Tierra de nadie

Ferrocarriles de mente estrecha

Se buscaban responsables del secular atraso ferroviario extremeño, explicaciones a por qué el 15% de las vías de la región datan de cuando Pavía entró a caballo en el Congreso y María Cristina nos quería gobernar, de las razones por las que en parte de su red no es posible circular a más de 50 kilómetros a la hora, de los motivos por los que no hay doble vía en sus líneas y éstas no están electrificadas y de por qué las tres cuartas partes del tráfico ha de regularse por teléfono y no por ordenador, de manera que los convoyes han de detenerse en las estaciones para ceder el paso a los que vienen de frente y evitar choques sin airbag.

Urgía encontrar a los culpables de que el viaje entre Madrid y Badajoz lo fuera al pasado con vagones tan antiguos que llevan escrita su serie en números romanos, de que el precio de los billetes sea de los más elevados de la red, de que se multipliquen los retrasos y las averías de la máquinas, que se paran o arden espontáneamente según el día, de que todas las estaciones sean Mérida porque el sistema de información de pantallas no funciona, o de que nadie conozca lo que es un vagón-cafetería y los avituallamientos tengan que hacerse en máquinas expendedoras de patatas fritas.

Era muy necesario dilucidar a quién debía reprocharse el aislamiento del territorio tras el cierre de la línea que unía Plasencia con Astorga, que incomunicaba a Extremadura con el norte de España, y el cambio de itinerario de la Madrid-Lisboa, que ahora transcurre por Salamanca, ciudad por cierto a la que sólo es posible llegar haciendo escala en Madrid. Como imprescindible era responder a la pregunta de quién olvidó la promesa de hace 17 años de que un AVE enlazaría a la región con Madrid, cuyas obras ni siquiera han comenzado fuera de Extremadura.

Para las autoridades se había vuelto prioritario determinar quiénes estaban detrás de esas escenas de pasajeros cargando maletas por los sembrados y de una estadística de incidentes que, al menos en la segunda mitad del pasado año, determinaba que cada 11 horas se producía una avería que ocasionaba retrasos de varias horas o el transporte por carretera de los afectados. Ni Ulises se había enfrentado en su odisea a peripecias semejantes.

Pues bien, las indagaciones han dado sus frutos y se ha podido identificar sin ningún género de dudas a los saboteadores. No, no era la desidia de los sucesivos Gobiernos a los que Extremadura les ha importado siempre un pimiento, aunque desde Moncloa se profirieran agudos lamentos por su tasa de paro de casi el 24% o porque cerca del 40% de la población de la comunidad esté en riesgo de pobreza. Los responsables son dos gerentes de Renfe, el de Servicios Comerciales Sur y el de Gestión y Contratos de Fabricación y Mantenimiento. A ellos se atribuyen los desatinos de este pasado fin de semana, incluyendo la parada en seco de un convoy a la altura de Fuenlabrada en Madrid por falta de gasoil o la avería de Torrijos, en Toledo, que prolongó cuatro horas más un viaje a Badajoz que en condiciones normales sólo necesitaría cinco horas y media, casi tanto como en carreta. La compañía no ha facilitado sus nombres para la ira del populacho no desembocara en una lapidación pública.

La situación exigía cortar cabezas y se han cortado. Quizás para celebrarlo anticipadamente la Diputación de Cáceres justificaba la compra por 7.000 euros de 280 ejemplares del libro del expresidente Juan Carlos Rodríguez Ibarra, "una de las personas más trascendentales de la historia contemporánea de nuestra región" y que lo hubiera sido más si los trenes hubieran funcionado como un reloj suizo.

Despedidos los gerentes del caos, el resto será pan comido. Algún año de éstos el AVE surcará las dehesas; algún siglo de éstos se retirarán las traviesas de madera del siglo XIX que se extienden a lo largo de más de 100 de los 725 kilómetros de vías en la región y que tan buen resultado han dado; en algún momento no determinado del futuro la red convencional de ferrocarriles de Extremadura será modernizada. Si observan nuevos fallos no se inquieten: hay más gerentes sospechosos.

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