Tierra de nadie

El lío de los poderosos

Lo del poder, al parecer, es cosa interpretable, de tal guisa que no hay manera de identificar completamente a los poderosos. Siempre fue poderoso Don Dinero, pero también lo han sido el amor, la verdad, el conocimiento o la información. Gandhi era poderosísimo y quizás por eso Einstein afirmaba que la paz era la bomba más potente. Hay gente que tiene facilidad para detectar el poder y se inclina en su presencia, como aquel genuflexo ministro Piqué ante Bush, y otros que lo reconocen para rebelarse. El poder puede ser justo o arbitrario y los que lo ejercen han de ir con cuidado para que no les estalle en la manos.

Zapatero, sin ir más lejos, se colgó la medalla de haber dicho no a los poderosos y le frieron a fotos sonriendo a banqueros con tirantes. Ha tenido que aclarar que los poderosos a los que se refería era quienes le pedían abaratar el despido mientras le exigían a un tiempo ayudas públicas para sus sectores y rebajas de cotizaciones. En el retrato robot del presidente encajan la CEOE y su presidente Díaz Ferrán, que de ayudas públicas, por cierto, sabe bastante. El de la patronal se defendía ayer diciendo que el único poderoso es Zapatero porque maneja ese arma de subvención masiva que es el BOE. Y que miente quien diga que los empresarios han pedido reducir en cinco puntos sus cotizaciones sociales o abaratar el despido, ya que su interés es acabar con la temporalidad.

La confusión ha llegado a un punto en el que tildar a alguien de poderoso empieza a considerarse un insulto, y por eso se atribuye esa condición al líder de la UGT, Cándido Méndez, cuyo poder residiría en haber convencido a Zapatero de que un país capaz de destruir 1,8 millones de empleos en dos años no tiene problemas con el despido sino con sus empresas. En eso, y en que, según sus críticos, cena mucho en Moncloa y de ahí no puede salir nada bueno.

Resumamos: la CEOE ha planteado un contrato para despedir a capricho con una indemnización máxima de 20 días por año, pero eso no es proponer abaratar el despido; de los 16 millones de contratos firmados por los empresarios en 2008, 14,6 millones fueron temporales a su pesar; la patronal justifica la falta de competitividad en que pagan cinco puntos más de cotizaciones pero no han pedido rebajarlas en esa cuantía. Y, por último, Díaz Ferrán no es poderoso. En esto, puede que hasta lleve razón.

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