Tierra de nadie

Florencia, capital Toledo

El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, no es José Bono ni tiene su prosopopeya. En cambio, ha heredado esa astucia florentina que le permite hundir su daga en la carrera política del rival y, al mismo tiempo, mostrarse como víctima y recibir las condolencias. Es lo que ha ocurrido con su decisión de retirar de la tramitación parlamentaria el nuevo estatuto de autonomía, con la que, muy posiblemente, se ha llevado por delante las expectativas electorales de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, que no es que fueran buenas, es que eran inmejorables.

Cospedal no lo tenía fácil pero ha sido admirable la forma en la que Barreda la ha conducido por el desfiladero estatutario hasta situarla al borde del precipicio de sus propias contradicciones. La excusa ha sido la manera en la que el Estatuto debía contemplar un asunto tan sensible en la región como es el agua. Barreda pretendía establecer una reserva de 4.000 hectómetros cúbicos, y el PP, presionado por sus barones levantinos, sólo aceptó que se incluyera la cifra como estimación de necesidades.

La imagen del murciano Ramón Luis Valcárcel paseándose por los pasillos del Congreso como quien revisa sus tropas antes de la batalla será para los socialistas castellano-manchegos su mejor vídeo electoral. La comunidad más artificial que alumbró la Transición y su "café para todos" exhibe hoy un orgullo regional comparable al de los territorios con más historia. Y no perdona el menosprecio, la humillación o que no se la tome en serio con espontáneos que presumen de torería y dan la espantada.

Con la retirada del texto gana el PP, que logra apaciguar a sus feudos tradicionales, inquietos ante la posibilidad de que el trasvase dejara de fluir; también lo hace el Gobierno, que se evita el apoyo a una cláusula de dudoso encaje constitucional, ya que concedía a una comunidad competencias sobre una cuenca, la del Tajo, que atraviesa más de una autonomía; y, por supuesto, gana Barreda, quien puede presentarse como el defensor de Castilla-La Mancha, traicionado por una agente doble que debía obediencia a dos señores. Todos ganan menos la secretaria general del PP. Era lo que se venía diciendo en Castilla-La Mancha: "Barreda lo tiene mal, pero Cospedal le va a ayudar". Y le ayudó.

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