El dedo en la llaga

La doble muerte de Fuentes

El Gobierno afgano asegura que un tal Reza Khan se declaró culpable del asesinato del periodista español Julio Fuentes. Resulta imposible saber a ciencia cierta si el tal Khan realmente se confesó autor del crimen y, en el caso de que lo hiciera, en qué condiciones lo hizo. Las técnicas de interrogatorio de la Policía afgana pudieron tener algo que ver en su confesión, si es que la hubo, y la desenvoltura con la que llevan a cabo su cometido los tribunales del presidente Hamid Karzai es fácil que contribuyera a aligerar los trámites del juicio del que salió condenado a muerte. A saber.

Lo que sí sabemos es que la Comisión Independiente de Derechos Humanos de Afganistán reclamó en 2004 una moratoria en la ejecución de las penas de muerte, alegando la inexistencia de garantías jurídicas que otorguen un mínimo de credibilidad a las sentencias. Hasta ahora, el presidente Karzai había atendido esa demanda, pero el lunes dio su visto bueno a la ejecución de una quincena de presos, Reza Khan entre ellos. Los mataron disparándoles a la cara. Compiten por el Guinness de la crueldad homicida con honores de Estado.

¿Quiso el presidente Karzai congraciarse con España pasando a Khan por las armas? Eligió un mal sistema. Abofeteó la memoria de Julio Fuentes, que siempre se opuso a la pena de muerte. Julio jamás habría aceptado esa ejecución, por muy asesino que fuera Khan.

Anteayer, fue el Día Mundial contra la Pena de Muerte. Entre los Estados que la practican de manera más recalcitrante, dos son socios prioritarios de España: EEUU y China. ¿Algún reproche oficial? ¡Faltaría más! A cambio, tenemos un buen contingente militar en Afganistán para apuntalar el régimen del verdugo local. ¡Cosas del humanitarismo!

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