el pingue

"Tocomocho rojo"

A un conocido de la familia le intentaron dar el timo del tocomocho. Él es un despistado de libro y además tiene cara de ello pero es todo lo contrario. Cuando narraba a la familia cómo en la plaza de la Universidad de Valladolid le habían intentado dar el palo, recuerdo que habló de la faltriquera roja que portaba el individuo con el número de la lotería supuestamente premiado. Era yo un criajo.

Volvía a las tantas de Riaño ayer cuando pensé que ya estarían los rumores desatados y se sabría quienes eran los galardonados y los defenestrados. Es una grata sorpresa el que al Bal D'Onsera se le haya concedido una. Hablé de ellos en el pingüe -Josetxu fue compañero de batallas arolianas- y creo que son los ganadores absolutos de su propia apuesta: hacer un restaurante sin pretensión alguna, honesto. La estrella les va a ayudar a mantener el tipo este año tan dífícil que se avecina. Hace unos minutos he hablado con él y entre otras cosas hemos charlado de esto. Enhorabuena -si es que además de un posible beneficio económico hay algo más- a los premiados y a los que la perdieron también, en especial a Ángel Palacios de La Broche, despojado de las dos estrellas. Para mí gana el que consigue como el que las pierde. ¡Ánimo Ángel!

La Guía Michelín no es ningún timo. Es un libro de tamaño pequeño en el que puedes encontrar una relación de restaurantes que aparecen bajo criterios puramente subjetivos. El precio viene en la tapa trasera.

Yo me pregunto qué sucedería si llegado el momento los poseedores de las estrellas renunciaran a ellas y no admitieran que los nombres de sus restaurantes aparecieran en las páginas de la guía. ¿Me estará afectando el frío de Riaño?

¿Por qué entrecomillo "tocomocho rojo"? Pues sencillo: así se puede sentir cualquier mortal  -timado-  al visitar restaurantes laureados o no laureados, con la particularidad que estos últimos no le deben su prestigio o desprestigio a la aparición de su nombre en una guía.

Ostracismo, boicot, cabreo. ¿Qué más da? Al fin y al cabo el aparecer con esa estampita no es más que añadir al currículo un mérito concedido por una empresa privada. Lo que no he logrado encontrar entre sus páginas es dónde dirigirse en caso de queja. No como las cuartillas con un número que aparecían en las cajas de galletas de Fontaneda, entre capa y capa, con una nota a pié de página que decía que si se encontraba algún fallo "pongasé en contacto añadiendo el boleto numerado".

Aquí como los inspectores "en linea de envasado" son desconocidos y/o "anónimos", no tenemos derecho a enviar quejas, por lo que creo que no es conveniente fiarse.  ¿Y si es falso o "desnaturalizado" lo que cuentan?

Ahora que una parte de los cocineros y de los críticos de profesión aborrecen el anonimato de los blogs, cabe preguntarse el por qué no aborrecen la guía roja. ¿Hay algo más anónimo? ¡Qué paradoja! ¡Qué paranoia!

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