Ecologismo de emergencia

Mismos perros, mismos gatos, misma ley

Juan Ignacio Codina

Periodista, doctor en Historia, subdirector del Observatorio Justicia y Defensa Animal y autor de ‘Pan y Toros. Breve historia del pensamiento antitaurino español’

Concentración para no excluir a los perros de caza de la Ley de Protección Animal en la Plaza Mayor, a 30 de enero de 2022, en Madrid (España). -Gustavo Valiente / Europa Press
Concentración para no excluir a los perros de caza de la Ley de Protección Animal en la Plaza Mayor, a 30 de enero de 2022, en Madrid (España). -Gustavo Valiente / Europa Press

La primera e histórica ley estatal de protección y derechos de los animales que puede tener nuestro país está en riesgo por culpa del PSOE. Así de claro hay que decirlo. Después de años de trabajo desde la Dirección General de Derechos de los Animales del Gobierno de España (en manos de Unidas Podemos), y de las aportaciones de numerosas asociaciones, el Proyecto de Ley de protección, derechos y bienestar de los animales está en peligro por una enmienda (ya tristemente famosa) presentada por el Grupo Parlamentario Socialista en el Congreso de los Diputados (y defendida públicamente nada menos que por su portavoz, Patxi López) que pretende que los "perros de caza" y los "perros de trabajo" (los dedicados al pastoreo, al rescate o a actividades deportivas) queden al margen de esta legislación. Es decir, van a quedar desprovistos de la protección legal que esta ley pretende conferirles.

Resulta vergonzoso tener que decirlo en pleno siglo XXI, pero España necesita una ley estatal en materia de protección animal que suponga un avance y que, además, armonice o sirva de marco a las distintas leyes que ya regulan esta materia en cada comunidad autónoma. Y además, es necesario que esta ley no discrimine a unos perros sobre otros. Pero el PSOE parece no estar dispuesto a avanzar, y sigue con su enmienda por montera.

La pretensión socialista, aparte de suponer una discriminación injustificable, supondría un muy grave precedente legal y normativo. De salir adelante esta enmienda, la legislación estatal española reconocería, de facto, que en nuestro país no hay solo perros sino que, dependiendo de para lo que sean utilizados (o mejor dicho, explotados) existen distintos tipos de perros. Esta discriminación superaría los límites propios del especismo (discriminar a un individuo por pertenecer a una especie distinta a la nuestra) y pasaría a crear un nuevo concepto: interespecismo, es decir, discriminación de unos individuos sobre otros dentro de su propia especie. De aprobarse la enmienda, como digo, sentaría un precedente muy grave, y supondría la cosificación de determinados animales puesto que, en función de su utilidad al ser humano, muchos perros (tal vez los que más lo necesitarían) quedarían arbitrariamente fuera de la protección que esta ley les otorgaría. Esto supone un paso atrás en toda regla.

La realidad social, ética, cultural, y también la científica, nos indica que no hay perros de caza o de labor, sino que únicamente hay perros, y punto. El PSOE debería retirar esta enmienda de la vergüenza cuanto antes. Debería escuchar el clamor social de nuestro país y reconsiderar su postura. Y, si no retira la enmienda, al menos podría otorgar libertad de voto a los integrantes de su grupo parlamentario ya que, desde dentro de las filas del propio PSOE, hay importantes sectores que están abierta y públicamente en desacuerdo con esta enmienda. Lo que está claro es que, durante estas últimas semanas, en las calles y en las redes sociales se ha escuchado un clamor unánime: mismos perros, misma ley. El PSOE no puede permitirse el lujo de desoír a la sociedad, plegándose a las presiones de los lobbies de la explotación animal.

En este lamentable camino, además, el PSOE está siendo acompañado por PP y VOX, quienes apoyan sin fisuras la enmienda socialista. Los partidos más a la derecha de la Cámara Baja, que defienden y fomentan abiertamente prácticas como la caza y la tauromaquia (señas tradicionales de la crueldad hacia los animales), son las muletas del PSOE en este esperpento parlamentario. Esto, por sí solo, les debería hacer reconsiderar su postura porque, ¿recuerdan aquello de ‘dime con quién andas...’?

Pero, y por si no fuera poco, además de esta enmienda socialista de la vergüenza, la nueva legislación, que viene a modernizar de una vez por todas a nuestro país, se ha encontrado con otro escollo: los gatos. Desde hace ya tiempo, procedentes de determinados sectores de la biología, y autoamparándose bajo una supuesta capa de ciencia, se escuchan voces que se oponen a la protección de los gatos abandonados. Esto es así hasta el punto de que, a los gatos que han sufrido el abandono, les llaman gatos asilvestrados, animales dañinos, alimañas o, directamente, especies invasoras (¿¿??). Pero resulta que los gatos asilvestrados no existen, lo que sí existen son los gatos que han sido víctimas de un delito de abandono, gatos que sobreviven como pueden en colonias gestionadas por voluntarias y voluntarios que se dejan mucho esfuerzo, dinero y sacrificio en poner en práctica el método CER (captura, esterilización, reintroducción).

Pero, como digo, desde determinados colectivos de biólogos, el problema más grave de la actualidad, en cuanto a preservación de la biodiversidad se refiere, no es que la actividad humana se esté comiendo literalmente el planeta, ni que la caza interfiera de una manera directa en desequilibrar los ecosistemas, ni que por el impacto humano se estén registrando desapariciones de especies animales y vegetales a un ritmo nunca antes visto. No, el gran problema son los gatos. Y lo cierto es que el único problema que hay con los gatos es el abandono y la cría indiscriminada de la cual son víctimas. Algo, precisamente, contra lo que esta ley de protección animal trata de luchar.

Curiosamente, en estas tesis van de la mano de cazadores y alimañeros (tanto monta, monta tanto), así como de los partidos de la derecha, quienes también ponen pegas a la protección de los gatos abandonados. Tener a estos compañeros de viaje les debería hacer reflexionar otro tanto.

Pero no, de momento no hay tal reflexión. Muy al contrario, solo proponen acciones drásticas . Así, estos señores biólogos (la mayoría son hombres) pretenden "solucionar" el problema atacando el síntoma en vez de tratando de evitar la causa. Como ven, todo muy científico. Es decir, poco más o menos que abogan por la desaparición de las colonias felinas (ética y desinteresadamente gestionadas por personas voluntarias) sin atreverse muy bien a decir qué harían con los gatos que en ellas habitan. ¿Gasearlos?, ¿meterlos en sacos con piedras y echarlos a un río como se ha hecho en este país toda la vida de dios? No parece muy científico, ni mucho menos humano. Y tampoco parece muy científico el pretender atacar el síntoma sin buscar soluciones (éticas y legales, por supuesto) a la causa que provoca ese síntoma. Es como si hay un incendio y les molestara más el humo que el fuego, y pretendieran hacer desaparecer el humo, dejando sin embargo el fuego.

Si realmente hubiera un impacto tan grave de los gatos en la biodiversidad (parece que ahora los gatos son los grandes culpables de todo, cuando el ser humano y su actividad es la principal amenaza de la biodiversidad, pero estos biólogos erre que erre contra los gatos), habría que atajar el problema en su causa, en su raíz, y no meramente en sus síntomas.

Y, hasta el momento, desde estos sectores parece que no se están considerando las causas (abandono, cría incontrolada) ni, por supuesto, se han propuesto alternativas ni soluciones a estas causas. No, parece que lo más fácil es, poco más o menos, acabar con los gatos que, no lo olvidemos, son víctimas del abandono. Es como se resuelve todo en este país, a golpe de soluciones fáciles a asuntos complejos. Además, se olvidan de que los gatos están protegidos por el Ordenamiento Jurídico español.

Lo que resulta inconcebible, además, es que este afán (por no decir manía) contra los gatos se defienda desde la Ciencia. Sí, así, Ciencia con mayúsculas, como si estos sectores de la biología estuvieran ungidos bajo el manto de la Ciencia y eso les permitiera reclamar cualquier cosa. Un repaso a la Historia nos permitiría ver cómo la Ciencia ha sido utilizada en otras ocasiones como justificación de lo injustificable. Así que mucho cuidado con esto, porque la Ciencia sin ética puede conducirnos al desastre.

Paralelamente, desde estos y otros sectores, se pretende ridiculizar, atacar, menospreciar y minimizar al movimiento por la defensa de los derechos de los animales retratándolo como un movimiento únicamente basado en las emociones. Sentimos pena por los animales, y por eso los queremos proteger. Como digo, pretender reducir este movimiento cultural e histórico a una mera cuestión emocional es una artimaña más para tratar de minimizar el impacto social, político y cultural que la defensa de los derechos de los animales tiene en nuestro tiempo.

No en vano, detrás de los Derechos de los Animales también hay Ciencia, y también hay Historia. ¿Acaso es la Biología la única de las ciencias? ¿Acaso las Ciencias Sociales, las Humanidades, las Ciencias Jurídicas o la Ética no son ciencias también? ¿Acaso Santiago Ramón y Cajal no defendió a los animales basándose en sus conocimientos científicos? ¿Acaso Benito Feijoo, en el siglo XVIII, no se opuso desde la Ciencia, en concreto desde la observación empírica, a las teorías mecanicistas de Descartes sobre los animales? Si se van a poner a repartir carnets de científicos, existe la posibilidad de que estos biólogos se queden solos. ¿Es eso lo que desean? Sea como fuere, pretenderse arrogar la ciencia para uno mismo es precisamente lo contrario al sentido esencial de la ciencia, una de cuyas bases es, y ha de ser, la humildad. Porque la Ciencia no debe suponer desprecio al resto del conocimiento sino que, más bien al contrario, debería conllevar consigo la idea de que cada asunto se puede (y debe) analizar desde distintas ópticas.

Y, mientras todo esto sucede en España, en el resto del mundo se conmemora (y se celebra por todo lo alto) el doscientos aniversario de una de las consideradas como primeras leyes de protección animal de la Historia: la británica Ley contra el trato cruel hacia el ganado (1822), también conocida como Martin’s Act, en reconocimiento a su promotor, el parlamentario y gran defensor de los animales Richard Martin.

Doscientos años después, en pleno siglo XXI, nuestro país no tiene nada que celebrar. A no ser que el PSOE retire su enmienda y, de una vez por todas, España pueda avanzar de la mano de una ley llamada a marcar un hito histórico. Así que es tiempo para la reflexión y para ponerse a prueba, para ver si el PSOE es ese partido, con Pedro Sánchez a la cabeza, que verdaderamente ha llegado al Gobierno para impulsar cambios y progreso o si, por el contrario, está en el Gobierno para que nada cambie (al menos en cuanto a protección animal). El PSOE, a pesar de algunos de sus gobiernos durante los años ochenta del pasado siglo, ha sido históricamente un partido progresista. Y no existe progreso sin la ampliación de los derechos a los colectivos más desfavorecidos que, en este caso, son los animales y, más en concreto, los perros víctimas de la cosificación humana.

Esto no es una exigencia, sino un ruego. Escuchen el clamor social y retiren la enmienda de la vergüenza. Escuchen el clamor social y público de nuestro país y sean valientes: den un paso atrás para poder dar, entre todos y todas, un paso adelante, colocando el primer escalón que nos conduzca a un proyecto de país que mire al futuro con optimismo y civismo, ampliando su círculo de compasión, pero también sus derechos, hacia el resto de animales, incluidos los perros y gatos más desprotegidos. Porque, como ya dijo la abogada y directora del Observatorio de Justicia y Defensa Animal, Nuria Menéndez de Llano, en su reciente comparecencia en el Congreso de los Diputados para defender mejoras y avances en el Derecho Animal español: mismos perros, misma ley, y mismos gatos, misma ley.

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