Hace un año Gordon Brown se preparaba para, por fin, cumplir un sueño y sustituir a su rival Tony Blair en Downing Street 10. La mayoría de los militantes laboristas anhelaba el relevo del carismático pero impopular Blair, desacreditado por la guerra de Irak. Estaban seguros de que un primer ministro como Brown revertiría la caída del partido en los sondeos.

Un año después, el Labour está viviendo su peor momento en décadas. Las últimas encuestas le dan menos del 30% de la intención de voto, muy lejos de los conservadores del joven y flamante David Cameron. En las recientes elecciones municipales, perdió centenares de concejalías y la alcaldía de Londres. El jueves le espera otra debacle en unos comicios parciales en Crewe, tradicionalmente una plaza fuerte de la izquierda. Para más inri, el 67% de los británicos afirma ahora que Blair era mejor primer ministro que Brown, según un sondeo que publicó ayer The Guardian.

Los analistas y el propio Gobierno coinciden en culpar de la caída en picado del primer ministro a la crisis económica y financiera que ha afectado al Reino Unido más que a otros países europeos. Incluso en los barrios relativamente acomodados en Londres se palpa cierta angustia. Las ONG que prestan asesoría a gente con dificultades económicas se han visto inundadas por personas en apuros, entre ellos cada vez más de la clase media. En cada crisis hay un elemento psicológico.

En este sentido la respuesta del Gobierno no ha servido para calmar los nervios. El rescate del banco Northern Rock fue una chapuza, como también lo fue aprobar una rebaja fiscal que perjudicaba a los que menos ganan y que obligó a Brown a rectificar.

Además de ser un buen gestor, un dirigente político debe inspirar confianza. En el caso de Brown no ocurre ninguna de las dos cosas. El 68% de los encuestados dice que el Labour no merece ganar las próximas elecciones. A ver si el partido se da cuenta a tiempo para cambiar de caballo.

Thilo Schäfer