El mapa del mundo

Izquierda alemana comparada

Las diferencias en política exterior son el principal motivo por el cual el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) no pactaría con La Izquierda de Oskar Lafontaine y Gregor Gysi a nivel federal. Eso decía ayer en un encuentro con la prensa extranjera en Berlín el jefe del grupo parlamentario del SPD, Peter Struck. Argumentaba Struck que Alemania es "un socio muy requerido" en el mundo, que no puede decir que no cuando organismos internacionales le piden colaboración. La Izquierda reclama retirar las tropas de Afganistán porque el mandato parlamentario que justifica su presencia no cubre acciones ofensivas que están llevando a cabo.

Struck fue ministro de Defensa en el gabinete del socialdemócrata Gerhard Schröder, y hablando de Afganistán acuñó una frase que sigue asociándose a su nombre y a su labor como ministro: "La seguridad de Alemania se defiende también en el Hindukush". Algunos políticos e intelectuales criticaron esa declaración de principios porque implica superar los límites de actuación del ejército alemán, claramente acotados en los párrafos de la Ley Fundamental. Supone, en pocas palabras, oficializar un rol de Alemania como sheriff mundial. Luego, Struck criticaba ayer por lo bajini a Sarkozy por decirle a Bush en su primera visita a Washington que "hay en el mundo dos grandes potencias: EEUU y Francia", pero se ve que en el fondo a Struck también le gusta ser importante en el mundo, y eso sólo se logra con presencia militar. Cueste lo que cueste.

Dos horas más tarde acudía a la misma sala uno de los jefes de La Izquierda, Gregor Gysi. Fue mucho más convincente a la hora de explicar qué separa a su partido del SPD. Para Gysi, Schröder introdujo el thatcherismo en Alemania, algo a lo que no se había atrevido Helmut Kohl en 16 años de gobierno porque los orígenes del ex canciller democristiano están en la cultura del suave y socializante capitalismo renano. Schröder empezó a fumar puros nada más entrar en la Cancillería, y bajó masivamente los impuestos a las empresas al mismo tiempo que recortaba prestaciones sociales a los más débiles, con el resultado de que ahora mismo la clase media está disminuyendo en Alemania mientras los ricos se hacen más ricos y crece el número de pobres. Gysi da en el clavo cuando dice: "La gente no sabe qué es justo, pero sí sabe qué es injusto".

Al SPD no le ha quedado más remedio que corregir y retirar en parte las reformas de Schröder para que su actual presidente, Kurt Beck, tenga alguna posibilidad de imponerse frente a Angela Merkel en las elecciones del año que viene. Pero Beck siempre tiene un problema. Ahora mismo, políticos y prensa se le han echado encima porque ha autorizado al SPD de Hesse a formar un gobierno en minoría con Los Verdes "tolerado" por La Izquierda desde el Parlamento regional en Wiesbaden.

Parece mentira que Alemania, única democracia de Europa occidental que prohibió un Partido Comunista, siga siendo tan rabiosamente anticomunista. A La Izquierda le sale de vez en cuando algún absceso retrosocialista como la desconocida diputada bajosajona Christel Wegner, recientemente expulsada del partido por decir que la Stasi y el Muro de Berlín estaban muy bien. Pero la dirección del partido de Gysi y Lafontaine está logrando atraer a los votantes del SPD que se la tienen jurada a Schröder, que son legión. La Izquierda de Lafontaine y Gysi es un partido que ha sabido sacar provecho del descontento de una mayoría de izquierdas en Alemania. No es "la extrema izquierda", como escribe simplificadoramente el novelista de derechas Valentí Puig en el diario ABC, desde la tradicional mentalidad —todo blanco/todo negro: elige— y el desprecio carajillero típicos de la generación crecida bajo el franquismo.

Gysi es el orador más brillante del Bundestag. No hay manera de pillarle. Si le espetan que la economía británica va muy bien a pesar del supuestamente tan pernicioso thatcherismo y que las reformas de Schröder han logrado bajar el paro en Alemania, replica que es cierto que hay trabajo, pero mucho trabajo mal pagado. Y critica de paso la privatización de los hospitales en el Reino Unido. Si se privatizan los hospitales, argumenta Gysi, ocurre lo siguiente: un paciente de 22 años es operado. A los tres días le dan el alta. Un paciente de 70 años es operado. Necesita tres semanas para recuperarse. ¿Qué paciente es más rentable para el hospital? Gysi argumenta: "El artículo 1º de la Ley Fundamental alemana dice ‘la dignidad de las personas es intocable’, no dice ‘la dignidad de las personas de hasta 69 años es intocable’". La pregunta que tiene que hacerse esta sociedad es si los hospitales pueden regirse por la lógica del mercado. Chapeau.

En cambio, en el SPD tenemos a un Peter Struck que cree que siempre hay que decir que sí a cualquier cosa que le pidan sus socios en la escena internacional. En fin. Pobre SPD.

Guillem Sans Mora / Berlín

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