Tierra de nadie

Cervera quiere demostrar que sólo es tonto del haba

Como se sabe, en España tenemos dos clases de políticos: los honrados, capaces y entregados al bien general, que unen a todos estos atributos una férrea discreción, de ahí que pasen prácticamente desapercibidos al gran público; y los desahogados, frescos como algún pan de molde y herederos de esa gran tradición picaresca que se perpetúa con los siglos. A estos últimos se les suponía como poco ingenieros, ya fueran de caminos o fiscales. La realidad, no obstante, nos ha descubierto a un extraño biotipo de servidor público que, pudiendo encajar en los dos grupos antes citados, se caracteriza por ser tonto del higo, del bote y de baba, más tonto que Abundio o que Pichote, tonto de remate en definitiva.

En este último club ha pedido el ingreso el ya exdiputado del PP Santiago Cervera, y son tales sus merecimientos y aptitudes que va a haber que darle la presidencia o la tesorería de esa peña, dependiendo si lo suyo es de ser tonto hasta decir basta o si, siendo rematadamente tonto, su necedad era la de aquel capaz de llevarla a gala si se le daba pan o un fajo de billetes dentro de un sobre oculto en la grieta de una muralla.

Ante Cervera se abre un dilema del género tonto, ya que su misión histórica consiste en demostrar que no es un golfo que va extorsionando al presidente de una Caja de Ahorros –una tarea que de momento es innoble- sino simplemente un idiota que de haber nacido en Coria lo tendría todo para ser el tonto más famoso del pueblo. En el PP se lo han quitado de en medio, temerosos de que el navarro les diera, como habrán adivinado, más guerra que un hijo tonto.

La estrafalaria historia del exdiputado merece un par de capítulos en una historia universal de la estulticia. Asegura haber recibido un anónimo –quién sabe si veneciano- con instrucciones precisas para recoger unos documentos que demostrarían que el banquero José Antonio Asiain al que detesta es un corrupto.  Simultáneamente, Asiain denunció haber sido objeto de un intento de chantaje en el que se le pedían 25.000 euros de vellón para mantener en secreto que, a lo tonto, se lo llevaba crudo de la Caja de Navarra facturando desde su bufete. Cual Perico el de los Palotes disfrazado de Indiana Jones, Cervera siguió las indicaciones, llegó hasta la grieta convenida en la muralla -en contra, supuestamente, de su idea inicial- y allí le pillaron con el carrito del helado un puñado de guardias civiles.

En resumen, el exdiputado puede ser simplemente tonto del culo o un corrupto imbécil, ya que a nadie con un par de luces se le ocurriría recoger el fruto de una extorsión a pecho descubierto. Todo su afán se centrará a partir de ahora en demostrar que exclusivamente es un tonto del haba y, si lo logra, quizás exija al PP que le presente a las próximas elecciones para que no perdamos a un idiota en el Congreso. ¿Para cuándo un monumento al asa del cubo?

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