Que la Agencia Vasca del Agua haya editado un documento divulgativo explicando la inutilidad de los dragados para prevenir las inundaciones, resulta todo un acierto para los que consideramos que este tipo de acciones son una idea manida y recalcitrante, ampliamente extendida en la población y que asumen, por ello, los representantes políticos. Por eso hacen falta más documentos como éste, para que lleguen a más personas. Lo llamativo del asunto está en que hayan tenido que utilizar, para ilustrar el documento, dos imágenes que no son del País Vasco, sino de 700 kilómetros más abajo, en Málaga, y cuyo autor es el mismo que redacta estas líneas (y que agradece, dicho sea de paso, que utilicen dicho material para esta causa, para eso está).
No es casualidad. Desde hace bastantes años se vienen sucediendo en la provincia de Málaga multitud de actuaciones de este tipo, mal llamadas "limpiezas de cauces" porque no retiran la basura del río sino la vegetación debidamente establecida, el bosque de ribera. Un bosque que, al ser autóctono, no adolece de los inconvenientes de las especies exóticas, eucaliptos y cañas, que sí agravan los problemas de las inundaciones, descalzando las orillas y taponando los viaductos. El sauce que se aferra con fuerza a la orilla, estabiliza las márgenes, y sus tallos flexibles soportan la crecida, restando velocidad a la corriente. Lamentablemente, este tipo de "limpias" afectan a muchos ríos, a menudo protegidos, incluso dentro de Parques Naturales, que son los que cuentan con una gestión mucho más controlada desde hace bastantes años. Por lo tanto, son las administraciones las directamente responsables de lo que sucede con estos ríos.
Merece la pena contar la historia que hay detrás de la foto de la retroexcavadora que utiliza la agencia vasca en su documento. Fue una actuación que se realizó durante los años 2010 y 2011 en el Río Genal, un río que cuenta con una protección europea (Red Natura 2000) para la conservación de sus hábitats, entre ellos, la vegetación de ribera, ya sea arbórea o incluso arbustiva o herbácea, dada la vulnerabilidad de este tipo de ecosistemas. La actuación de aquella máquina en agosto de 2010 era tan evidente y tan visible que hasta podía contemplarse desde el cielo, a través de las imágenes de satélite de Google. Y, como parecía lógico, al infringirse la legislación europea (Directiva Hábitats 92/43/CEE) se procedió a presentar una denuncia por estos hechos ante la Comisión Europea. El resultado fue poco más que decepcionante cuando dicha Comisión se limitó a pedir una explicación al Reino de España, en este caso a la Consejería de Medio Ambiente, que presentó un informe consistente en un simple reportaje fotográfico sin identificar a una sola especie y sin valorar los daños ocurridos. Y la Comisión lo aceptó. Por fortuna, en esta ocasión no volvieron a introducirse máquinas en el cauce y a los cuatro años el bosque de ribera ya alcanzaba los tres metros de altura, demostrando la enorme capacidad que presentan los ecosistemas fluviales y la tremenda ceguera de quienes tienen que conservarlos, que nada saben de ellos.
Actualmente, la Comisión Europea ya no pide explicaciones a los países sino que archiva las denuncias por sistema alegando que la Comisión no está para casos puntuales. Pero no son casos puntuales. Este problema afecta a toda la geografía española, incluyendo espacios protegidos. Sólo en el Genal, estas limpiezas han pasado a ser escolleras, que transforman los impactos en permanentes y agravan los efectos de las inundaciones ya que el agua discurre más deprisa junto a ellas.
El Genal tampoco ha sido el único espacio de la Red Natura 2000 afectado. Tan sólo en el presente año se pueden citar al Arroyo Las Cañas, Río Padrón, Río Castor, Río Pereilas, Río Real, Río Guadaiza,... Habría que preguntarse si hay alguno que no haya sufrido de este tipo de intervenciones. Especialmente dramático es el caso del Río Guadaiza que sobrevive en plena Costa del Sol y en lo que ha sido Marbella de especulación urbanística y corrupción, porque sorprende que todavía se preserven espacios naturales con cierto grado de conservación. Lamentablemente, ha sido el último en sufrir otra de las manidas "limpiezas de cauces" donde habita precisamente una especie de pez en peligro de extinción, el blenio de río, sólo que no cuenta con el interés y el aprecio que tiene el lince, ni parece que tampoco por parte de las administraciones competentes. Lo irónico de este caso es que, mientras se retiraron las especies arbóreas autóctonas (sauces), se respetaron las exóticas invasoras (eucaliptos, casuarinas y palmeras washingtonias), para dar un golpe de gracia a la supervivencia de este ecosistema.
Quizá, la Red Natura 2000, con sus Zonas de Especial Conservación, no sea algo muy conocido ya que no cuenta con mucha publicidad, cosa distinta de los Parques Naturales que tienen vigilancia y planes de gestión y ordenación ya con cierta tradición. Pero es que ni estos espacios se libran de tales impactos. Hace ya cierto tiempo, sucedió en 2006 dentro del Parque Natural Montes de Málaga, que se realizó una de estas limpias en el Río Guadalmedina, que es el único espacio Natura 2000 de este Parque Natural. El Río Guadalmedina es el único que cuenta con hábitats naturales, porque el resto del espacio está ocupado por un hábitat de pino reforestado, no natural, aunque hay intención de incluirlo en la Red Natura 2000 siguiendo la política de la Junta de Andalucía de inflar los espacios ya protegidos para desatender otros que puedan tener tanto o más valores ambientales. Lo paradójico de este caso es que destruir los únicos hábitats naturales de un espacio no ofrece muchas garantías para la conservación del resto del territorio.
Un caso similar ocurrió el pasado año en el Río Chíllar, en Nerja, dentro del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama, que se resolvió de un modo diferente. Aquí no fue una limpieza de cauces sino una captación de agua y la instalación de una tubería bajo el mismo lecho del río, en un entorno, la Axarquía, donde los cultivos subtropicales se van expandiendo incluso más allá de los límites legales. Estas obras, que levantaron el río para utilizarlo como una simple "vía de servicio", se ejecutaron sin ninguna clase de evaluación ambiental a priori, asunto que se resolvió con una evaluación ambiental a posteriori, cuando las obras ya estaban prácticamente concluidas y todo el daño causado. Claro está, este tipo de licencias sólo puede permitírsela la administración mientras que cualquier otro proyecto ajeno debería seguir por la vía normal o arriesgarse a una sanción. Sorprende, además, que ninguna persona hubiera visto nada ni dado la voz de alarma cuando el Río Chíllar es uno de los más visitados de España hasta el extremo de una masificación de tal magnitud (cientos de personas cada día) que ha provocado, como referente simbólico de este tipo de impactos, la desaparición de una planta protegida, Galium viridiflorum, protegida incluso a nivel europeo (es una especie prioritaria para la Directiva Hábitats). Esto demuestra que el mero contacto con la Naturaleza no genera ni sensibilidad ni su interés en protegerla, sino que es otra forma más de consumismo, en este caso, consumismo de Naturaleza.
Pero este tipo de impactos puede revertirse por sí solo si no se vuelve a actuar en el cauce y mientras no resulte invadido por especies exóticas invasoras, el Genal dio buena muestra de ello. El problema alcanza otro nivel cuando se aplican soluciones más duras en las que el cemento es un elemento fundamental, porque los impactos se hacen irreversibles. Transformar las riberas en escolleras elimina completamente este hábitat e impide su recuperación. Y no hay mayor aberración que la de borrar a un río del mapa. El embovedamiento del Arroyo Benavolá, en Benahavís, para construir un campo de golf encima, no ha respetado ni hábitats ni especies protegidas, como la prioritaria ya mencionada Galium viridiflorum.
Uno de los problemas más graves de estas soluciones duras tiene que ver con las inundaciones, ya que impermeabilizan el lecho y aumentan la velocidad de la corriente, agravando los daños. Paradójicamente, es la solución buscada para "prevenir" las inundaciones. Y es lo que se plantea actualmente en el Río Campanillas, en el barrio homónimo de la capital malagueña, donde se construyó sobre las vegas inundables nada menos que varias urbanizaciones para cientos de familias, además de colegio, instituto, centro de salud, instalaciones deportivas, jefatura de policía, parroquia, un centro de servicios sociales, comercios y un largo etcétera. A pesar de la construcción de la presa de Casasola, no se pudo impedir la inundación de la zona en enero de este año a causa de la tormenta Gloria. Lo sorprendente es que los mapas de inundabilidad ya dibujaban este lugar como una zona con una "inundabilidad frecuente", con al menos una inundación cada 50 años (periodo de retorno de 50 años), si el Cambio Climático no está aumentando el riesgo ya existente. Lo kafkiano del asunto viene de la decisión del ayuntamiento y empresarios de no aceptarlos, como si por una simple decisión pudieran dejar de ser inundables, porque comprometían la viabilidad económica del polígono del Guadalhorce, lo que desembocó en una anulación por el Tribunal Supremo. De modo que no contemplan otra opción que encauzar el río y permitir, contra toda lógica, que se siga construyendo viviendas sobre estos terrenos inundables, con el riesgo de generar un problema mayor. Por el contrario, las soluciones actuales contra las inundaciones pasan por dejar espacio a los ríos y conservar sus riberas:
En conclusión, son muchos los casos de destrucción de ríos que salpican la provincia, algunos paradigmáticos, y la administración es la directamente responsable, por acción o por omisión, por ignorancia o de forma intencionada, desde la local hasta la autonómica, que es la que tiene las competencias, y están poniendo a la provincia de Málaga como todo un ejemplo nacional de la destrucción de los ríos. No es de extrañar que estas imágenes sirvan para ilustrar los riesgos que este tipo de gestión pueden provocar en otros territorios.
Sin embargo, las riberas, la vegetación, ejercen un papel importantísimo para el buen funcionamiento ecológico de los ríos, depurando la contaminación de las aguas, frenando la erosión, suavizando la temperatura del aire y del agua, reduciendo la velocidad de la corriente en momentos de inundación. Además, representan el hábitat de muchas especies, garantizan la conectividad con áreas cercanas, y crean espacios de alta biodiversidad. Por eso hay que conservarlas y por eso se las protege, no con mucho éxito, a pesar de todo.
- Óscar Gavira es biólogo-
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