y tantas y tantas preguntas no hemos podido, como dice literalmente el verbo, movernos hacia la ternura. ¿Hay alguien ya que se atreva a apostillar la imagen de los cadáveres amontonados en el suelo de bebés palestinos? ¿Acaso no se han quedado sin palabras? ¿No les sobra ya la literatura?

Que, por ejemplo, las mujeres extranjeras, las más proclives a recibir violencia, además de otras discriminaciones; o los adolescentes desamparados, sean parte del problema número uno para los españoles sólo puede definirse como brutalidad. Vivimos en un inexorable proceso de derechización de todo, todos, todas y todes. Me da miedo este país. Me da miedo su idea excluyente de progreso. Me dan miedo sus poemas.

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