Tierra de nadie

El presidente estajanovista

Investido por la urnas y, singularmente por Sarkozy, como "monsieur le president", la primera medida de Rajoy y de su equipo no se ha dirigido a los mercados, que aún no han sentido en la cara el viento huracanado de la confianza y han ignorado olímpicamente su elección, sino a combatir su imagen de indolente pereza. A tal efecto, el PP se ha afanado en distribuir fotografías del líder en actitud de trabajar a destajo tras una montaña de informes. Se trata de la versión moderna de la lucecita del Pardo, esa que indicaba que los españoles podían descansar tranquilos porque tras las cortinas había alguien que velaba por todos.

Nos quedamos con la idea del estajanovismo del presidente electo, aunque no parece el gesto sea muy útil en estos tiempos de emergencia, una situación que los populares no han dejado de esgrimir tanto para exigir un adelanto electoral como para pedir que se haga la vista gorda con los plazos constitucionales y se acelere el traspaso de poderes. La ambigüedad que sirvió para ganar las elecciones sería contraproducente ahora, cuando el depende ya no es una respuesta válida. De ahí la ansiedad por conocer los detalles del plan que maneja Rajoy para salvarnos y el nombre del designado para llevarlo a cabo desde el Ministerio de Economía.

Conste que nos es por nosotros, que tenemos el oído acostumbrado al lenguaje críptico de Rajoy y podríamos seguir esperando la traducción oficial unos meses más. Sin embargo, Bruselas, el BCE, Ángela Merkel, los bancos que juegan con la deuda pública, las agencias de riesgo y la prima de las agencias son de natural impacientes, no conocen la sutileza y tienen una acreditada incapacidad para leer entre líneas. Convendría, por tanto, una completa exposición de propósitos y plazos para comprobar si, de verdad, el plan se ha ganado su aprobación o se han de incluir alguna de sus sugerencias en la lista de la compra.

Según explicó Rajoy la noche electoral, los españoles han abrazado el cambio que les proponía. No vaya a ser que por no leer a tiempo otro par de folios se nos cierre de golpe la puerta de la tierra prometida.

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