El azar y la necesidad

El papa negro: Suaviter in modo, fortiter in re

El nuevo papa, Jorge Mario Bergoglio, es jesuita, un dato la relevancia del cual está aun por probar. El cardenal Bergoglio ha tomado el nombre de Francisco y no ha especificado si lo hacía en honor de san Francisco de Asís o de san Francisco de Borja. La orden de los franciscanos, la fundada por san Francisco de Asís,  ha estado siempre vinculada a los pobres, la de los jesuitas, de la cual san Francisco  de Borja fue general, ha tenido una fuerte vinculación con el poder, para convertirse, en muchos períodos históricos, en un poder en si mismo. En este punto hay que sorprenderse de cómo de una misma familia, los Borja, salen dos papas de moral laxa y un santo de moral estricta, misterios de la genética. El recién nombrado papa tal vez desee mostrar la inclinación de la iglesia hacia los pobres, como los franciscanos, pero lo que más necesitará será el dominio de los entresijos del poder, como los jesuitas.

Napoleón dijo en su momento que los jesuitas constituían una organización militar y no una orden religiosa, un ejército diseminado  por todo el mundo mandado por un general, el Superior General de los jesuitas, el llamado papa negro. La percepción que la Compañía de Jesús era un poder  y que actuaba como tal, le valió a lo largo de los siglos expulsiones de muchos países y persecuciones de sus miembros. Los jesuitas han sido  odiados y temidos a lo largo de la historia por su fuerza, por su inteligencia,  por su cercanía al poder. Esta vocación de poder y control, fue construida sobre la base del establecimiento de numerosas instituciones educativas de rango medio y superior en todo el mundo de las que han surgido una legión de cuadros laicos con una formación de primer orden, que a lo largo de la historia han ocupado puestos claves del gobierno de muchos estados. Es en ese punto en el que la Compañía de Jesús, con quinientos años de historia, entra en fuerte conflicto con el Opus Dei,  joven organización que copia los métodos jesuitas de infiltración en las esferas de poder. Los intentos de aproximación entre las dos organizaciones en los años del concilio no tuvieron sus frutos y se cuenta que el padre Arrupe, secretario general de los jesuitas, tras un almuerzo con Monseñor Escrivà de Balaguer, afirmó de éste que era carne de psicoanalista.  Las diferencias entre jesuitas y miembros del Opus no se ciñen solo a su competencia por el poder, también tiene tintes ideológicos, con un Opus extremadamente reaccionario, con una Compañía de Jesús capaz de albergar en su seno teólogos progresistas y conservadores.

En los últimos treinta años  el Opus se ha hecho fuerte en el Vaticano, gracias sobre todo al papa Juan Pablo II y al poder financiero y económico de la Obra, capaz de tapar las miserias que la banca vaticana arrastraba a finales de los años setenta. A pesar de la afluencia del dinero de la mafia blanca de la Obra los escándalos no han cesado, y la banca vaticana está aun pendiente de reformas importantes para cumplir los estándares que le exige la Unión Europea. Es sólo una casualidad que en este contexto de predominio del Opus, sea elegido papa un jesuita? Se trata de un episodio más del enfrentamiento entre el Opus Dei y la Compañía de Jesús? Es posible que no, que no sea una casualidad la elección de un jesuita, alguien suficientemente hábil para imponer ligeros cambios sin fracturar los cimientos de la estructura general. Alguien que cumpla la máxima que dicta la educación de los jesuitas, "Suaviter in modo, fortiter in re", suave en las formas, firme en el fondo.

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