Tierra de nadie

El Alcázar no se rinde

Dicen que no hay que hacer leña del árbol caído, aunque con algunos troncos, a veces, dan ganas de fabricar palillos. Buena parte de los dirigentes que han conducido al PSOE a la debacle se reunieron ayer para decidir qué hacer con el cadáver al que ellos mismo habían dado matarile. En lugar de huir despavoridos y asumir con sus dimisiones la comisión de un acto tan horrendo, los allí congregados, con Zapatero y Rubalcaba a la cabeza, decidieron quedarse al entierro. Los responsables de los peores resultados cosechados en democracia conservarán el mando hasta el congreso ordinario de febrero y el candidato se permitirá incluso ejercer de líder de la oposición en la investidura de Rajoy. Los hay con valor.

"No podemos volvernos locos y creer que nadie está legitimado", opinaba ese contumaz superviviente de catástrofes electorales llamado José María Barreda, flamante diputado por Ciudad Real pese a que su candidatura perdió respecto a 2008 el 35% de los votos. Es una lástima que no se refiriera a los deslegitimados, esos dirigentes que, como él, apoyaron el dedazo en lugar de las primarias y que, quizás no por falta de coraje sino de fotogenia, permitieron que Rubalcaba estuviera solo en la instantánea de la derrota, que ya se sabe que además es huérfana.

Consumado el hundimiento, la marea debería llevarse por delante a esa vieja guardia que sigue controlando las organizaciones regionales del PSOE pese a su bochornoso papel en las municipales y autonómicas de mayo, y a buena parte de la nueva hornada, cuyo principal mérito político siempre radicó en ser de la generación anterior a Zapatero y haberle caído en gracia. Será difícil que la catarsis del partido sea completa, dado el instinto de conservación que exhiben algunos de sus integrantes, a los que no será sencillo remover del sillón ni con agua hirviendo.

Tan preocupante como que el secretario general disponga los preparativos del velatorio es que el mascarón de proa del naufragio presuma de la solidez de su proyecto para articular la oposición. Va a ser que, además de quedarse al entierro, se lo quiere hacer con la viuda.

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