EconoNuestra

Salida de la crisis desde un enfoque heterodoxo

Mario Rísquez Ramos
Estudiante del master de Economía Internacional y Desarrollo (Universidad Complutense de Madrid) y miembro del colectivo econoNuestra

La crisis económica actual y la gestión que se está llevando a cabo de la misma ha suscitado un amplio debate sobre las diferentes lecturas que de este asunto se pueden extraer. Muchas son las interpretaciones que se hacen sobre los orígenes de esta crisis, al igual que también existe gran diversidad de opiniones acerca de cómo se puede poner fin a la misma. En este artículo se tratará de abordar de manera breve una posible alternativa desde un punto de vista de la economía heterodoxa. Éste es sólo un punto de vista, puesto que tanto para la explicación de la crisis como para las posibles salidas o alternativas de política económica existen múltiples enfoques.

Para comenzar, hay que señalar que la crisis surge como consecuencia de un desarrollo del sistema capitalista con unas características particulares. La paulatina financiarización de la economía y la deslocalización productiva, dentro de un periodo de globalización económica, son los elementos principales que durante las últimas décadas —desde la crisis de la década de los 70— han favorecido un contexto en el que se han generado una serie de desequilibrios que han culminado en la crisis actual. Muy especialmente, la persistente y profunda desregulación de los mercados financieros ha jugado un papel crucial en la gestación de la crisis que arranca en 2007, y su posterior expansión, especialmente por el entramado financiero europeo. Tras 6 años desde que comenzó la crisis, Europa todavía sigue sumida en una grave recesión y el enquistamiento político y la disparidad de intereses de los países miembros de la zona euro no favorecen una solución a corto plazo.

Las posibilidades políticas de implementación de un enfoque alternativo residen en el cuestionamiento del régimen político e institucional actual. El mayor coste de la crisis está recayendo sobre la población de los países periféricos de la eurozona (países deudores) y es por ello que una salida más equitativa a la crisis pasa por el empoderamiento de esta parte deudora dentro del proceso de negociación. Se debe reequilibrar la balanza de una correlación de fuerzas actual que imposibilita la capacidad de acción para desarrollar enfoques alternativos al hegemónico. Tanto la socialdemocracia como la opción conservadora europea forman parte de este entramado político-institucional que posibilita el desarrollo del sistema económico capitalista tal y como lo conocemos. Por lo tanto, es necesaria una reconfiguración de las coordenadas políticas en las que se desenvuelve el contexto europeo actual en busca de un nuevo escenario sobre el que construir una alternativa.

Partiendo de esta premisa, un enfoque alternativo para la salida de la crisis europea podríamos agruparlo en base a cuatro ejes sobre los que actuar:

En primer lugar, una solución de la crisis de deuda europea pasa por la reestructuración de ésta en los países deudores, pues la política seguida hasta ahora de ajuste estructural en estos países con el fin de maximizar el pago de la deuda a los países acreedores acaba siendo contraproducente. Es por ello que una reestructuración de dicha deuda soportada en parte por los acreedores y la emisión de eurobonos (deuda mancomunada) por parte del BCE aliviaría el peso del excesivo endeudamiento en los países periféricos. Para esto hace falta que se produzca un cambio sustancial en la labor que desempeña el BCE, que podría canalizar además (junto al Banco de Inversión Europeo) programas de estímulo en las economías más afectadas por la crisis.

Por otro lado, para financiar programas de gasto que favorezcan la reactivación económica en el caso de España se hace necesaria acometer reformas estructurales, de manera muy destacada en el sistema tributario. Esta reforma posibilitaría un aumento en la recaudación a través de impuestos y dotaría al sistema de una mayor equidad. Esto sería posible mediante un aumento de la progresividad fiscal. Es necesario reducir la diferencia existente entre tipos máximos nominales y efectivos para las grandes empresas; por ejemplo, eliminando diversas ventajas fiscales de las que ahora disfrutan. Además, una mayor dotación de recursos para combatir el fraude fiscal ayudaría a reducir este grave problema. En el caso de España, el fraude tributario supone un problema de recaudación cuya cifra (dinero que se deja de ingresar) respecto al PIB está bastante por encima de la media de la Unión Europea y cuyos principales responsables son las grandes empresas y las grandes fortunas.

En tercer lugar, en contraposición a las políticas de devaluación interna implementadas en los países periféricos de la Eurozona, un enfoque alternativo pasa por desarrollar una política basada en los aumentos salariales y el incremento de la participación de las rentas del trabajo frente a las rentas del capital. Aquí podemos tomar como referencia postulados postkeynesianos, como el modelo Bhaduri-Marglin (1990). Partiendo de la valoración de la recesión económica como un problema de demanda en unas economías basadas en el consumo y, por tanto, en los niveles de renta, a corto plazo, una política de rentas encaminada a favorecer aumentos salariales posibilitaría una reactivación del consumo, y a su vez esto desencadenaría un ciclo o espiral positiva de reactivación económica. Esto también rompería con la dicotomía deuda-crecimiento que se viene desarrollando hasta ahora en países como España.

En cuarto lugar, una reforma integral del sistema financiero internacional ayudaría a que no se repitieran los excesos que favorecieron la crisis actual. Esta reforma pasaría por la adopción de diferentes medidas: la implantación de una tasa a las transacciones bancarias que frene la especulación financiera; la segmentación de las actividades del sistema bancario para acabar con la progresiva y creciente concentración bancaria (y el riesgo sistémico que ello conlleva); reforzar los órganos de supervisión tanto a nivel nacional como internacional; y un mayor control de capitales con el fin de evitar flujos de capitales que migren hacia escenarios más desregulados.

Un par de reflexiones para concluir. Cabe preguntarse acerca de las posibilidades de supervivencia de un sistema económico y social capitalista en un mundo con unas capacidades finitas. La lógica productivista del crecimiento sin límites ha deteriorado ya en gran medida los recursos de los que disponemos en el planeta, y amenaza con dilapidar a lo largo de este siglo elementos fundamentales para la supervivencia, tanto del ser humano como del resto de organismos que habitan la biosfera. Debemos tener claro que el sistema económico no deja de ser un subsistema englobado en otro superior que es la biosfera, y a cuyo mantenimiento debemos subordinar todo lo demás.

A su vez, esta crisis económica ha adoptado multitud de formas, derivando en una crisis política y social, donde se está poniendo en cuestión la viabilidad de unas democracias que en última instancia responden a los intereses de unas minorías elitistas en detrimento de la voluntad de las mayorías sociales. Hay que dejar a un lado, en cierta manera, la "tecnificación" de la vida económica y social, pues la configuración de un nuevo orden social debe recaer, en última instancia, en manos de la voluntad popular.

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