Tierra de nadie

José Carlos Díez nos ha dado un disgusto

Siguiendo el orden históricamente establecido en lo que a abandonar el barco se refiere, José Carlos Díez, más conocido como el "economista observador", ha sido de los primeros en arrojarse por la borda tras el triunfo de Pedro Sánchez y el hundimiento de su valedora Susana Díaz en el Trafalgar de las primarias del PSOE. Díez renuncia así a defender en el Congreso del partido la ponencia económica que, por Gestora interpuesta, le había encargado la reina del sur, un documento cumbre de la socialdemocracia que el Piketty español deja a la posteridad con la misma humildad que un náufrago arroja a las olas su mensaje en la botella sin saber si alguien leerá su llamada de socorro.

En una más de sus certeras predicciones del estilo de "el paro no superará significativamente el 19%" o "en 2010 los precios de la vivienda se estabilizarán y subirán lentamente", Díez había descontado la victoria de ese sultanato en el que aspiraba a convertirse en visir, ya que, al parecer, lo de las asesorías a tanto la pieza, como la que le colocó al baroncito valenciano Ximo Puig sobre el acceso a la financiación del Plan Juncker, apenas dan para comer, especialmente si te rescinden el contrato. Quien en 2009 sentenciaba que lo peor de la recesión en España había pasado y defendía que nuestro sistema bancario era el más capitalizado y eficiente del planeta sabrá perdonarse el error en la quiniela y añadirlo sin remordimientos a su larga lista de pronósticos fallidos.

La explicación que el economista observador ha dado a su tocata y fuga ha sido antológica. Ha dicho Díez que le parece muy mal que el PSOE deje de definirse como un partido de centroizquierda, que se haga sangre con los errores de los 21 años de gobiernos socialistas y que se reniegue de la austeridad en plan bruto, todo ello en 70 folios de enmiendas que ocupan más espacio que su ponencia, una hija a la que ya no reconocería si la viera por la calle y de ahí que la repudie. Para desacreditar la equiparación entre austeridad y neoliberalismo, pone como ejemplo los recortes de Maduro y de Tsipras, dando a entender que son los referentes de Sánchez el podemita, y cita también a Borrell, contra el que emprendió una cruzada personal de descalificaciones públicas y amenazas privadas muy sicilianas cuando el exministro llegó a pensar en concurrir a las primarias.

Más alucinante aún que su despedida fue la justificación que dio de su voto la sultana, a la que por liderazgo y empatía llegaba a comparar con Alejandro Magno, aunque quedaba claro que el Grande no le hacía del todo justicia. Su retrato al natural de la presidenta andaluza merecería ser colgado en las paredes del Museo de Cera. La describe como una absorbente esponja, capaz de traducir al pueblo llano conceptos complejos y de elegir con tino a sus colaboradores –entre ellos a él mismo-, cualidades que habían llamado la atención de "varios líderes internacionales", a los que no llega a citar para no ponerles en un compromiso.

Díaz ilusionaba a Díez no porque le hubiese fichado como asesor, que también, sino porque como él había tomado el ascensor social en el subsuelo hasta el ático con vistas y porque sentía el partido como una familia, algo que pudo comprobar en una caseta de la Feria de Abril disfrutando de la fiesta entre cientos de amigos y familiares y dando rienda suelta a los volantes de su vestido.

En realidad, el economista observador es un jeta de categoría. Ha sido zapaterista, rubalcabista y hasta sanchista, y lo hubiera seguido siendo si, cuando aún vivía, el Resucitado le hubiera seguido confiando trabajitos sin darle de lado. Es uno más de esos expertos que han vivido a costa del PSOE y de su poder institucional hasta que cesaron los encargos de encuestas y asesorías y se acabaron los puestos en empresas públicas e instituciones. Tras dejar de emitir facturas se convirtieron en francotiradores y empezaron a pontificar en los medios contra quien había osado renegar de esa ‘inteligntzia’ mercenaria y bien remunerada.

Ha dicho Díez que vuelve a lo suyo, que son las tertulias, "sus proyectos", que traducido al castellano es que reabre Global Economic Analysis para seguir vendiendo informes al por mayor, sus clases y -se supone- que sus colaboraciones en Prisa, donde jamás se han dejado de apreciar sus dotes como oráculo y donde siempre tendrán cabida sus reflexiones sobre el turismo cultural y la conveniencia de dar a los asiáticos que nos visitan románico en vena porque de playas estupendas están hartitos.

Si su retorno a la Universidad es tan apoteósico como su despedida de Icade, donde, según cuenta, los alumnos le brindaron un aplauso "digno de una estrella de la ópera", el economista observador no tardará en compartirlo con sus admiradores. Su marcha nos ha dado un disgusto muy grande, pero hay que sobreponerse. La vida sigue.

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